Murphy es un potrillo alazán de la raza Morgan. Nació en nuestra granja y siempre ha estado con nosotros. Un día cuando lo iba a sacar del establo para llevarlo a pastar, me di cuenta de que apenas podía pasar por encima del umbral. Se mostraba reacio a caminar conmigo. Por lo general, hace todo lo posible por adelantarse y ser el primero en llegar a la tranquera.
Al observarlo me di cuenta de que los cascos y las patas le causaban mucho dolor. Quería echarse constantemente. Los caballos rara vez se acuestan por períodos largos a menos que algo ande mal. Tal vez a comienzos de la primavera se los pueda ver recostados en el suelo recibiendo así mejor el calor del sol primaveral, pero normalmente se encuentran más cómodos de pie.
Murphy daba tres o cuatro pasos y luego intentaba echarse. Yo trataba de mantenerlo de pie, pero él se quedaba parado por un instante, daba uno o dos pasos, y se volvía a echar. Los miembros de la familia nos turnábamos para caminar con él.
Cuando yo lo hacía andar, no me limitaba simplemente a caminar. Oraba. Oraba de todo corazón para comprender mejor que Dios es el creador del hombre y del universo. Puesto que Dios, el Espíritu, es el único creador, Su creación — incluso este caballo — es espiritual. Aunque Murphy era un animal, no una persona, era un buen amigo y, por cierto, yo quería que estuviera bien. La Ciencia Cristiana me había enseñado que el hombre es la idea más elevada de Dios y que, aunque los animales son ideas menores de Dios, no por eso dejan de formar parte de Su creación ni dejan de recibir el cuidado de Dios. Al orar, vi con mayor claridad que el único poder o ley que gobernaba la creación era Dios, el Principio divino. Ni una sola idea — menor o mayor — podía estar fuera de la jurisdicción del Amor, el bien.
La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “El Amor da a la idea espiritual más pequeña poder, inmortalidad y bondad, que brillan a través de todo, como la flor brilla a través del capullo. Todas las variadas expresiones de Dios reflejan salud, santidad e inmortalidad — Vida, Verdad y Amor infinitos”.
Oré para reconocer mejor las cualidades espirituales que presentaba esta idea menor: su fuerza, movimiento, obediencia, lealtad, belleza y gracia. Puesto que estas cualidades se originaban en Dios, el Espíritu, y se expresaban en Su universo espiritual, Su creación espiritual no podía ser privada de ellas. Sabía que esas cualidades eran impulsadas por Dios, y no estaban limitadas por los músculos y los huesos.
Continuamos alentando a Murphy a permanecer de pie la mayor parte del día y de la tarde. Fue mejorando. Cuando llegó la noche, se sintió con ánimo para pararse y mordisquear el pasto sin tratar de acostarse.
A la mañana siguiente caminó con un poco más de libertad y continuó mejorando durante los días que siguieron.
Unos días después vino el herrero a desbastar los cascos de Murphy y volverle a colocar las herraduras. Le quitó la herradura de un casco, y exclamó alarmado: “Este caballo ha estado gravemente enfermo”. Llamó a la enfermedad “laminitis”, y en este caso una parte del casco se había separado de la pata, sin dejar la superficie dura necesaria para que el caballo se apoyara.
Yo sabía que debía continuar cuidando a Murphy mediante la oración. Pensé que la palabra separación era una creencia. En la Biblia el Apóstol Pablo habla sobre la separación: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?”
El apóstol continúa: “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”.
Comprendí en qué medida esto había sido cierto en la vida de Cristo Jesús. Todas sus curaciones y enseñanzas habían probado que la creación de Dios no podía dejar de sentir el amor de Dios. Y seguramente este inocente animal no podía dar origen a la creencia de separación.
Comencé a vigilar cada uno de mis pensamientos muy cuidadosamente. Mantuve mi pensamiento muy claro acerca del hecho de que yo no podía estar separada del amor de Dios. Ninguna idea de Dios podía estar separada de la armonía de Su presencia. Dejé de temer por Murphy y por mí, y me dediqué a entender más acerca de la presencia indivisa de Dios, Su poder total, Su ley de amor divino, que es inseparable, impersonal e imparcial.
Al reconocer más mi unidad con Dios, comprendí que nada podía separarme a mí ní a cualquier otra parte de la creación de Dios, del gobierno de Su ley.
Llegó el día en que el herrero debía volver. Sacó a Murphy del establo y le quitó la herradura y la almohadilla del casco. De pronto exclamó: “¡Dios mío, venga a ver esto! ¡Venga a ver esta pata!”
Cuando yo miré la pata, el herrero señaló: “¡Mire, la pata y el casco han crecido juntos!” Miré, y como él decía, no había separación en su pata. Murmuró para sí: “Solo Dios pudo haber hecho esto”.
Murphy ha estado muy activo. Ha ganado varios premios en competencias en el Morgan Grand National. Recientemente ganó el trofeo de 'High Point Carriage Driving' en la feria del estado. Me regocijo en la presencia de la ley de perfección espiritual que gobierna a Su creación entera, incluso a Murphy y a mí.
