Hoy, por vez primera
desde que empecé a asistir
a esta pequeña iglesia,
noté que los espinos
han alcanzado las altas ventanas
por donde sólo el cielo yo solía ver;
sus flores violáceas
llenan ahora mi visión con color;
y pensé que, a lo largo
de esos mismos años, escuchando
en estos bancos la Lección-Sermón
yo también había alcanzado el cielo
y había crecido
(aunque con muchas ramas estériles
aún por podar)
a una perspectiva espiritual más elevada.