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Comprendamos el desafío de la tecnología a la curación espiritual

Del número de septiembre de 1988 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Si hoy en día, Thomas Edison entrara en una cocina o en una sala típicas de una familia de la clase media, vería un conjunto extraordinario de maravillas mecánicas y eléctricas. Ciertamente que hasta el famoso inventor se maravillaría del efecto que han producido en la vida cotidiana de la gente los asombrosos adelantos de la tecnología desde 1880, cuando el foco eléctrico estuvo disponible comercialmente por primera vez.

Si el Sr. Edison visitara una moderna planta industrial computarizada, probablemente vería que es aún más notable la gama de funciones complicadas que ahora se realizan con tanta eficiencia, rapidez y notable facilidad. Y si hiciera una gira por una instalación médica recién construida, la serie de máquinas complicadas y servicios que están disponibles hoy en día podrían parecer asombrosos, y, en comparación, los hospitales de fines del siglo diecinueve parecerían muy primitivos.

Es obvio que la nueva tecnología invade la vida de millones de personas, y en muchas formas ha incrementado, en gran manera, el progreso material de la civilización. No obstante, junto con los adelantos producidos por las proezas tecnológicas, también se han presentado serios desafíos a algunos asuntos morales fundamentales y valores espirituales que mucha gente considera necesarios para la verdadera “calidad de la vida” y el verdadero progreso.

Respecto a la atención médica contemporánea, no hay duda de que algunas cosas extraordinarias se han hecho al cuerpo humano mediante mecanismos y productos químicos bastante extraordinarios. El cuerpo mismo, visto como una clase de máquina orgánica compleja, es objeto de intensiva manipulación y experimentación. La investigación, respaldada por miles de millones de dólares, sigue adelante a paso tan acelerado que la ciencia ficción de ayer se convierte en la atracción especial del noticiario de la tarde. Y, es casi característico de la investigación avanzada biológica y médica, el esfuerzo actual de unir microastillas a la carne humana de manera que algún día esas microastillas puedan implantarse en el cerebro y controlar el cuerpo.

No es de admirarse que a menudo el hombre o la mujer promedio se sienta maravillado, o incluso intimidado, por la tecnología médica. Es comprensible que mucha gente, incluyendo funcionarios públicos y legisladores prominentes, hayan llegado a considerar que los adelantos de la tecnología médica son los que proveen el único medio racional de tratar las dificultades corpóreas. La curación espiritual es considerada con frecuencia, si es que se la considera en modo alguno, como un anacronismo, una extraña superstición o poco más que una creencia ingenua que simplemente no es práctica o sensata en el mundo que se acerca al siglo veintiuno, un mundo de rayos laser y radares CAT [siglas en inglés], y de Jarviks y quimioterapia.

Después de todo, podría argumentarse que, si la tecnología cumple lo que promete, ¿cuál es la razón de que alguien quiera confiar en algo que parece tan intangible como la oración?

Tal es el concepto actual popularizado acerca de la tecnología y su desafío a la curación espiritual. Este es un concepto que probablemente se intensificará en las próximas décadas, aun cuando sea sumamente cuestionable que, alguna vez, esa tecnología realmente proveerá a la condición humana todas las “mejoras” que se esperan.

En realidad, el desafío de la tecnología a la curación espiritual presenta un problema que debiera concernir a todos los cristianos que quisieran seguir en el camino de salvación que Cristo Jesús mostró. Y, para empezar a responder al desafío, necesitamos, primeramente, considerar cuidadosamente la vida y ministerio del Salvador.

Los Evangelios informan que Jesús sanaba a los enfermos, rápida y completamente, mediante la oración. No obstante, aun considerando el relato bíblico, algún escéptico podría argüir que no había muchas alternativas para el ciego, el sordo o los leprosos hace dos mil años y que hoy en día muchos de tales casos podrían tratarse con la medicina moderna. No obstante, ¿acaso no hay mucho más en la obra sanadora del Salvador que los resultados físicos externos? Por supuesto, la misión de Jesús no puede reducirse a una cuestión de si las clínicas y los antibióticos podrían o no haber cambiado la manera en que él condujo su ministerio y así haber alterado, de alguna manera, el curso del cristianismo. El asunto es más profundo que el solo hecho de la restauración física o corpórea, por muy importante que haya sido y que siempre sea para el sufriente.

Cuando Jesús sanaba a los enfermos, sus obras demostraban el poder inmediato y la omnipresencia de Dios. El poder de Dios es infinito. Suyo es el poder y la presencia absolutas que siempre están disponibles para todos, a pesar de la urgencia o la gravedad de nuestras circunstancias. En la curación divina, no hay situación desesperada, ni enfermedad fuera del alcance de Cristo, la Verdad. Durante el siglo pasado, esto se ha demostrado muchas veces en la vida individual de los Científicos Cristianos. Y para los Científicos Cristianos, la curación mediante la oración es un paso esencial para la regeneración espiritual, para la purificación de móviles y deseos, para la transformación de la manera de pensar y proceder.

