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Una guía absolutamente segura

Del número de diciembre de 1992 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


A Medida Que nos esforzamos por alcanzar la meta de practicar la curación según la Ciencia Cristiana con eficacia, el consejo de Pablo de llevar todo pensamiento a la obediencia a Cristo adquiere más importancia. Cada tratamiento de la Ciencia Cristiana nos alienta a comprender más plenamente la naturaleza de Dios y nuestra identidad como Su reflejo. Nos hace estudiar más a fondo la vida de Cristo Jesús para entender mejor la Ciencia del ser. Y cuando lo hacemos, sentimos el efecto transformador del Cristo, la Verdad, en nuestra vida y somos capaces de presentar un sentido nuevo y sano del ser ante los demás.

Ya sea que el estudiante quiera dar su primer tratamiento en la Ciencia Cristiana o el N.° diez mil, siente la necesidad natural de obtener una comprensión más clara de Dios, y del control y cuidado ininterrumpido que El tiene para Su creación. Oramos hasta que sentimos la convicción espiritual de que el hombre jamás ha estado separado de Dios y que nunca ha caído de la perfección y compleción creadas por Dios. Las sombras de la duda o del temor se disipan. Desde esta base nos fortalecemos para desenmascarar la sugestión de enfermedad o pecado, negar su pretendida realidad, y afirmar la verdad que hemos comprendido acerca de Dios y el hombre. La cizaña del pensamiento, o sea, los conceptos falsos o inexactos acerca de Dios o de nosotros mismos, se separan del trigo. Entonces nuestra vida y la de los demás dan testimonio del poder transformador del Espíritu.

Mary Baker Eddy reconoció que el practicista de la Ciencia Cristiana debe basar su trabajo en la revelación pura de la Ciencia Cristiana. Ella dedicó décadas de su vida a elucidar el Principio divino de la curación. Reconoció prontamente que Dios es el autor de esta Ciencia del ser y entregó su vida a la disciplina del Cristo para dar al mundo la Ciencia pura y no adulterada de la curación cristiana. Una vez que logró esto, estableció la siguiente estipulación en el Manual de La Iglesia Madre para asegurar el éxito del estudiante en la práctica. “La Biblia, juntamente con Ciencia Y Salud, y otras obras de la Sra. Eddy, serán sus únicos libros de texto para instruirse en la Ciencia Cristiana, y para enseñar y practicar la curación metafísica” (Artículo IV, Sección 1). Esta estipulación en el Manual nos salva de dar rodeos y desviarnos aun un poco de la Verdad, lo que demoraría o impediría nuestro progreso. Como una guía tierna y sabia, ella señala el camino del Cristo y nos proporciona ayuda segura para andar en él.

El estudiante de la Ciencia Cristiana recibe mucha ayuda a lo largo del camino. Recurrimos a conferencias, charlas, artículos y otros libros para encontrar respuestas a nuestras preguntas acerca de Dios y de la práctica de la Ciencia Cristiana. Y si bien mucho de esto es útil e inspirador, hasta sanador, como lo admitió sin dificultad la Sra. Eddy, no es la fuente principal. Siempre se está en deuda con la Sra. Eddy, y para ser eficaz, hay que basarse en el ejemplo de Cristo Jesús y en las enseñanzas bíblicas según las elucida la Sra. Eddy en sus propias obras. Sin embargo, la mente humana tiende a pensar que el césped siempre, o por lo menos algunas veces, es más verde del otro lado de la cerca. Muchos pueden ser tentados a buscar otras fuentes que no son la Biblia y los escritos de la Sra. Eddy para obtener una comprensión más profunda, más clara, más demostrable de la Ciencia Cristiana. Muchos han sido tentados a expresar puntos de vista opuestos sobre si otros libros enseñan la Ciencia Cristiana con exactitud. El hecho es que el estudiante fiel de la Ciencia Cristiana recurre a las Escrituras y a las obras de la Sra. Eddy exclusivamente para instruirse.

El siguiente relato de Calvin Hill muestra la gratitud y el amor de la Sra. Eddy por quienes entienden este punto. En una conversación, la Sra. Eddy le había preguntado: “A propósito, ¿quién es su maestro?” Así es como él relató el incidente: “ ‘Bueno...’ contesté, ‘creo que tendré que llamarla a usted mi maestra. He estado estudiando su libro, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, y sus otras obras durante los últimos cuatro años, y si lo que me dijera alguno de sus alumnos o alguno de los alumnos de sus alumnos, no fuera sustentado o no pudiera ser verificado por sus escritos, yo no tomaría en cuenta tales declaraciones, ¡de ninguna manera!’

“La Sra. Eddy se adelantó y palmeándome suavemente en el hombro, dijo: ‘¡Mi hijo, mi hijo, mi hijo, estás a salvo, estás a salvo, estás a salvo!’ ” (Conocimos a Mary Baker Eddy, páginas 86–87).

Amo a Jehová,
pues ha oído mi voz y mis súplicas;
me rodearon ligaduras de muerte,
me encontraron las angustias del Seol;
angustia y dolor había yo hallado.
Entonces invoqué el nombre de Jehová, diciendo:
Oh Jehová, libra ahora mi alma.
Clemente es Jehová, y justo;
sí, misericordioso es nuestro Dios.

Salmo 116:1, 3–5

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