Un Viento Caliente y seco soplaba del Mar Egeo cuando el guía de nuestra excursión nos llevaba por una vía pública empedrada — Calle Curates, como la llamaban en los tiempos bíblicos — a través de las ruinas del antiguo puerto marítimo de Efeso. Cuando se detenía en el camino para mostrarnos la Fuente de Traján o los baños romanos, nos cobijábamos siempre que podíamos a la sombra de alguna columna o estatua para obtener alivio del sol abrasador del pleno verano. Sólo podía pensar en que me gustaría parar para tomar un refresco con mucho hielo.
De pronto nuestro guía se dio vuelta rápidamente para sacudirnos: "¡Se dan cuenta", dijo casi gritando, "que están caminando en los pasos de Pablo y de Juan, por la misma calle que ellos transitaban diariamente!"
Ninguno de nosotros lo había pensado así. Especialmente para los que éramos cristianos, todo lo que el guía nos mostró a partir de entonces cobró mayor importancia. Y de alguna manera el calor importó menos.
Vimos donde vivió Pablo, el enorme mercado en el que sanó a los enfermos y predicó las enseñanzas de Cristo Jesús durante casi tres años ante judíos y gentiles por igual, y los apartamentos en que se ganó los corazones — uno por uno — de los efesios que después lo ayudaron a iniciar una iglesia en la ciudad. Vimos los cimientos del magnífico templo de Diana, en el que Pablo denunció las imágenes de la diosa de la fertilidad que vendían Demetrio y los plateros.
Finalmente, vimos el gran teatro en la colina que da al azul mar Egeo donde, de acuerdo con el libro de Hechos, toda la ciudad (y el teatro tiene capacidad para 24.000 personas) se llenó de ira contra Pablo. Pero, aun entonces, Pablo perseveró en su ministerio de amor a la gente. Resumiendo su ministerio en Efeso, la Biblia simplemente registra: "Así crecía y prevalecía poderosamente la palabra del Señor". En todo esto, Juan apoyó a Pablo y tiernamente se ocupó de la novata iglesia después de la muerte de Pablo.
Fue algo muy especial caminar en los pasos de Pablo y Juan ese día. Pero, al pensar en ello desde entonces, comprendo que caminar en los pasos de esos grandes pioneros cristianos significa mucho más que simplemente recorrer a pie el terreno en el que se llevó a cabo su ministerio. Para el cristiano moderno, y especialmente para el Científico Cristiano, significa hollar — como lo hicieron Pablo y Juan — el Camino que Cristo Jesús señaló cuando les dijo a sus discípulos: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí". Significa enseñar, predicar y sanar sin temor como Jesús lo requería de sus discípulos, y como Pablo y Juan lo hicieron tan eficazmente, siguiendo el ejemplo del Maestro. Significa poner la timidez de lado lo suficiente como para ofrecer el Cristo, la Verdad, a todo aquel cuyo corazón clama por él. Y significa ampliar nuestro ministerio para incluir a toda la raza humana, y luego manifestar un profundo deseo de cuidar a las iglesias, o hasta fundarlas si fuera necesario, para perpetuar ese ministerio.
Caminar en los pasos de estos primeros trabajadores de la iglesia hasta puede significar confrontar a las deidades paganas de esta época y, si fuera preciso, exponer su insuficiencia para ayudar y sanar a la humanidad. Y después perseverar en hacer acciones de amor cristiano aun frente a la oposición (¡aunque pocos de nosotros jamás vamos a tener que enfrentar a 24.000 adversarios a la vez!)
En un capítulo "Los pasos de la Verdad" en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, Mary Baker Eddy desafía a sus lectores a caminar en el Camino que delineó nuestro Maestro. Según lo describe ella, el viaje del cristiano es enteramente espiritual; nos refina a cada paso, guiándonos a una visión saludable y nueva acerca de Dios y Su creación. Ella escribe: "Nuestra mira, un punto más allá de la fe, debiera ser el encuentro de los pasos de la Verdad, el camino a la salud y la santidad. Debiéramos esforzarnos por alcanzar la altura del Horeb, donde Dios es revelado; y la piedra angular de toda construcción espiritual es la pureza".
Los pioneros cristianos de la década de los 90 deben expresar visión espiritual y pureza. Nos muestran las cosas invisibles del Espíritu. Nos dicen que somos mucho más que los seres físicos, a veces sabios, a veces tontos, que parecemos ser. Somos los hijos espirituales de Dios totalmente dotados de todo lo que necesitamos. Nuestra visión y pureza nos hacen interesarnos tan profundamente en nuestros hermanos y hermanas de la comunidad mundial que no podemos dejar de informarles acerca de las verdades que los ayudarán y sanarán. La visión y la pureza nos inspiran con el valor para quitar las máscaras a los ídolos que engañan a nuestra época, desde la astrología a la demagogia, de la tecnología insensata a los narcóticos. Reconociendo la necesidad de tal franqueza cristiana, la Sra. Eddy escribió en su Mensaje a La Iglesia Madre para 1900: "Sería bueno si tuviéramos un San Pablo para purgar nuestras ciudades del charlatanismo".
Por eso ¿cómo fomentamos esta visión y pureza? Cada momento que dedicamos a valorar lo que es verdadero y semejante a Dios expande nuestra visión. Todo anhelo destructivo y sensual que es resistido, cada comentario crítico que no se hace, cada rechazo del concepto físico a favor del concepto espiritual acerca del hombre, nos deja más limpios y nos ayuda a aferrarnos a los pasos del Maestro.
Mientras caminemos en esos benditos pasos, nunca caminaremos solos. Viajamos en la compañía de todos los que han escogido el bien en lugar del mal, el altruismo en lugar del egoísmo. Viajamos unidos. Las disputas triviales no pueden dividirnos tampoco, porque Pablo les dijo a los efesios que hay:
un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos.
No tenemos que viajar al otro lado del mundo para encontrar los pasos de la verdad. Podemos ponernos en marcha en nuestra jornada hacia el Espíritu ahora mismo. Podemos experimentar nuestra propia "tarde en Efeso" — un compromiso nuevo de caminar por el Camino — ¡en cualquier momento!
