¡Que Linda Experiencia es captar la verdad espiritual por primera vez! Esto cambia nuestra vida. Ya no sentimos lo mismo sobre las cosas o las personas. Ya no sentimos lo mismo acerca de nosotros mismos. Los elementos del cristianismo, tales como la gratitud y el perdón, se establecen en nuestro corazón, y eso nos hace tener una perspectiva más altruista de la vida. La visión de la infinitud del Espíritu divino y de nuestro propio ser espiritual, es algo tan nuevo para nuestro pensamiento — algo tan liberador — que a menudo le siguen muchas curaciones.
Hace poco recibí una carta de una amiga que tuvo una experiencia semejante. Es madre sola y estaba esforzándose por encontrar los recursos para mantenerse así misma y a su hijo adolescente. Trabajaba en un salón de belleza, y el número de sus clientes había disminuido, como la economía en general. Para colmo, tenía un sarpullido muy doloroso en las manos, que le producía mucho ardor y que la obligaba a estar despierta casi toda la noche, lo que no le permitía descansar.
Hacía dos semanas que había pedido ayuda a una practicista de la Ciencia Cristiana, que era clienta del salón, para que orara por su mano, pero aún no se encontraba mejor. La practicista le dijo que quitara de su pensamiento todo aquello que no fuera amoroso. Mi amiga se dio cuenta de que ella sentía resentimiento hacia dos personas que trabajaban con ella, porque pensaba que le estaban tratando de sacar sus clientas.
Una noche cuando estaba orando, alcanzó la libertad de pensamiento que hacía tiempo estaba buscando. Hacía poco que estaba estudiando la Ciencia Cristiana, y ésta era la primera vez que sentía su poder sanador. Decía en su carta: “... es difícil describir el sentimiento maravilloso que me envolvió, ¡como si estuviera parada sobre suelo santo! ... Sentí gran amor por los demás, ... viendo a mis compañeras de trabajo como las hijas perfectas de Dios, que solo expresaban el bien”.
No fue tan solo un breve momento de inspiración, sino que en realidad su pensamiento se había transformado. Se abrió al poder del Cristo — la influencia sanadora siempre presente de Dios — y el Cristo la transformó. Además de dormir plácidamente aquella noche, al levantarse observó que sus manos estaban completamente sanas. En sus propias palabras, estaban “suaves como las de un bebé”. Además, unas dolorosas callosidades que tenía en la planta de los pies desaparecieron.
El entendimiento que obtuvo del Amor divino y la Vida, tuvo grandes repercusiones. El número de sus clientas aumentó tanto que con mucho gusto cedió su exceso de clientas a sus dos compañeras a las que había llegado a amar. Pocos meses más tarde conoció a un hombre y se casó, y con él, ella y su hijo compartieron un hogar feliz.
Después de años de estudiar la Ciencia Cristiana, podemos anhelar aquella primera experiencia de curación y preguntarnos si es posible tener otra igual. La respuesta es que podemos. Como la realidad espiritual es infinita, lo que contemplamos la primera vez es tan solo como ver por una mirilla lo que hay para ver. Siempre podemos ver más. Y ése debe ser el objetivo de todo estudiante dedicado de la Ciencia Cristiana: obtener más de la visión de la realidad divina y ser transformados por ella.
Cristo Jesús dijo sucintamente: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. El discernimiento nuevo acerca de la verdad de Dios y de Su universo espiritual infinito y perfecto, sana los problemas físicos de mucho tiempo, sana las imperfecciones del carácter. Hay una novedad respecto a la Verdad divina y la Verdad espiritual del hombre que siempre está esperando que se la descubra. Cuanto más comprendamos esta realidad, más curaciones tendremos.
¿Por qué? ¿Acaso es por la naturaleza radicalmente diferente de la visión que recibimos? La visión de la verdad espiritual es tan diferente de la perspectiva material y tradicional de la vida, que el obtener tan solo una vislumbre puede resultar en algo más que una curación.
Imagínese lo que es ver algo extraordinario por primera vez. Por ejemplo, piense, cómo sería estar dentro de la sonda espacial Pioneer y ver con nuestros propios ojos los confines de nuestro sistema solar. De hecho, aun el ver las fotografías que se envían desde la sonda espacial puede ser asombroso. Piense entonces, lo pequeñas que son estas vistas en comparación con la dimensión de nuestra galaxia.
