“Si soy electo, haré...” Todos hemos oído esos discursos. Por lo general son bastante esteriotipados. Este no lo era. Según recuerdo, era así:
“¡Cómo podré agradecerles! Esta es la primera vez en mi carrera política que he sido premiado por hacer algo sólo porque creí que era lo correcto. Nunca olvidaré este día, y les prometo solemnemente que si soy electo para el Congreso, siempre me esforzaré por servirlos partiendo de mi concepto más elevado de lo que es justo”.
Un grupo de mujeres agradecidas acababa de lanzar de manera sensacional la campaña del candidato para el Congreso de los Estados Unidos con una reunión política (en la forma de una tertulia). Se reunieron varios cientos de invitados. Todos ellos reconocían que cuando el candidato era concejal de la ciudad, su voto y valiente apoyo por un asunto de gran importancia para la comunidad habían sido el factor clave que hizo que el caso se resolviera a favor de ellos. En señal de agradecimiento le estaban extendiendo una mano de amistad y apoyo político en la elección venidera.
Todo esto ocurrió en un distrito donde, debido al prejuicio reinante en esa época, el concejal había recibido sólo un puñado de votos. En esta ocasión, él ganó las elecciones en ese distrito y fue electo para el Congreso. Sirvió a su país fielmente y bien en ese cargo por muchos años.
Puede ser que no siempre se presente una oportunidad para expresar gratitud por la integridad expresada por una persona al servir en un cargo público, pero pueden haber otras formas. Por ejemplo: nosotros, que vivimos en una democracia, podemos expresar gratitud en época de elecciones votando como esperamos que nuestros funcionarios públicos lo hagan en su cargo, partiendo de nuestro “concepto más elevado de lo que es justo”. Cuando sea factible, también podemos apoyar a nuestros candidatos contribuyendo monetariamente para sus campañas; pero lo más importante de todo, ¡podemos orar!
¿Orar para que gane nuestro candidato? ¡No! ¿Por qué no? Una buena respuesta la encontramos en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras. Aquí, Mary Baker Eddy, Descubridora y Fundadora de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), sucintamente dice: “La sabiduría del hombre no es suficiente para que lo justifique a dar consejos a Dios”.Ciencia y Salud, pág. 3. De manera que en lugar de decirle a Dios quién creemos que debe ganar, necesitamos orar para comprender más claramente la naturaleza espiritual del gobierno verdadero y lo que entraña. Esto ayuda a elegir a una persona idónea para el cargo. Incluso puede resultar en la victoria de “nuestro candidato”. Pero cualquiera que sea el resultado, nuestra oración no debe cesar.
La Ciencia Cristiana enseña que el único gobierno verdadero del hombre y el universo es totalmente espiritual. Como tal, es gobernado, reglamentado, apoyado y mantenido por Dios. La Ciencia Cristiana basa esas verdades omnipotentes en el registro original de la creación que se encuentra en la Biblia, donde el Espíritu, Dios, crea todo, incluso al hombre, e identifica lo que El creó como “bueno en gran manera”. Gén. 1:31.
El hombre, hecho a la semejanza divina, manifiesta la naturaleza de Dios en tales características como integridad intachable, sabiduría infalible y justicia imparcial. Esto, por supuesto, se refiere al hombre verdadero, la verdadera identidad espiritual de cada uno de nosotros. Pero no debe confundirse a los seres humanos con el hombre perfecto de la creación de Dios. Los humanos parecen ser una mezcla del bien y el mal. La Ciencia Cristiana explica que el bien —las cualidades morales y espirituales que lo humano manifiesta— es evidencia de que el hombre verdadero, el hombre creado por Dios, se nos está manifestando ahora. Así que cuando vemos integridad, honradez, generosidad, moralidad, sabiduría y dedicación expresadas por quienes sirven o aspiran a servirnos en el gobierno, podemos reconocer esas cualidades como evidencia de la presencia del gobierno de Dios en operación, y “bueno en gran manera”. Y podemos estar agradecidos.
Una oración de gratitud podría confirma que Dios, el Principio divino, es omnipotente, por siempre expresándose El mismo como el único poder guiador, protector, gobernador y motivador. Esta clase de oración apoya la habilidad de quienes están ejerciendo sus funciones para desempeñar sus deberes con valor e integridad. Nos ayuda a apreciar el bien que esas personas hacen. Puede inspirarlas a desempeñarse mejor. Bendice a todos.
