“Venid a mí”, dijo el Maestro.
Oprimidos y apenados a él
llevaron sus agobiados corazones,
y él los hizo descansar.
Llevad a Cristo los sueños desahuciados,
vuestros miedos apremiantes,
las esperanzas futiles, anhelos irrealizados,
pesares y lágrimas agobiantes.
Para todo el dolor en la memoria
Cristo ofrece completa cesación;
por cada amenaza odiosa e insípida,
Su amor confiere paz y esperanza, sin condición.
“Venid a mí” es todavía su llamar
para los abatidos que no se logran animar;
la promesa del Cristo aún brilla:
“Yo os haré descansar”.
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