La Siguiente Curacion tuvo lugar exclusivamente por medio de la lectura consagrada del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy.
La Segunda Guerra Mundial había terminado; personalmente había salido más o menos bien librado de esta experiencia, pero la pérdida de parientes y la expulsión de mi país era una carga muy pesada. Tenía que comenzar una vida nueva. Me abatía la depresión; muchas veces meditaba sobre Dios y el sentido de la vida, pero no encontraba ninguna respuesta. Luego comencé a sufrir de una enfermedad crónica del hígado.
Me recomendaron un buen especialista, que se esforzó para que mi cuerpo funcionara como es debido. Además de seguir una dieta estricta, me aplicaban inyecciones constantemente. Esto continuó por más de cuatro años. Una noche orá a Dios; sentía que las cosas no podían seguir así toda la vida. Poco tiempo después vi un cartel que anunciaba una conferencia de la Ciencia Cristiana. Asistí a ella, y al regresar a casa sentí que había encontrado lo que había estado buscando. Inmediatamente conseguí una copia impresa de la conferencia y compré el libro Ciencia y Salud.
En esa época estaba viviendo en una clínica de reposo, pero no me administraban ningún medicamento. Comencé a leer el libro casi de día y de noche. Cuando leí la primera frase del Prefacio: “Para los que se apoyan en el infinito sostenedor, el día de hoy está lleno de bendiciones”, sentí un gran alivio, y cuando leí la interpretación espiritual del Padre Nuestro y llegué a las palabras: “Tu reino ha venido; Tú estás siempre presente”, me di cuenta repentinamente de que tenía un Padre celestial que no estaba distante sino siempre presente. Una alegría semejante a la de un niño me embargó.
Decidí regresar a casa. En el último examen médico se notó una cierta mejoría y me dijeron que regresara al año siguiente, pero yo sabía que no regresaría. En casa volví a mi trabajo. Comí lo que se me servía y lo hice con gratitud. El libro de texto me acompañaba a donde quiera que iba.
Como no volví a visitar al médico, él vino a verme. Cuando me vio, dijo: “Usted se ve muy bien; no necesito examinarlo más”. Le agradecí por todo lo que había hecho por mí y nos despedimos en términos muy cordiales. Más o menos tres meses después, mi fortaleza había alcanzado el nivel que había tenido en mis mejores tiempos. Casi cuarenta años han pasado desde entonces, no carentes de desafíos, pero el recuerdo de esta curación me ha dado una y otra vez la fortaleza necesaria para solucionarlos con la Verdad. He tenido muchas curaciones.
Tomé instrucción en clase de la Ciencia Cristiana con un consagrado maestro. La inspirada ayuda que él me ha ofrecido tan amorosamente, me acompaña en mis tareas diarias. Cristo Jesús dijo: “Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad”. He encontrado esta verdad en la Ciencia Cristiana y estoy muy agradecido.
Nuremberg, Alemania