En este momento puede ser que usted se pregunte: ¿Qué decir en cuanto al mal? ¿Acaso no vemos todos con demasiada frecuencia el abuso de autoridad de los funcionarios públicos? ¿Inmoralidad? ¿Engaño? ¿Corrupción? ¿Cómo se pueden ajustar esos males al gobierno de Dios? ¡No se puede! Magnetismo animal es el término que los Científicos Cristianos usan para describir el mal. La Ciencia Cristiana explica que lo que parece ser el mal es una ilusión que quisiera ocultarnos el gobierno de Dios. Ciencia y Salud dice que el mal “no es ni persona ni lugar ni cosa, sino simplemente una creencia, una ilusión del sentido material”.Ciencia y Salud, pág. 71. De manera que si vemos algo que Dios jamás hizo en nosotros o en otras personas, incluso en quienes trabajan en nuestro gobierno, estamos viendo “una ilusión del sentido material”.
Esto no quiere decir que ignoremos o encubramos casos de mal comportamiento. En lugar de eso oramos para ver el mal como una ilusión, carente de poder para atraer o tentar a alguien para que se comporte mal. A medida que oremos de esta manera, puede que nos sintamos guiados a dar ciertos pasos para encaminar la situación de maneras específicas. Nuestras oraciones pueden originar un cambio sin que haga falta ninguna acción ulterior de nuestra parte.
La tentación de creer en la realidad del mal es muy agresiva, particularmente cuando parece estar afectando a otra persona que no sea nosotros. Pero si aceptamos que el mal es real, si identificamos a otros con el mal, si creemos que es parte del hombre de Dios, si lo repetimos mental y audiblemente, nosotros en realidad nos transformamos en sus víctimas. Esto ocurre porque, aunque el mal parezca estar “afuera”, siempre está “adentro”, en nuestro pensamiento. Es aquí donde aceptamos como realidad o rechazamos como ilusión aquello que parece estar ocurriendo en el mundo exterior. Es simplemente lógico que si creemos en la realidad del mal para alguien más, lo hacemos real para nosotros mismos. Si comprendemos esto, no seremos inducidos a dar poder, lugar o identidad a la improbidad, a la voluntad desenfrenada, a la hipocresía, en el gobierno o en cualquier otra parte. Podemos negarnos a aceptar el mal por no ser más que ilusión, y orar específicamente para saber que tal comportamiento no puede tener poder sobre el hombre creado por Dios. Al hacer esto, no sólo nos bendeciremos a nosotros mismos, sino que beneficiaremos a aquellos que parecen haber sido influidos o atraídos por el mal.
Por causa de los torrentes de enojo, temor, crítica destructiva y prejuicio que con frecuencia son dirigidos a los funcionarios públicos, éstos pueden parecer, algunas veces, vulnerables a los ataques y tentaciones del magnetismo animal. Este, con mucha frecuencia y engañosamente, nos hace pensar que hay algo especial acerca de los funcionarios públicos que nos da el derecho de decir y pensar cualquier cosa cruel que elijamos acerca de ellos. No tenemos este derecho. Ni es esto libertad. Es abuso de libertad.
Cristo Jesús enseñó: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Juan 8:32. Libertad es el derecho de conocer la verdad; es decir, de conocer que la verdadera identidad espiritual del hombre es la única realidad de su ser. Abusamos de este derecho divino siempre que creemos que la ilusión del pecado es cualquier cosa menos ilusión. Así que cuando criticamos rencorosamente a alguien u odiamos a alguna persona, estamos, en realidad, abusando de nuestro propio derecho a la libertad.
Libertad es el derecho de conocer que el hombre está gobernado por Dios; que el único gobierno es totalmente espiritual. El identificar el gobierno de esta manera es la forma más poderosa de gratitud. Nos bendecimos a nosotros mismos y a los demás. Estamos protegidos de la tentación de creer en la “ilusión del sentido material” que podría hacer que temporalmente renunciemos a nuestra propia demostración de estar gobernados por Dios, como también apoyar, sin saberlo, un falso concepto de gobierno.
La Ciencia Cristiana enseña que en todo momento debemos esforzarnos por ver al hombre de la creación de Dios allí mismo donde el hombre mortal parece estar. ¡No hay excepciones a esta regla!
“Exhorto ante todo”, propugna un antiguo escritor cristiano, “a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad”. 1 Tim. 2:1, 2.
Expresemos, pues, nuestra gratitud hacia el gobierno obedeciendo esta exhortación. Al hacerlo, no sólo bendeciremos a nuestro propio gobierno, sino que tendremos parte en abrir el camino a toda la humanidad “para que vivamos quieta y reposadamente”.
Te alaben los pueblos, oh Dios;
todos los pueblos te alaben.
Alégrense y gócense las naciones,
porque juzgarás los pueblos con equidad,
y pastorearás las naciones en la tierra.
Salmo 67:3, 4