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La humildad gana el sello de aprobación de Dios

Del número de junio de 1988 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Han transcurrido siglos desde que los discípulos de Cristo Jesús discutieron entre sí sobre “quién había de ser el mayor”. Pero probablemente todos hemos escuchado una pregunta similar a la de ellos en el trabajo, en el hogar, en la escuela o aun en la iglesia, formulada por quienes quieren saber cuál de sus colegas, amigos, familiares, es el mejor o el más importante.

A veces, quienes se formulan esta pregunta genuinamente quieren estar seguros de que a la persona adecuada se le dé el mérito que se merece por su trabajo o alguna promoción. Pero, muy a menudo, tal interrogante expresa la actitud que Cristo Jesús tiernamente reprendió en sus discípulos al enterarse sobre lo que discutían. Les dijo: “Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos”. Marcos 9:34, 35. Y demostró sus palabras mediante la humildad que expresó en su propia vida.

Pero, ¿por qué está la humanidad tan preocupada con la pregunta de quién será el mayor? ¿No es, acaso, debido al concepto equivocado de que el hombre es mortal, el linaje de otro mortal y vulnerable en todo sentido? Esaú debe de haber sentido algo de esto cuando dijo acerca de su hermano: “Bien llamaron su nombre Jacob, pues ya me ha suplantado dos veces: se apoderó de mi primogenitura, y he aquí ahora ha tomado mi bendición”. Gén. 27:36.

¿Cómo podemos eliminar la falsa creencia de que el hombre es mortal? Comprendiendo a fondo la relación que existe entre Dios y el hombre como es elucidada en el relato espiritual de la creación, descrita en el primer capítulo del Génesis, en el cual leemos: “Dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza.. . Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. Gén. 1:26, 27.

Cuando una persona se para frente a un espejo, tal persona es a la vez el original y el gobernador de la imagen reflejada en el espejo. Y la imagen es igual al original en todo detalle. Cualquier acción de la persona frente al espejo tiene que ser simultáneamente ejecutada por la imagen. La imagen nunca puede actuar unilateralmente. Esto ilustra la relación que existe entre Dios y Su semejanza, el hombre. Dios es el origen y el gobernador del hombre, y el hombre no puede actuar separado de Dios.

Dios es el creador y, por lo tanto, gobierna completamente al hombre, este es el hecho más importante que debemos comprender y demostrar en nuestra vida diaria. Nos ahorraríamos muchos sufrimientos cediendo a esta relación, aceptando a Dios como nuestro Hacedor, nuestro Padre y Madre, y sometiéndonos a Su autoridad y dirección en toda circunstancia.

¿Qué es Dios? ¿Y cómo realmente gobierna Dios al hombre? Las respuestas a estas preguntas se encuentran en esta declaración en 1 Juan: “Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él”. 1 Juan 4:16. Y en Message to The Mother Church for 1902, la Sra. Eddy escribe: “¿Es necesario decir que la semejanza de Dios, el Espíritu, es espiritual, y que la semejanza del Amor, ama? Cuando amamos, aprendemos que ‘Dios es Amor’.. .” '02, pág. 8.

¿Cuál es el verdadero beneficio de ser gobernados por Dios, el Amor? Exactamente el que se indica en 1 Juan: “El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo. Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos”. 1 Juan 2:10, 11. Esta es la más grande necesidad de la humanidad: Ver claramente el propósito de Dios para el hombre, y nunca tropezar en juicio o acción.

Hace poco, consideré cuidadosamente la pregunta sobre “quién había de ser el mayor” cuando maniobraron las cosas en mi empleo para cambiarme a un puesto que yo no deseaba. No podía sobreponerme a la intriga, y caí enfermo. Respiraba con dificultad y me sentía muy débil. Entonces oré sinceramente para ser guiado y, muy pronto, me vino el mensaje angelical de Dios: “Tú tienes que responder sólo al Amor divino”. Mentalmente acepté este pensamiento y, de inmediato, comencé a someter cada decisión o acción al escrutinio y aprobación del Amor. La necesidad de vigilar mis pensamientos fue tremenda, pero la reputación que adquirí por buen juicio me trajo un gran sentido de paz y respeto de mis compañeros. Como dice la Sra. Eddy en su alegoría en Ciencia y Salud: “Entonces se levantó el prisionero, regenerado, fuerte y libre. Cuando estrechaba la mano de su abogado defensor, la Ciencia Cristiana, observamos que toda su palidez y debilidad había desaparecido”.Ciencia y Salud, pág. 442.

Abrigar en el pensamiento el interrogante de quién será el mayor, a menudo lleva a las naciones y a las personas a cometer graves errores, a experimentar sufrimientos y hasta tragedias. Es la causa de falsos gobiernos, y un motivo primordial para las guerras. Es un agente de la adversidad económica, que se aprovecha de cada recurso posible en beneficio propio. El sentido de vanidad adoctrina a ciudadanos incautos con un falso nacionalismo. Pero la pobreza, las enfermedades y el descontento que provienen de ello, impulsa a luchar por soluciones, lo cual finalmente tiene que culminar en la búsqueda de Dios.

Tan pronto como cambiamos de actitud y nos dedicamos sinceramente a esta búsqueda de Dios, comenzamos a someternos a Dios y a ser gobernados por El. Esto es humildad. El amor paternal y maternal de Dios para con el hombre es inmenso, como lo podemos ver en las experiencias de los israelitas bajo la dirección de Moisés. Y los Diez Mandamientos todavía son faros para la humanidad. El ejemplo supremo de la naturaleza y acción del Amor divino nos fue dado por Cristo Jesús, quien quitó del camino cada obstáculo —de pecado, enfermedad y muerte— que quisiera deprimirnos y engañarnos, llevándonos a creer que podemos ser separados de nuestro Padre. Y el Consolador, la Ciencia divina, está aquí ahora para purificarnos de toda sombra de ceguera a fin de que podamos ir seguros por el recto, pero estrecho, camino.

Por costumbre, a menudo se califica a la humildad como si uno fuera reducido a la categoría de un ser insignificante, como quien ha sido desplumado. Pero esto es totalmente falso. La humildad es el denominador común del héroe y del sabio, de la fraternidad de quienes gentilmente ceden a Dios. Sea cual fuere nuestra posición humana, la verdadera humildad muestra que nuestras palabras y acciones han sido tocadas por el Amor. El sello de aprobación de Dios está grabado en el humilde. Marca a quien realmente es el mayor.

En Escritos Misceláneos, la Sra. Eddy hace esta pregunta: “¿Cuál es el Principio y la regla de la Ciencia Cristiana?” Y en el párrafo siguiente, dice: “El Hijo inmaculado del Santísimo ha hablado de ellos como la Regla de Oro y Principio de ésta, Dios que es Amor. Escuchad, y él os ilustra la regla: ‘Llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo.. . Cualquiera que se humille como este niño, éste es el mayor en el reino de los cielos’ ”.Esc. Mis., pág. 337.

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