Cuando en retrospección miro mi vida, me regocijo en los grandes cambios que ha habido en mí desde que conocí la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) hace seis años. Con tal regocijo, también siento mucha gratitud al creador divino por su infinita misericordia, y por haberme guiado a estas enseñanzas. La siguiente promesa de Cristo Jesús se ha demostrado en mi vida. "Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" (Juan).
Fui criado en un país donde fui testigo de injusticias, opresión y desigualdad. Como niño que crecía en una familia muy pobre, recuerdo haberle preguntado a mi padre, por qué no podíamos tener una vida con más libertad. El me expresó que solamente por medio de un severo sufrimiento humano, uno tenía, después de la muerte, la garantía de una inmediata entrada en el cielo.
Llegué a mi vida adulta buscando una mejor respuesta y con una gran curiosidad intelectual y espiritual. Mis extensivas lecturas incluyeron varias obras filosóficas y religiosas. ¿Quién, o qué, es Dios? ¿Qué es el hombre? ¿Qué es la Verdad? Me repetía estas preguntas. Sentí que debería existir un ideal más alto que una deidad contradictoria que estaba muy lejos de dar un profundo significado y propósito a la vida. Desilusionado en mi búsqueda, me hice ateo por rebeldía. Sentí que como ateo estaría más cerca de ser un libre pensador.
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