Hace Dos Años recibí una beca para estudiar en una universidad americana por un año. Durante el período de exámenes finales del semestre de invierno, me enfermé de lo que parecía ser pulmonía. Una mañana me desperté sintiéndome mareada y con fiebre. Pero tenía que escribir un ensayo, y sentí que no tenía tiempo para orar por mí. Durante los próximos días, mi condición física pareció empeorar. Aun así, no me tomé el tiempo para orar. Terminé el ensayo, y esa misma noche tuve una tos incesante que no me permitió dormir.
Yo había sido criada en la Ciencia Cristiana, y sabía que quería confiar en la Ciencia en esta situación. Decidí llamar a mi madre y pedirle que orara por mí. Ella tranquilamente me aseguró que Dios estaba conmigo, y me prometió que oraría. La idea de que quizás iba a morir me atemorizó, pero entonces recordé algunos pasajes del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, escrito por la Sra. Eddy, que me ayudaron a ver que la creencia en la muerte es irreal.
Llamé a mi madre cada hora, como me indicó que hiciera, y las verdades espirituales que compartió conmigo me sostuvieron. Al día siguiente, una amiga vino y ofreció leerme la Lección Bíblica y además me dio mucho apoyo. Mis compañeras de cuarto expresaron preocupación por mi condición, pero luego de asegurarles de que estaba confiando en la oración, ellas lo aceptaron y afectuosamente cuidaron de mí.
Pasé los días siguientes en oración y estudio. Mi madre me dijo que el hombre espiritual, mi verdadero ser, no puede estar fuera del amor de Dios, que llena todo el espacio. También me dijo en las palabras de Job que “el soplo del Omnipotente me dio vida” y que ésta era una gran oportunidad para lograr un mayor entendimiento de la eficacia de la oración. Tenía gran dificultad para respirar y tosía mucho, pero a través de la continua oración, mi condición mejoró gradualmente. Me di cuenta de que había puesto demasiada voluntad humana al desarrollar ciertas actividades. Pero ahora empezaba a ver que en verdad me muevo, respiro y expreso la voluntad de Dios como Su reflejo.
Para dar el resto de mis exámenes finales, recurrí a Dios literalmente a cada paso y pude escribir todos mis exámenes, terminar los ensayos, y aun participar en un baile del que había sido la coreógrafa. Luego mi madre vino a visitarme, y durante ese tiempo sané. La noche antes de que mi madre se fuera, tuve una recaída breve, pero firmemente declaré que mi salud me la da Dios y no depende de la presencia de una persona en particular. Me dormí en paz y desperté completamente bien.
Esta experiencia me enseñó mucho acerca de cómo orar por mí misma y confiar en el poder sanador de Dios.
Washington, D. C., E.U.A.