Esta Es Una de las exigencias más fuertes que se hace a un cristiano. Y cuando respondemos a ella con humildad, sentimos un verdadero gozo. El lavado de los pies asume diferentes formas y cada una de ellas nos hace más virtuosos.
La Biblia nos relata que una mujer, cuya condición social era poco aceptable, se presentó, sin ser invitada, a una cena formal servida por un fariseo llamado Simón, y a la cual Cristo Jesús había sido invitado. La razón por la cual Simón se acercó al Maestro fue para mostrarse haciendo un gran gesto humano. ¿Por qué razón se acercó la mujer? Ella lavó sus pies con lágrimas. ¡Qué contraste!
Cuando oramos, ¿cómo nos acercamos a Cristo, la Verdad? Algunas veces la mente humana se apresura a hacer grandes declaraciones de la realidad, proclamando la perfección de Dios y del hombre. Pero eso jamás alcanzará la perfección. Nuestro sentido espiritual sale a la superficie solamente cuando esta mente se humilla; entonces descubrimos y nos regocijamos en el hecho de que el hombre está hecho a imagen de Dios, puro y completo. Aquellas lágrimas de arrepentimiento que enjugaron los pies de Cristo representan el echar de sí la personalidad mortal, un proceso de depuración que nos permite manifestar las verdades del ser con una convicción y autoridad espirituales que sanan.
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