De igual manera, la gloria y la magnificencia de Dios y Su creación espiritual son siempre infinitamente más grandes de lo que podemos percibir en un momento determinado. Lo que podemos y debemos hacer es someternos permanentemente a la Verdad divina, Dios, y recibir agradecidos lo que El está siempre revelando a Sus amados hijos. Dios nos ha dado la capacidad para conocer la Verdad y, cuando esta capacidad se utiliza a través de la oración, el pecado y la enfermedad pierden poder para nosotros.
Debería alentarnos el hecho de que cuando Juan moraba en la tierra veía profundamente dentro de la realidad espiritual. Al referirse a la ciudad sagrada, descrita en la Biblia en el Apocalipsis, la Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “Esa ciudad celestial, iluminada por el Sol de Justicia — esa Nueva Jerusalén, ese Todo infinito, que a nosotros nos parece oculto en la nebulosidad de la lejanía — llegó a la visión de San Juan cuando moraba aún entre los mortales”.
La Vida es Espíritu, Dios. Es armoniosa y eterna. Incluye al hombre espiritual y perfecto, como la más elevada expresión del ser de Dios. Dios es Vida y es infinitamente más que el ciclo material de nacimiento-desarrollo-madurez-decadencia-muerte que parece ser la vida. El hombre espiritual, nuestra verdadera individualidad, se revela siempre como la evidencia del único Principio divino, Dios.
El hombre no está atrapado en la materia sino que vive en la totalidad del Espíritu divino y es gobernado sólo por las leyes del bien. No hay ni un solo elemento de pecado o enfermedad que pueda tocar al hombre de Dios. Este hombre real está más allá del alcance de la angustia, porque él es la imagen y semejanza de la Vida divina.
El percibir esta realidad espiritual mediante la oración, dejarla que se convierta en parte de nuestros pensamientos, permitirle cambiar la manera en que enfrentamos nuestros propios problemas y aquellos de la humanidad en general, es un catalizador que nos transforma. El aplicar en forma consecuente un punto de vista espiritual a nuestra experiencia nos permite demostrar que el bien triunfa sobre el mal, que el pecado, la enfermedad y el sufrimiento son errores de creencia que se pueden corregir y que ceden ante la percepción de las leyes del bien de Dios.
No debemos dudar de nuestra habilidad para percibir la realidad espiritual. En Ciencia y Salud leemos: “Ese reino de Dios está ‘entre nosotros’ — está al alcance de la consciencia del hombre aquí mismo, y la idea espiritual lo revela”. El mensaje liberador del Cristo, la idea de Dios, llega a nosotros en una forma tanto perceptible como demostrable.
Si alguna vez sentimos que nos hemos estancado y no vemos mucho progreso, dediquémonos con más esmero a evangelizar el concepto que tenemos de nosotros mismos como seres humanos usando las verdades espirituales que ya conocemos. El promover la humilde obediencia a Dios, con un amor puro y generoso por El y por los seres que nos rodean, es lo que nos prepara para ampliar y profundizar nuestra visión de la Vida, la Verdad y el Amor divinos. Es más fácil obtener visión espiritual cuando estamos viviendo el espíritu de la Ciencia Cristiana.
Simplemente estudiar la letra de la Ciencia y el llegar a ser expertos en ella, no hará de nuestra vida una demostración del poder y la gracia espirituales. Si bien la letra de la metafísica científica es crucial, lo que asimilamos del espíritu de Verdad es lo que nos hace ganar la corona de santidad. El examinarnos honestamente, y el esforzarnos luego por corregir nuestros errores mediante la comprensión de la verdadera naturaleza del hombre, es traer el poder del Espíritu Santo a nuestra vida. Podríamos decir que la letra de la Ciencia Cristiana necesita el espíritu de amor y gracia para ser productivo, así como el Desierto de Kalahari en Africa necesita la lluvia para la floración.
Hay una visión que contemplar, y es bella e infinita. Lo que nos impide ver más de ella es solo una bruma, una “bruma de lejanía”. Entonces permitamos que el poder del Cristo disuelva la bruma, y disfrutemos al descubrir más del panorama infinito de la Verdad.
Considera al integro,
y mira al justo;
porque hay un final dichoso
para el hombre de paz.
Salmo 37:37