¡Estaba esperando un bebé! La practicista de la Ciencia Cristiana que había llamado estaba tan encantada como mi marido y yo con la noticia. Pero a medida que ella y yo orábamos comencé a darme cuenta de que a pesar de que algo fascinante y maravilloso se estaba desarrollando dentro de mí, el verlo espiritualmente era comprender que no existe absolutamente nada físico o material en la creación de Dios.
En un sentido, el desarrollo de lo que parecía ser un niño físico, podría verse como el desarrollo en mi consciencia de una comprensión más clara de la verdadera idea del hombre. A través de la oración yo podía alimentar y nutrir esta idea, y esperar que se revelara con mayor claridad. Mi verdadera tarea para los siguientes nueve meses (y el futuro) era lograr la espiritualización de mi concepto de hombre y nacimiento, y aceptar al bebé como verdaderamente el hijo amado de Dios.
Algo que dice la Sra. Eddy en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, me hizo sentir que ésta no era una experiencia personal y aislada, sino una parte integral de la lucha de toda la humanidad para lograr el dominio espiritual y la liberación de la materialidad. Ella escribe: "La Ciencia divina asesta su golpe principal a las supuestas bases materiales de la vida e inteligencia".Ciencia y Salud, pág. 535.
Me di cuenta de que la practicista no nos había pedido a mi esposo y a mí que estudiáramos los conceptos de nacimiento, creación, identidad, porque iba a llegar un bebé a la casa, sino porque aquellos que cultivan una comprensión espiritual de la vida deben percibir que las creencias más fundamentales sobre la existencia material —entre ellas, la reproducción sexual, la genética y la evolución embrionaria— son, en realidad, mitos materiales que no se originan ni afectan a la Vida que es Dios. Siendo Espíritu, El no pudo hacer al hombre a través de medios o métodos materiales. El Espíritu no depende del polvo, de costillas, huevos, ni de ninguna otra forma de materia para producir Su propia imagen y semejanza. ¿Cómo lo hace? La Sra. Eddy dice: "Para Dios, saber es ser; es decir, lo que El sabe debe existir verdadera y eternamente.. . El es la Mente; y todo lo que El conoce se manifiesta, y debe ser la Verdad".No y Sí, pág. 16.
La Mente crea ideas, no mortales. Y estas ideas no aparecen al final de un canal de nacimiento, sino a través de canales de inspiración divina. Entonces, para preparar el camino para la idea de Dios, debemos tener inspiración y mantener abiertos los canales de inspiración para Sus ideas espirituales, que siempre están apareciendo.
Debo confesar que había tantos preparativos pequeños y humanos que parecía necesario hacer: pintar la habitación, comprar equipo, tejer escarpines, enviar anuncios.. . era muy tentador dejarse envolver por el feliz mundo de los bebés. Pero aunque la creencia material parezca tener sus placeres y previsiones también tiene sus dolores y frustraciones.
Si usted realmente quiere creer que es un mortal que acarrea otro pequeño mortal, ¡puede lamentarlo cuando ese pequeño mortal comience a ganar peso! ¿Por qué no aceptar simplemente desde el principio que la idea de Dios, la verdadera naturaleza suya y la de su pequeño, habita en la consciencia divina, no en un cuerpo material o un cuerpo dentro de otro cuerpo? El Amor, que está revelando la idea, la alimenta con alegría y vivacidad. En realidad ¿no es que la verdadera identidad, tanto de la madre como del niño, existe en la Mente divina, donde el hombre es sostenido, totalmente y sin esfuerzo, por Dios? Después de todo, la Biblia representa a Dios tiernamente prometiendo: "Yo hice, yo [te] llevaré, [te] soportaré y guardaré". Isa. 46:4.
Además, ¿no es cada idea en la Mente mantenida como una entidad distintiva? El hijo de Dios no depende de un sistema material respiratorio, circulatorio o digestivo, y no puede agotar la sustancia real o interferir con la acción verdadera. Cada idea de Dios depende de El para su existencia y continuidad, y ya incluye por reflejo las cualidades espirituales que expresan su individualidad distintiva. El Amor divino tiene abundante lugar para todas sus ideas, de manera que ninguna idea agobia ni obstruye a otra.
El considerar al nacimiento como un proceso espiritual y no físico, nos libera de las falsas limitaciones de fatiga. El crecimiento espiritual es vigorizante, fortalecedor, rejuvenecedor, no es depresivo o cansador. A medida que enfrentamos las claras demandas físicas de la maternidad, debemos tener listos la consagración y el altruismo que eliminan todo deseo de aceptar la creencia de fatiga. Con alegría podemos aceptar la responsabilidad de desafiar "las supuestas bases materiales de la vida e inteligencia" en cualquier forma que asuman.
