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En busca de un hogar

Del número de octubre de 1992 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


“El Casado Casa quiere” es un refrán muy usado en mi país para los que se casan. Lo que ilustra universalmente es que todos anhelamos tener un hogar.

Nuestra familia no fue diferente en este sentido. Nuestro pequeño apartamento ya no resultaba adecuado para nuestra familia en crecimiento, y no había sitio para que los niños jugaran. Queríamos mucho tener nuestro propio lugar, uno que pudiéramos comprar, pero esto sencillamente parecía imposible. Teníamos mucho temor y poco dinero. Ni siquiera calificábamos para los programas de adquisición de casas auspiciados por el gobierno.

Sin embargo, como estudiante de la Ciencia Cristiana con frecuencia me volvía a Dios en busca de curación mediante lo que aprendía de Su omnipresencia y de Su ley divina. Había empezado a comprender que Dios es un Padre amoroso que cuida perfectamente de Su creación espiritual. Muchas veces ésta comprensión espiritual más profunda había traído curación.

A medida que oraba con respecto a nuestra necesidad de tener un hogar, me di cuenta de que podemos liberarnos y ayudar a otros a liberarse del temor y la limitación que obstruyen el progreso. Yo había aprendido de la Biblia que Dios, el Amor divino, está siempre presente. Al leer Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, había aprendido que todo lo que niegue la omnipresencia del Amor no es el poder o presencia que parece ser, sino que es la negación de la Vida verdadera, o Dios.

Partiendo de esta base, comencé a ver que es Dios quien gobierna al hombre, no la inflación, las circunstancias, la falta de oportunidades, o cualquier otra condición humana. Había empezado a ver que todo lo que sea opuesto a Dios solo parece tener poder en la medida en que creemos en él y aceptamos que un poder falso nos gobierna. Desde luego esto es “creencia” en un sentido profundo. Superar este temor o ignorancia demanda la regeneración de nuestra vida que viene mediante el poder del Cristo, la Verdad. No es un simple cambio de una creencia que no nos gusta, a una creencia que nos es agradable. Es necesario que se confronte la condición humana con honestidad y que demos una respuesta a Dios, quien revela Su naturaleza, voluntad y afecto verdaderos por Su idea espiritual, el hombre.

En la medida que refutemos el mal mediante la oración, reclamando de todo corazón nuestra unidad con Dios, el Amor divino, podemos comenzar a probar, a ver evidencias, de nuestra propia ininterrumpida relación con el Amor divino siempre presente. Esto nos trae curación y ajuste en la vida diaria, y responde a toda necesidad humana.

La existencia humana es muy parecida a un sueño; no es todo lo que parece ser. Podemos soñar que estamos volando, y este sueño puede parecer muy real. Sin embargo, cuando despertamos, estamos en casa. Se podría decir que el cambio es un estado de consciencia, puesto que en realidad nunca salimos de la casa. De una manera similar, me di cuenta de que el desafío que enfrentábamos respecto a las circunstancias que nos limitaban, era muy parecido al sueño en cuanto a que negaba la verdadera realidad de que estamos al cuidado de Dios y que recibimos Su provisión para nuestra vida.

Cuando nos dejamos llevar por los conceptos materiales, o cuando estamos bajo la influencia de los temores que nos rodean — acerca de nuestros hogares, la economía, la creencia de que nunca hay suficiente para todos — no hemos despertado a la herencia que Dios ha dado al hombre. A medida que nos volvemos a Dios, comprendiendo que El es la fuente de todo el bien y que no hay límite en Su bondad, captamos Sus conceptos inmutables de justicia y equidad para todos, de amor y progreso ininterrumpido para toda Su creación. Al hacer esto, nos ponemos del lado de todo lo que es real.

Esto es lo que hice. Puse de lado todo pensamiento limitado que tuve, y recurrí a la Biblia. Allí encontré esta afirmación de Cristo Jesús en el Evangelio según Mateo: “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?”

Pensé, si los pájaros tienen derecho a tener sus nidos, entonces todas las personas pueden esperar tener un hogar que responda a sus necesidades. Dios, el Amor divino, cuida de todos; Su amor no excluye a nadie. También encontré un pasaje en Ciencia y Salud que presentaba la misma idea: “El pinzón de las nieves canta y se remonta entre las ráfagas de viento; no tiene catarro por haberse mojado las patas y se procura una residencia de verano con más facilidad que un nabab”. (Nabab es una palabra proveniente de la India que describe una persona rica e importante; originalmente un oficial de provincia.)

Poco a poco me fui sintiendo más segura de estos hechos espirituales. Cuanto más oraba, más segura me sentía de que la creación de Dios es perfecta, completa, abundante y que, de hecho, ¡no tiene callejones sin salida! A medida que oraba, afirmaba la bondad y protección de Dios, refutando lo que no es bueno. El temor, la preocupación, y la desesperación desaparecieron. Estaba enfrentando el problema desde un punto de vista espiritual, teniendo en cuenta la creación completa y perfecta de Dios en la cual no carecemos de nada.

Seguimos buscando y pronto encontramos un apartamento en construcción. Pero también había necesidad de un ingreso adicional. En menos de una semana me aceptaron como secretaria ejecutiva aunque escasamente tenía tres meses de experiencia previa. Naturalmente estábamos felices con estos acontecimientos, los cuales yo atribuí totalmente a lo que estaba aprendiendo de Dios. Así que no me sorprendió darme cuenta de que los descubrimientos espirituales que estaba haciendo me capacitaron para ayudar a otra persona también, nuestra sirvienta.

En algunos países tener sirvienta se considera señal de riqueza, pero en otros países no es así necesariamente. Mucha gente de recursos módicos tiene ayuda ocasional en su casa. Es un acuerdo mutuo que ayuda a las familias que necesitan más de un empleo para abastecer a sus hogares, y ayuda a la gente de recursos aún más modestos que urgentemente necesitan un empleo.

Esta persona estaba construyendo una casa propia de ladrillo en una favela, un barrio pobre de la ciudad. Lo que más necesitaba eran ventanas. Debido a la inflación creciente, hasta las cosas tan simples como las ventanas eran tan caras que estaban lejos de su alcance con los recursos que tenía. Ella era muy receptiva a las verdades espirituales que estaban ayudando a nuestra familia en nuestra búsqueda de un hogar, así que compartí con gusto con ella lo que yo estaba aprendiendo y cómo estaba orando. Hablé del gran amor que tiene Dios por Sus hijos. Le dije que cada vez que pensara en la necesidad de las ventanas, se acordara del infalible amor de Dios. Le aseguré que ya tenía los recursos espirituales para cualquier cosa que necesitara. Oramos juntas. Había tomado mucho tiempo comprar las dos primeras ventanas; pero después de empezar a orar compró las dos últimas muy pronto.

El amor de Dios es en verdad universal e ilimitado. A medida que progresamos espiritualmente mediante nuestra creciente comprensión de Dios y de la unidad del hombre con El, nuestra vida refleja la luz del Cristo, la Verdad, y podemos ayudar a iluminar la vida de los demás. Nadie es excluido de su verdadero hogar espiritual, la consciencia que comprende la inmediata presencia de Dios y Su poder.

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