La curación, mediante el Cristo, es un elemento necesario al ocuparnos en nuestra salvación. Y Jesús vio que esto era tan fundamental que exigió que sus seguidores de toda época se esforzaran por curar de la manera que él lo hizo. El Maestro dijo: “Y estas señales seguirán a los que creen: ... sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán”. “El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también”. “Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia”. Marcos 16:17, 18; Juan 14:12; Mateo 10:8.

Trayendo siempre cierto grado de regeneración y purificación, la curación mediante el Cristo señala claramente la gran capacidad de Dios, Amor divino, para expulsar el pecado, así como la enfermedad. Se ve que el mal no tiene lugar ni propósito en la creación divina. Escribiendo en el libro de texto de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, sobre la importancia vital de la curación espiritual en los tiempos de Jesús y ahora, Mary Baker Eddy también habla acerca del elevado propósito de la Ciencia Cristiana que indican sus obras sanadoras. Declara: “Ahora, como entonces, señales y prodigios se efectúan en la curación metafísica de la enfermedad física; pero esas señales sirven solamente para demostrar el origen divino de esa curación — para atestiguar la realidad de la misión superior del poder del Cristo, la de quitar los pecados del mundo”.Ciencia y Salud, pág. 150.

La curación mediante la oración nos despierta a una nueva vida. Hemos vislumbrado la realidad divina, y nada será jamás exactamente lo mismo en nuestra experiencia humana. Vemos que Dios es Espíritu ilimitado, Amor perfecto, Mente omnisapiente, y el comprender que somos la muy amada creación de tal Dios, quien es el único Dios, cambia nuestra vida. El hombre de Dios está hecho a Su imagen y semejanza. La semejanza del Espíritu infinito es espiritual y eterna, y no un compuesto de sustancias químicas orgánicas sujetas a desintegración y descomposición. La imagen del Amor perfecto y de la Mente del todo inteligente es lo que realmente somos, y no mortales desventurados, miserables y malévolos, sin propósito o dirección en nuestra vida.

Es glorioso empezar a sentir la clase de valía que se obtiene al saber y demostrar algo de la verdad de nuestra identidad pura y espiritual, es decir, lo que realmente somos. La curación mediante el Cristo lo logra, y es algo que la tecnología moderna no puede hacer. Aun cuando la tecnología posiblemente trate de producir efectos en el aspecto de modificación del comportamiento, en realidad, no redime a la gente del pecado mediante un renacimiento cristiano y espiritualización del pensamiento. La tecnología jamás ha sido destinada para ese propósito.

¿Y acaso no es éste el punto básico de diferencia para el cristiano que elige confiar exclusivamente en el poder de Dios para la curación? La decisión en procura de curación espiritual, frecuentemente nace de la búsqueda humilde del individuo para dar respuesta por sí mismo a tales preguntas como: ¿Qué quiero realmente de la vida? ¿Qué promoverá mejor mi progreso espiritual? ¿Cómo puedo glorificar más firme y fielmente a Dios? ¿Cómo puede mi vida ser una bendición más grande para la humanidad?

Si preguntas tales como ésas le son importantes a usted, tal vez su demostración de recurrir de todo corazón a Dios, mediante la oración, le ayudará a responder, en bien de la humanidad, al desafío a la curación espiritual presentado por la tecnología de hoy en día y por una materialidad más complicada. La curación mediante el Cristo demuestra el poder más grande para bien en nuestro mundo. Atraviesa la oscuridad mental del dolor, del pesar y del mal, liberando a la humanidad de la esclavitud de creer que la vida no es nada más que temporal, aciaga, mudable y, por último, materia que no satisface. La curación mediante el Cristo puede traer libertad permanente de las formas más inveteradas de enfermedad. Y trae luz y gracia espirituales a la vida humana, una luz a la cual ningún rayo laser se acercará aun cuando la tecnología parezca, algún día, lograr las “maravillas” físicas que espera lograr.

A medida que se vea que la luz espiritual transforma la base misma de la vida individual y que da nueva esperanza a la búsqueda de la humanidad en procura de significado y propósito, la gente comprenderá, en mayor grado, por qué hay algunos que quieren confiar en la oración; en algo tan completamente tangible y eficaz como la oración realmente es. Cuando la curación mediante el Cristo viene, la vida realmente adelanta. Nada es jamás exactamente lo mismo.

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