Durante mi larga carrera de negocios, tuve media docena de empleos. Mientras que dos de ellos fueron por períodos de diecisiete y veintitrés años respectivamente, la terminación de estos empleos nunca fueron mi decisión propia, sino de la gerencia. Un sentimiento de fracaso predominaba en la evaluación que me hacía a mi mismo. En años recientes, un trabajo nuevo que me gustaba muchísimo también fue eliminado. De nuevo, me sentí desalentado, un sentido recurrente de mi falta de autoestima.
Echando un vistazo a mi vida, aunque fui criado en la Ciencia Cristiana, no había deseado hacerme miembro de la iglesia. Cambié mi manera de pensar cuando sané de un problema en la cadera mediante la ayuda devota de un practicista de la Ciencia Cristiana. Logré una nueva comprensión y aprecio por la Iglesia de la manera que la Sra. Eddy describe Iglesia en el libro Ciencia y Salud. Después de asistir a los servicios religiosos de la iglesia filial con regularidad, me hice miembro de La Iglesia Madre y de una iglesia filial local. En esta última me pidieron que sirviera en un comité y poco después que fuera su presidente. Al llevar a cabo mis deberes con entusiasmo junto a los demás miembros, me sentí nutrido por el amor que ellos me mostraron.
Una noche, cuando estaba preparando la iglesia para una reunión de negocios, me pidieron que tomara algunas responsabilidades adicionales que generalmente no estaban asignadas a nuestro grupo. Fue entonces que el siguiente pensamiento sanador me llegó: "Soy necesario; me necesitan". En ese momento, de pronto me di cuenta de que estaba libre del peso agobiador del menosprecio de mí mismo.
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