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Mis Padres Comenzaron a estudiar...

Del número de noviembre de 1992 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Mis Padres Comenzaron a estudiar la Ciencia Cristiana a principios de la década de 1920, después que varios médicos le informaron a mi padre que no volvería a caminar. Con el dedicado tratamiento de un practicista de la Ciencia Cristiana, mi padre tuvo una curación rápida y permanente. Como resultado de esto, Dios se convirtió en el único médico de nuestra familia. Mis padres pronto asistieron con regularidad a una iglesia filial, y sus cinco hijos fueron alumnos en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana hasta que cada uno de nosotros cumplió veinte años. (Más tarde mis padres se hicieron miembros de la iglesia filial y de La Iglesia Madre.) He tenido muchas curaciones a lo largo de mi vida.

En 1950 mi esposa y yo nos mudamos de Maine a Nueva Jersey, donde estaba empleado como capataz de una empresa de construcción de la autopista del estado. En 1951, mi padre, que se había jubilado en forma anticipada, vino a Nueva Jersey para trabajar conmigo. Un día fui atropellado por un camión de diez ruedas que me derribó y me pasó por encima.

Mi padre, al ver lo que sucedía hizo señas al conductor para que moviera el camión. Yo había sido aplastado boca abajo, quedando hundido algunas pulgadas en la tierra arenosa. Mi padre me dio vuelta y empezó a hablarme de Dios y del amoroso cuidado que El tiene para con el hombre. Al recuperar el conocimiento y escuchar las declaraciones que hacía mi padre sobre Dios y Su totalidad, dije: “Estoy contigo, papá”.

Llamaron a una ambulancia y me llevaron a un hospital. En el camino mi padre y yo compartimos muchas verdades espirituales que habíamos aprendido a través de nuestro estudio de la Ciencia Cristiana. Ellas incluían “la exposición científica del ser” del libro Ciencia y Salud escrito por la Sra. Eddy, la cual termina con esta afirmación: “El Espíritu es Dios, y el hombre es Su imagen y semejanza. Por lo tanto el hombre no es material; él es espiritual”. También recordamos el Padre Nuestro, con su interpretación espiritual de Ciencia y Salud. El siguiente pasaje eliminó cualquier animosidad que pudiéramos haber sido tentados a sentir en contra del conductor del camión:

“Y perdónanos nuestras deudas,
como también nosotros
perdonamos a nuestros deudores.
Y el Amor se refleja en amor”.

La última parte fue de especial importancia para nosotros:

“Porque Tuyo es el reino, y el poder,
y la gloria, por todos los siglos.
Porque Dios es infinito, todo poder,
todo Vida, Verdad,
Amor, está por encima de
todo, y es Todo”.

Cuando llegamos a la sala de emergencia del hospital, mi padre pudo localizar y hablar por teléfono con un practicista de la Ciencia Cristiana. Ella estuvo de acuerdo en orar por mí.

Me llevaron a radiología, donde se determinó que ambos omóplatos estaban destruidos y cinco costillas estaban rotas. También tenía la mandíbula quebrada, un pulmón perforado, y múltiples cortes y contusiones.

Era evidente que los médicos tenían muy poca esperanza en mi recuperación, porque me acomodaron en una cama en una posición confortable y me estuvieron observando por varios días. Durante mi estancia en el hospital no me dieron ninguna medicación ni recibí ningún tratamiento aparte del que describo aquí. Debo decir que durante este tiempo estuve consciente, sin dolor, y reconociendo mi verdadero ser espiritual como hijo perfecto de Dios. Al quinto día un cirujano dental me colocó un armazón de alambre en la mandíbula. El ortopedista determinó que debido a la gran cantidad de heridas, un yeso o varios yesos no serían apropiados. Nuevamente me acostaron cómodamente en la cama y me dejaron descansar. Se seguía orando por mí en la Ciencia Cristiana.

Entre siete o diez días después, ya podía pararme y sentarme en una silla. Algunos días después caminé alrededor del hospital. Al cabo de cuatro semanas después, luego de tratar por algunos días de convencer al personal del hospital de que me sentía listo para volver a casa, fui dado de alta. Poco tiempo después, me sacaron el armazón de alambre de la mandíbula. Diez semanas después del accidente, pude enganchar un pequeño remolque detrás de nuestro auto y manejarlo unos ochocientos kilómetros hasta nuestra casa en Bangor.

La oración continuó hasta que me encontré totalmente recuperado. Cuando se reanudó el trabajo la primavera siguiente, volví a mis tareas normales. Esto ocurrió hace muchos años y desde entonces me he apoyado en la práctica de la Ciencia Cristiana para realizar todas mis actividades. Un entendimiento de lo que es Dios me ha ayudado y sostenido mientras trabajo o viajo o tengo que resolver problemas financieros o enfrentar y superar dificultades físicas. Por todo esto, estoy verdaderamente agradecido.


Yo soy la esposa de Carleton, y a pesar de que no soy Científica Cristiana, estoy de acuerdo en que el accidente y todo lo que sucedió es como él lo ha descrito. Cuando el personal del hospital me notificó del accidente, me dijeron que era dudoso que mi esposo sobreviviera. Estoy muy agradecida por su curación.

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