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¿Qué pedimos en nuestra oración sanadora?

Del número de junio de 1988 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Pocas experiencias nos hacen sentir más próximos a Dios que la de la curación que obtenemos mediante la oración; y hay miles de personas que pueden dar testimonio de que la oración las ha sanado. Como estudiantes de la Biblia deseando aprender más acerca de la oración que sana, quizás necesitemos considerar la pregunta “¿Qué pedimos en la oración?”

Si nuestra oración a Dios es un mero ruego para que El nos sane, ésta no difiere mucho de la petición que hacemos a un ser humano para que nos dé algo que deseamos. Pero como las Escrituras nos muestran que Dios es el Espíritu infinito, que El es la Mente divina, que Cristo Jesús expresó, sabemos que Dios debe ser infinitamente diferente de una persona mortal y finita. De modo que para orar de acuerdo con las Escrituras, debemos orar con un nuevo enfoque, es decir, con un sentido espiritual de El, como el Dios único e infinito, que ya ha creado al hombre a Su propia imagen. En el capítulo “La oración” del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, la Sra. Eddy escribe: “El mero hábito de suplicar a la Mente divina, como se suplica a un ser humano, perpetúa la creencia de que Dios está humanamente circunscrito —error que impide el desarrollo espiritual”.Ciencia y Salud, pág. 2.

Una noche, deseaba sanar de un catarro del pecho que había ido empeorando durante el día. Oré asiduamente afirmando la verdad que había aprendido en la Ciencia Cristiana: que debido a que el Espíritu, Dios, es perfecto y armonioso, yo debo reflejar estas cualidades ahora como Su imagen espiritual. Pero no sané de inmediato. Me sentí agradecido porque sentí un poco de alivio; y como anteriormente había resuelto una situación similar a través de la oración, tuve la fe y la convicción de que podría hacerlo nuevamente. Continué estudiando y orando por un rato, y, luego, me fui a dormir. Pero me desperté durante la noche sintiendo algunas molestias, así que me levanté para ponerme a estudiar la Biblia y Ciencia y Salud.

Esta vez oré para ver qué necesitaba saber. La Biblia nos dice, en las palabras de nuestro Maestro, Cristo Jesús: “Vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis”. Mateo 6:8. Yo sabía que la Mente divina y única me estaba revelando la verdad espiritual que necesitaba ver. Nuevamente recurrí a Ciencia y Salud, escudriñando las primeras páginas sobre la oración para encontrar algo que clarificara mi pensamiento. Leí la cita ya mencionada que habla sobre “suplicar” a Dios, y quedé sorprendido por la advertencia de que es un “error que impide el desarrollo espiritual”. Más que nada, aun más que la curación, yo lo que quería era que nada impidiese mi crecimiento espiritual. De modo que releí esa declaración; esta vez me pregunté: “¿Estoy de alguna manera suplicándole a Dios que me sane?” Sinceramente creí que no lo estaba haciendo. Pero, de pronto, me di cuenta de que a pesar de haber estado afirmando la perfección de Dios y del hombre como Su imagen, al mismo tiempo tenía tantos deseos de liberarme del sufrimiento que, en efecto, inconscientemente estaba “suplicando” para encontrar alivio y curación.

Al preguntarme cuáles eran mis verdaderas necesidades, encontré en ese mismo capítulo sobre la oración estas instructivas líneas: “Lo que más necesitamos es la oración del deseo ferviente de crecer en gracia, oración que se expresa en paciencia, humildad, amor y buenas obras”. Y en la misma página: “Simplemente pedir que podamos amar a Dios, nunca nos hará amarle; pero el anhelo de ser mejores y más santos, expresado en vigilancia diaria y en el esfuerzo por asimilar más del carácter divino, nos modelará y formará de nuevo, hasta que despertemos a Su semejanza”.Ciencia y Salud, pág. 4. Reflexioné sobre esos pasajes y reafirmé la unidad del hombre con Dios, pero, esta vez, con agradecimiento por la comprensión de que yo era verdaderamente ese hombre espiritual que estaba expresando la perfecta armonía, bondad y Amor. De pronto, me di cuenta de que ya no sentía dolor y que la congestión había desaparecido. Volví a acostarme, sintiéndome libre y sereno, regocijándome por lo que acababa de aprender y por la nueva inspiración que había hallado. Al día siguiente, todo vestigio de enfermedad había desaparecido por completo. Había aprendido una importante lección sobre la oración en la Ciencia Cristiana.

En un capítulo titulado “Preguntas y respuestas” en sus Escritos Misceláneos, la Sra. Eddy responde a una importante pregunta: “¿Es erróneo orar por el restablecimiento de los enfermos?” Ella contesta: “No lo es, si oramos conforme a las Escrituras, comprendiendo que Dios ha dado todas las cosas a aquellos que Le aman; mas el pedirle al Amor infinito que nos ame, o que restablezca la salud y la armonía, y luego admitir que la salud se ha perdido bajo Su gobierno, es la oración de duda y de la creencia mortal la cual resulta ineficaz en la Ciencia divina”.Esc. Mis., pág. 59.

Si nuestras serenas y enérgicas afirmaciones de la verdad no consiguen elevarnos para percibir la presencia y el poder sanador del Amor divino, entonces ¿qué hay que cambiar? Quizás inconscientemente estemos haciendo conjeturas del resultado que deseamos, en lugar de dejarlo todo en manos de Dios. Para ayudar a liberarnos del deseo inconsciente que nos impele a desear que aparezca una solución determinada, podemos preguntar al Padre: “¿Qué estoy aprendiendo de esta experiencia? ¿Qué es lo que necesito saber?” Esta oración, que se eleva a Dios para obtener mayor comprensión, nos permite percibir con más claridad la naturaleza de Dios y nuestra unidad con El como Su perfecta idea espiritual. Mediante este influjo de verdad, el error o el mal es descubierto y eliminado, la consciencia humana progresa y el resultado se manifiesta como curación.

La razón importante para buscar nuestra curación a través de un concepto más claro de Dios, incluso una percepción más clara del hombre creado a Su imagen, es que éste es el camino indicado por Cristo Jesús. Conduce al único Dios, que es Espíritu infinito y que es Vida eterna. Es el buen camino que descubrimos al apartarnos de los medios y métodos materiales para encontrar nuestra respuesta en Dios, que es nuestro Padre, nuestro Pastor, el Amor divino que satisface toda necesidad.

Desear la espiritualidad más que el materialismo es comenzar a aprender más acerca de nuestro verdadero ser como hijos de Dios. A medida que cultivamos este deseo estudiando la Biblia y poniendo en práctica la Ciencia de Cristo, descubrimos el gozo de sanar y de desenmascarar insospechadas falsas creencias y temores, que son efectos de una falsa educación y de un sentido material del yo. De esta introspección basada en la oración surgen también la disposición y el deseo de dedicarnos al trabajo de Dios, de ver Su universo perfecto en todas partes, y de ser el hombre que Dios creó. El ser semejante a Dios es un anhelo que pone al descubierto el error y también saca a luz las maravillosas posibilidades que nos pertenecen como hijos de Dios.

Nuestro verdadero progreso para obtener la salud y la armonía es siempre espiritual. Se logra a medida que día a día comprendamos más al hombre perfecto y a su perfecto Hacedor; que comprendamos más la realidad espiritual y la consciencia pura del ser que están siempre presentes y siempre disponibles por medio de la oración.

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