Hace Dos Años, si alguien hubiese cuestionado mi total abstinencia de bebidas alcohólicas, lo último que hubiese contestado habría sido: "Tengo razones religiosas". Eso era, en primer lugar, porque no me sentía particularmente inclinada a tener que dar explicaciones sobre la Ciencia Cristiana. Y, en segundo lugar, porque en la universidad trato a menudo con gente que piensa que la religión es lo menos popular que existe.
Pero últimamente, me he dedicado a pensar bastante sobre el tema, y mi punto de vista, respecto a porqué tomo las decisiones que tomo, se ha vuelto más básico y franco. Empecé a comprender mejor una declaración que Mary Baker Eddy hace en Ciencia y Salud cuando describe la individualidad espiritual del hombre a semejanza de Dios: "Ese concepto científico del ser, que abandona la materia por el Espíritu, de ningún modo sugiere la absorción del hombre en la Deidad y la pérdida de su identidad, sino que confiere al hombre una individualidad más amplia, una esfera de pensamiento y acción más extensa, un amor más expansivo, una paz más elevada y más permanente".
No tomé alcohol en la escuela (cuando estuve pupila o en la escuela secundaria) porque seguía el ejemplo de mis padres. Sin embargo, a veces me sentía aislada, diferente, de mis amigos. Cuando me invitaban a beber, yo decía: "No me gusta el sabor" o "El alcohol es demasiado caro" o "Me gusta tener control de mí misma".
Esas respuestas eran generalmente aceptadas y aún son válidas para mí. Pero después que entré en la universidad, comencé a preguntarme si no me estaba perdiendo algo. Yo había adoptado una norma de abstinencia con respecto al alcohol sin siquiera haberlo probado. Y lo importante era que yo no entendía realmente la razón espiritual subyacente para no usar drogas, y las otras razones no siempre eran convincentes, ni siquiera para mí.
Finalmente, tomé la resolución de no tratar de descubrir qué me estaba perdiendo en relación con la bebida, sino de estudiar con mayor profundidad la religión en la que me había criado, descubrir algo acerca del "concepto científico del ser" que explica la Ciencia Cristiana. Acepté el reto de descubrir lo que yo creía que me estaba perdiendo como una oportunidad para descubrir más acerca de esa "individualidad más amplia" que menciona la Sra. Eddy.
Yo conocía las enseñanzas básicas de la Ciencia Cristiana: que en razón de que Dios, el Espíritu, es perfecto, Su idea, el hombre, debe ser espiritual y perfecta; pero no podía realmente explicarme la conexión práctica que existe entre estas verdades espirituales y mis decisiones o comportamiento humanos. Debía existir algo que mostrase una relación entre lo que el hombre parece ser, desde un punto de vista relativo y carnal, y lo que realmente es, como el linaje de Dios. Pienso que lo que yo necesitaba saber era si lo humano coincide de alguna manera con lo divino. ¿Es que lo único que existe es la naturaleza humana y material?
La Ciencia Cristiana es radical. Nos dice que seguir a Cristo Jesús — en su sentido literal — es algo práctico. Jesús estaba constantemente consciente de la unidad del hombre con el Padre. El dijo: "Yo y el Padre uno somos". También dijo: "El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará".
A pesar de la pobreza, la enfermedad, la muerte, la rigidez teológica y la duplicidad del mundo que lo rodeaba, Jesús sanó toda clase de enfermedades y de miserias. Dijo que el reino de los cielos es algo accesible ahora mismo. También dijo una y otra vez que la pureza, la mansedumbre y un anhelo de justicia, traen felicidad.
De modo que una de las cosas en que empecé a pensar fue la diferencia entre el sentido espiritual y los sentidos materiales. Me tracé la siguiente analogía: Pensé que Dios y Su Cristo, la Verdad, siempre presente y con poder para destruir todo tipo de error, eran como el sol y la luz. Y luego pensé que los pensamientos materiales — que nos dicen que el hombre es tanto creador como destructor y que está sujeto a todos los temores, enfermedades y miserias de la raza humana — eran como la niebla.
Ahora bien, si a usted le piden que despeje una niebla (hipotéticamente hablando, por supuesto), no va a agregarle más niebla, ¿no es así? sino que seguramente tratará de que reciba una buena dosis de rayos solares. Así que, si usted se siente desdichado, solo, asustado, ¿de dónde va a esperar una respuesta? ¿De la misma fuente que trajo el problema, es decir, de la confusión o niebla acerca de su verdadera naturaleza como hijo de Dios? Tarde o temprano tenemos que admitir que las soluciones humanas que no toman en cuenta la naturaleza espiritual del hombre y se basan en un punto de vista erróneo y limitado acerca del hombre, nunca pueden proporcionarnos respuestas permanentes respecto a la vida ni elevarnos moralmente; y tampoco pueden extirpar en forma eficaz nuestros problemas a su nivel más profundo nuestra necesidad es, esencialmente, una necesidad espiritual.
