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Cada Vez Que abro un ejemplar...

Del número de octubre de 1992 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cada Vez Que abro un ejemplar de las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana, siento una especial gratitud por todos los que han presentado un testimonio de curación. Esto quiere decir que él o ella ha amado lo suficiente para hacer el esfuerzo de contribuir. Quiero, por fin, agregar unas cuantas experiencias de curación a la lista.

De niña padecí de tantas dolencias, incluso problemas reumáticos del corazón, que los doctores recomendaron que me quedara en casa y tuviera un profesor particular. Sin embargo, mi abuela había comenzado a estudiar la Ciencia Cristiana recientemente, así que mi madre me inscribió en una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Mi salud mejoró a medida que aprendimos a aplicar esta Ciencia sanadora y yo continué disfrutando de una educación completa y terminé varias carreras.

Muchas dificultades físicas se han superado mediante la oración, incluso el problema del corazón, hemorragias que seguían por varias semanas, dolores de cabeza fuertes, deficiencia de color normal y circulación en mis pies, gripes y erupciones de la piel.

Los dolores de cabeza continuaron periódicamente por varios años. Cuando mi propio trabajo de oración se hizo más consecuente, el temor a los síntomas finalmente desapareció. Vi que no es posible conocer a Dios, el bien, como el gran Yo soy, y al mismo tiempo hacer homenaje a un llamado poder secundario. Aprendí a rendir tributo al Creador, a aferrarme a la Verdad sin tregua, como Jacob en la historia bíblica, hasta romper la aurora. Durante esos años pude trabajar continuamente y servir tres años como Segunda Lectora en mi iglesia filial sin perder un domingo, y estoy muy agradecida de decir que tuve una curación completa.

Mientras preparaba el desayuno una mañana, sentí como un golpe en la espalda que me causó desmayo por un momento. Pedí ayuda y mi esposo vino rápidamente. El declaró la verdad de que en realidad soy una idea espiritual de Dios y no puedo sufrir daño. Sentí gozo y alivio al escuchar esto, y la verdad de sus declaraciones fue tan clara para mí que en unos pocos minutos estuve bien. Esta dificultad nunca volvió a presentarse.

Un practicista de la Ciencia Cristiana oró por nuestra familia durante la noche en una ocasión en que cuatro de nosotros estuvimos enfermos. Por la mañana supimos que un canal defectuoso en nuestra casa había causado envenenamiento por monóxido. Los bomberos estaban sorprendidos de que habíamos sobrevivido y no habíamos sufrido ningún efecto secundario.

Problemas dentales han sido resueltos al comprender la perfección de la creación de Dios que predomina sobre la evidencia falsa de los sentidos materiales. Una vez un diente con absceso sanó. En otra ocasión una radiografía mostraba que un diente estaba saliendo debajo de un molar. El dentista me urgió a hacer una cita para que hicieran cirugía. Sin embargo, me sentí segura del hecho espiritual de que la sustancia verdadera es espiritual y que la materia, carente de inteligencia, no puede interferir con la armonía y el bienestar que tiene el hombre por ser el reflejo de Dios. La cita nunca se pidió. Radiografías posteriores no mostraron interferencia de otro diente.

Es un privilegio trabajar para la Causa de la Ciencia Cristiana. Mi oración es seguir la pauta que da la Sra. Eddy en The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany: “Cada día Lo siento a El más cerca, Le amo más y humildemente ruego poder servirle mejor”.


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