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No necesitamos postrarnos ante ídolos

Del número de diciembre de 1990 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Recientemente, un titular me llamó la atención. Decía: "Luchemos contra los ídolos en el pensamiento de la gente". El artículo hablaba de un país que hacía años que tenía conflictos, pero una historia similar se podría repetir hoy en muchas partes del mundo. Ciertas imágenes de facciones en lucha se arraigan en el pensamiento, y esas imágenes hacen que a las personas involucradas les sea difícil deshacerse del molde que les ha dado forma. Tales episodios, que se repiten diariamente, presentan la violencia y la destrucción como normales, a menudo sin ningún mensaje reparador o alentador. Estas experiencias tienden a perpetuar el temor, la agresión y la desesperación en el pensamiento humano.

Esas noticias demuestran la necesidad constante de vigilar nuestro pensamiento y preguntarnos a nosotros mismos qué modelos mentales estamos aceptando como verdaderos. Y por cierto, una de las grandes lecciones que enseña el cristianismo es que, por medio de la oración, podemos desafiar la validez final de un cuadro que presenta al hombre como un mortal contencioso y agresivo, y aferrarnos al concepto espiritual del hombre hecho a la semejanza de Dios, gobernado por el Principio divino de su ser.

Por supuesto que la importancia de desafiar imágenes falsas no es una cuestión de este siglo veinte. En las épocas bíblicas antiguas, los israelitas aprendieron a adorar a un solo Dios, y no debían sustituir Su naturaleza divina con representación material alguna. La idolatría estaba prohibida. Debían conocer a Dios por medio de Sus acciones y presencia ante Su pueblo. Se entendía que la indivisibilidad de Dios era implícita en Su carácter, y El jamás podía ser representado por medio de una forma humana, puesto que ello implicaría un Dios hecho por el hombre en lugar del gran Yo soy que se comunicó con Moisés en Horeb.

El libro del Levítico dice: "No haréis para vosotros ídolos, ni escultura, ni os levantaréis estatua, ni pondréis en vuestra tierra piedra pintada para inclinaros a ella; porque yo soy Jehová vuestro Dios". Es interesante analizar todo lo que implica esta prohibición de adorar ídolos. En última instancia, una imagen, tanto sea hecha de piedra como de una imagen verbal, puede que tienda a impedirnos tener una perspectiva diferente y más amplia. Debido a que causa una impresión acerca fuerte en nuestro pensamiento, puede que tienda a limitar la visión acerca de lo que nuestros ojos han visto.

Por supuesto, el mandamiento de los israelitas se refiere a la espiritualidad de Dios. La deidad era de primordial importancia en su vida, y, por medio de su obediencia a Dios, comenzaron a comprender la profundidad de su propia relación con El como Su linaje espiritual y a experimentar las bendiciones que vienen de este reconocimiento.

La Sra. Eddy, Fundadora de la Ciencia Cristiana, comenta en Escritos Misceláneos sobre las implicaciones de adorar a un solo Dios: "El Primer Mandamiento: 'No tendrás dioses ajenos delante de mí', sugiere la pregunta: ¿Qué significa este Mí, — Espíritu o materia? Ciertamente que no significa un ídolo esculpido, y tiene que significar Espíritu. De manera que el mandamiento quiere decir: No reconocerás inteligencia ni vida en la materia; ni encontrarás placer o dolor en ella".

Cuando empezamos a comprender a Dios como Espíritu, comenzamos a sentir la presencia y el poder de Dios de una manera más amplia en nuestra vida. Comenzamos a comprender como nunca antes la naturaleza infinita de la bondad de Dios. Entonces nuestra oración nos permite desafiar sobre la base de su irrealidad fundamental esos modelos de pensamiento que quisieran superponer imágenes de temor, enfermedad y pecado sobre la creación espiritual de Dios.

