A María le gustan las serpientes. Tiene una amiga que llevó a su serpiente a la escuela para mostrarla a sus compañeros. Su color era muy lindo y se la veía muy mansita en su jaula.
Ahora bien, esta serpiente no hablaba. Tal vez pienses: “¡Seguro que no hablaba! ¡Las serpientes no hablan!” Y estás en lo cierto. Ninguna serpiente de verdad jamás dijo una sola palabra.
Pero en la Biblia hay un relato acerca de una serpiente que hablaba, y es para darnos una lección. En este relato, cuando una mujer llamada Eva creyó que una serpiente podía decirle cosas verdaderas, todo salió mal. Ver Gén., cap. 3. Una vez, María y su clase de la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana leyeron este relato. La serpiente parlante les recordó la manera en que las mentiras y un mentiroso tratan de engañarte. Los pensamientos verdaderos —de paz, bondad y salud— te hacen sonreír. Los pensamientos mentirosos —de daño, de tristeza o de desobediencia— te asustan. Pero una serpiente parlante es una mentira desde el comienzo, y no puede decir la verdad. Por eso, María y sus compañeros dijeron que podían detener una mentira no creyendo al mentiroso.
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