Se deben hacer algunos preparativos humanos necesarios para el nacimiento y éstos no son motivo de ansiedad o preocupación. El desarrollo, inspirado por Dios, de la idea verdadera del hombre, ya incluye, necesariamente, todo lo que es necesario para cada etapa de progreso. Sólo debemos consultar el primer capítulo del Génesis para aprender que la Mente que hizo al hombre ya ha preparado la escena para la presentación ordenada e iluminada de todo el bien. Podemos tener confianza en que el desarrollo espiritual ocurre en la seguridad y serenidad de la Mente, donde sólo el Amor y sus ideas están presentes para ser testigos de ella. De la misma manera que Herodes no pudo detectar cuándo o dónde nació el niño Jesús, o impedirle cumplir su misión, nosotros podemos estar seguros de que la voluntad humana, el dominio personal y la resistencia al Cristo, la Verdad, no pueden interferir con el surgimiento natural de nuestra comprensión espiritual de Dios y el hombre.
La mejor y más práctica preparación que se puede hacer para el nacimiento es seguir las instrucciones de Ciencia y Salud respecto a la obstetricia: “Para atender de manera apropiada el nacimiento de la nueva criatura, o idea divina, debierais apartar de tal manera el pensamiento mortal de sus concepciones materiales que el nacimiento sea natural y sin peligro”.Ciencia y Salud, pág. 463. En las palabras de Pablo: “... estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor”. 2 Cor. 5:8. Estemos conscientes de la presencia de la Mente divina, Dios, y de Su absoluto dominio sobre Su hombre. Esto no quiere decir que nos resistamos o renunciemos tercamente al proceso normal del cuerpo para el nacimiento, pero a medida que nos volvemos al Principio divino, no a la anatomía física, con el fin de comprender el proceso del nacimiento, vemos a través de la escena material hacia la realidad espiritual donde el hombre, inseparable de su Hacedor, tiene su total herencia como el hijo de la Vida. Me di cuenta de que el nacimiento humano es más bien un sueño que una realidad. Aunque yo comprendía la importancia de cooperar inteligentemente en el proceso del nacimiento, también sabía que el despertar a la idea espiritual del nacimiento ilumina el sueño y disipa las sombras del dolor y el temor que sólo pertenecen al sueño, no a la verdadera idea del nacimiento.
Cuanto más totalmente aceptemos la naturaleza espiritual del nacimiento, tanto más fácilmente podremos demostrar que nada ha ocurrido de lo que tengamos que recuperarnos. El Padre genuino del hombre, la Mente divina, ¡no ha sido deformado o herido por el proceso creador! “Para Dios, saber es ser”, y el proceso de saber no agota las energías de la Vida, no rompe su cohesividad, ni interrumpe la actividad de la Mente. El reflejo de Dios está intacto, perfecto, fuerte y en paz.
Es útil recordar que el nacimiento espiritual no es un simple hecho, sino un desenvolvimiento continuo de la Vida. La Sra. Eddy escribe: “El nuevo nacimiento no es obra de un momento”. También dice, “El tiempo puede dar comienzo al nuevo nacimiento, pero no puede completarlo; eso es obra de la eternidad; pues el progreso es la ley de la infinitud”.Escritos Misceláneos, pág. 15. Este nacimiento espiritual no es un revés o una herida de la cual hay que recuperarse. Es en realidad el progreso espiritual que fortalece, sostiene, inspira y cura. No se manifiesta aflojando o rompiendo la relación del hombre con Dios, sino que es expresado humanamente en una mayor obediencia a la Mente, mayor fidelidad a la Verdad, y en una mayor demostración de la unidad del Amor con su idea, el hombre. El espiritualizar nuestra comprensión de lo que es el nacimiento en realidad, en contraste con el proceso material, trae una dimensión completamente nueva, y más profunda, a nuestra vida y a nuestros hijos.
El espiritualizar nuestro concepto acerca del nacimiento es un privilegio sin precio (no un gasto exhorbitante). No se mide en meses y no culmina en el nacimiento de un mortal. No es una cuestión de esperar un bebé, sino esperar en el Señor, de conquistar la creencia de vida e inteligencia en la materia. Es la labor sin dolor de comprender que Dios es Vida.