Cuando Era Chico, si algo desafortunado me sucedía o le sucedía a un amigo o a un familiar, pensaba: "Bueno, así es la vida". Eso es lo que me habían enseñado, y lo creía. Después de todo, mi vida no había sido tan buena. Mis padres se divorciaron cuando comencé la escuela primaria. Cuando fui más grande, ambos tuvieron serias dificultades físicas. Las experiencias fueron duras, tanto para ellos como para mí. Una y otra vez se me dijo, a medida que crecía: "Haz lo mejor que puedas, y eso es todo lo que puedes hacer, porque así es la vida".
Con el correr de los años, en una desesperada búsqueda de la verdad, probé drogas, alcohol, meditación, homeopatía y visualización creativa. Algo en mí no aceptaba que las cosas tuvieran que ser siempre malas. De modo que continué buscando.
Después de mi primer año en la universidad, decidí cambiarme a una escuela de música. Allí mi primer compañero de cuarto era un Científico Cristiano. (Nunca había oído hablar de la Ciencia Cristiana.) No me llevó mucho tiempo darme cuenta de que él era diferente: rara vez se enfermaba, y cuando le sucedía, no era por mucho tiempo; siempre estaba contento, deseoso de ayudar a los demás, y sentía alegría de vivir; no bebía alcohol ni fumaba; y en su escritorio había dos libros que estudiaba, especialmente todas las mañanas. ¿Dónde estaban sus problemas?
Un día le pregunté por esos libros que tenía en su escritorio y cómo era que él parecía estar siempre contento y sin problemas aparentes; fue entonces que mi concepto de la vida comenzó a cambiar. Tuvimos una serie de conversaciones profundas que duraban hasta tarde en la noche; fui aprendiendo más y más sobre el amor de Dios y las verdades espirituales que eran tan valiosas para mi compañero. El fue la primera persona en decirme que no tenía que sufrir, que Dios podía actuar mucho mejor que yo como ser humano, aun al más alto nivel de mis capacidades; y que no tenía que aceptar que todas las experiencias desafortunadas que había tenido pudieran afectar adversamente mi vida. De hecho, me explicó que esas experiencias no eran parte de mi verdadera identidad, porque el hombre espiritual siempre mora bajo el cuidado de Dios.
Bueno, una vez que me sentí tocado por el amor de Dios, simplemente no pude aceptar nada que fuera menos que ese amor. Mi compañero de cuarto me invitó a asistir a una clase de la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, y lo hice. También me invitó a una reunión de testimonios de los miércoles por la noche, donde sentí el amor que expresaban los miembros de la iglesia tanto por la Ciencia Cristiana como por todos los congregantes, no solo por los Científicos Cristianos. Impresionado muchísimo por la gran diferencia que veía en contraste con todos los otros sistemas que había probado, me sentí impactado por todo lo que escuché.
Por último, me di cuenta de que no tenía que aceptar ese concepto tan viejo y tan falso de que el mal es una parte inevitable de la vida. Asistí a la Escuela Dominical con regularidad, adquirí mis propios ejemplares de la Biblia y Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, y un año después me hice miembro de La Iglesia Madre.
Desde que comencé a estudiar la Ciencia Cristiana, hubo algunas curaciones físicas muy claras, como las de dolores de cabeza y problemas intestinales. También sané completamente del deseo de tomar drogas o alcohol. Pero, principalmente, mi curación ha sido una curación del corazón. Ha sido una curación de toda mi vida y de la dirección que ella estaba tomando. Esta es, para mí, la curación más importante de todas.
¡Estoy tan agradecido por la Ciencia Cristiana y por la receptividad que tuvo la Sra. Eddy a esa maravillosa Verdad sanadora! Estoy agradecido por Cristo Jesús, quien dio el ejemplo perfecto para todos, y demostró que Dios está siempre presente y que la Vida es Dios. También estoy infinitamente agradecido por mi compañero de cuarto, que no tuvo miedo de compartir la Ciencia Cristiana, que fue lo suficientemente paciente para contestar a y lo suficientemente confiado para poner toda la situación en manos de Dios. Ahora entiendo, más que nunca, lo que realmente es la Vida.
Boston, Massachusetts, E.U.A.