El sol no tiene que efectuar ningún cambio en sí mismo, ni siquiera necesita saber algo sobre la niebla para disiparla. Simplemente, hace lo que le corresponde hacer y sigue brillando. Dios tampoco necesita cambiar algo o mejorar alguna cosa. El Amor sigue siendo Amor, la Vida sigue siendo Vida, la Verdad sigue siendo Verdad; la naturaleza íntegra de Dios sigue siendo la misma eternamente. Cristo Jesús enseñó que es nuestra percepción del ser del hombre lo que debe cambiar a fin de liberarnos de la neblina material, o error. Es evidente que cuando uno ve el sol brillar a través de la niebla, o más importante aún, cuando es posible comprender a Dios con el sentido espiritual, la niebla se convierte en algo inexistente, en algo carente de poder. La Sra. Eddy dice en Ciencia y Salud: "... el hombre no es material; él es espiritual", y esta idea es fundamental en la enseñanza de la Ciencia Cristiana.
Por lo tanto, me di cuenta de que quería dedicar mi atención y mi confianza al desarrollo del sentido espiritual acerca de lo que es real e importante. Es obvio que es engañoso esperar que una droga (ya sea alcohol o cualquier otra), que intrínsecamente no posee inteligencia alguna, pueda brindar seguridad, felicidad o satisfacción. Cuando los efectos de la droga desaparecen, uno vuelve a sentir los mismos temores y soledad de antes y a pensar en las estrategias defensivas que uno tenía al principio.
Comencé a ver que tener confianza en Dios es algo natural. El es la fuente de nuestra sustancia, bondad e inteligencia; de modo que el hecho de aprender a comprenderlo nos infunde la seguridad de que nos estamos apoyando en algo en que podemos confiar. Cuanto menos pensemos en nuestros sentidos materiales como el centro de información de nuestra verdadera naturaleza, menos dependeremos de la materia. Entonces veremos con más claridad la autoridad que Dios nos otorga sobre el temor, la enfermedad, la soledad, la insatisfacción y el desaliento. Al ejercer nuestro sentido espiritual, podemos dejar atrás las creencias, limitaciones e ilusiones de los sentidos que por tanto tiempo atesoramos.
Esta es una especie de resumen del proceso que tuvo lugar en mi pensamiento. No podría decir exactamente en qué momento ocurrió, pero hace poco comprobé que no me sentía ni remotamente privada de algo por el hecho de no beber. Por el contrario, me siento más segura y más feliz que nunca. Ahora me doy cuenta de que este cambio era, en realidad, muy lógico. Al ir comprendiendo la razón espiritual de mis preferencias — y no sólo aceptándolas ciegamente con el propósito de ser como mis padres — el gozo, la vitalidad y la satisfacción, que son innatas en el hombre, comenzaron a expresarse de un modo natural. No hicieron falta las justificaciones ni me sentí cohibida al negarme a beber.
Pude dejar atrás todas las cargas (incluso la creencia de que las drogas pueden ser realmente agradables o beneficiosas) que pudiesen estorbar mi confianza en el Espíritu. Antes, yo había aceptado las normas de mis padres por una cuestión de fe. Ahora comprendía la sabiduría y la libertad de confiar en Dios. Percibí que al tener control sobre mis actos, palabras y valores, yo estaba ejerciendo realmente mi sentido espiritual, viviendo mi verdadera naturaleza.
Cristo Jesús dijo: "Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido". Estoy comenzando a identificarme con lo que él quiso decir. Estoy descubriendo, a través de mi estudio de la Ciencia Cristiana, la manera de escuchar y responder al sentido espiritual.
Lo estoy pasando maravillosamente bien — en las fiestas, en mi casa, en la universidad — no debido a los informes que los sentidos materiales me hacen llegar respecto a cómo están las cosas, bien o mal, sino porque el sentido espiritual está diciéndome siempre que como reflejo de Dios, soy integra, amorosa, alegre y estoy siempre satisfecha. Estoy aprendiendo que cualquier pensamiento de que me estoy perdiendo algo, queda eliminado si me vuelvo a Dios para conocer más acerca de la verdadera naturaleza espiritual del hombre.
Alaba, oh alma mía, a Jehová.
Bienaventurado aquel cuyo ayudador
es el Dios de Jacob,
cuya esperanza está en Jehová su Dios.
Salmo 146:1, 5