La vida de Cristo Jesús ilustra la manera en que la comprensión de Dios como Espíritu puede sanar la enfermedad, la incapacidad y el pecado, que son imágenes falsas en el pensamiento que quisieran mantener a hombres y mujeres esclavos de la mortalidad y la muerte. Jesús no se dejaba impresionar por los cuadros materiales que constantemente se le presentaban, porque él comprendía que el hombre es realmente espiritual, la idea o imagen de Dios. Así, el Maestro podía penetrar el cuadro falsificado del hombre como mortal, y restaurar en la gente que venía a él para ser sanada, la libertad que pertenece a los hijos e hijas de Dios.

A medida que seguimos por el camino que el Salvador tan claramente nos señaló, vemos que se hace más fácil desafiar las falsas representaciones de hombres y mujeres como seres materiales. La consciencia pura que proviene del Cristo no queda impresionada por la materialidad, porque la materia y el Espíritu no habitan juntos en el reino de la realidad. Cuando dejamos que el Cristo, la Verdad, nos despierte a las realidades siempre presentes del Espíritu, hallamos que éstas se vuelven más sustanciales en nuestra propia vida. De este modo ya no nos fascinamos ni horrorizamos inútilmente frente a las mentiras del mal. Dejamos de postrarnos a los dioses del temor, la depresión y la desesperanza, porque vemos su irrealidad. Comprendemos que el Espíritu es la única causa, y aceptamos que sólo la creación del Espíritu tiene efecto en nuestra vida.

Al hacer una analogía con el conocido gato Cheshire en el cuento Alicia en el país de las maravillas por Lewis Carroll, la Sra. Eddy escribe: "Por empezar, la noción de que el Espíritu es causa y fin, y que la materia es su efecto, es más ridícula que la 'sonrisa sin gato'; pues una sonrisa expresa la naturaleza de un gato; y esta naturaleza puede quedar en la memoria: pero la materia no expresa la naturaleza del Espíritu, y las grabadas sonrisas de la materia no son ni eliminadas ni retenidas por el Espíritu" (Escritos Misceláneos).

Hace algunos años, la verdad de esta declaración me trajo mucho consuelo y un sentido renovado de claridad cuando perdí a un querido amigo en un accidente. Oré para obtener confianza y paz, pero al principio era difícil pensar en otra cosa. Había aceptado la tragedia, y parecía totalmente real a mi pensamiento dolorido.

En esa época, era Lectora de una Iglesia de Cristo, Científico, y aun durante la preparación del culto religioso del domingo me sentía apesadumbrada. Ese domingo, el primer himno era uno de los poemas de la Sra. Eddy, que se titula "Satisfecho". A medida que se leía, las palabras alcanzaron un significado tal como nunca antes habían tenido. El poema dice en parte:

Del fiero mal la esclavitud
rompe el Amor;
la Ciencia es fuerza, Vida es luz,
y es Todo Dios.

Los siglos caen, cadenas no hay,
¡gloria a Dios!
Quien hace aquí Su voluntad
saciado es.

Repentinamente, el triste cuadro de vida en la materia que había estado albergando se desvaneció. La pena me dejó. No fue una cuestión de refrenar o ignorar una situación humana trágica sino de quedar libre de una imagen que no estaba haciendo bien a nadie. Me sentí en paz. Durante ese servicio religioso del domingo la verdad acerca de la totalidad del Espíritu y la nada de la materia se me hizo más real. Pude ver que, en realidad, la verdadera identidad espiritual de mi amigo no había sido alcanzada por la muerte. Que él era aún uno con Dios, viviendo y actuando de acuerdo con el Principio divino, el Amor.

Podemos estar alerta para no ser engañados y atemorizados por la multitud de formas en que se presenta el mal, que desfilan hoy arrogantemente ante el pensamiento. Jamás somos impotentes ante una mentira, y la comprensión de esto nos permite actuar valientemente en nombre de toda la humanidad. Podemos orar para obedecer la exhortación de Pablo a los cristianos en Corinto: "Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo". Nos ayudaremos inmensamente a nosotros mismos y a todo el mundo cuando seamos fieles a esta verdad.

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