Era un día especial para Pablo, su graduación de la escuela primaria. Había tanto en qué pensar: el discurso que tenía que dar, marchar y cantar con su clase, los premios que se darían, almuerzo en un restaurante con sus padres y amigos de la familia. Más que todo, Pablo estaba pensando en la gran fiesta que uno de su compañeros daría esa tarde.
Al comienzo, todo marchó muy bien. No cometió ninguna equivocación en su discurso, y el almuerzo fue divertido. Pero cuando llegó a la fiesta, apenas si podía recordar la mejor parte del día porque le dolía la cabeza y se sentía mal.
Una de las cosas que Pablo hacía si las cosas no iban bien, era orar. En lugar de simplemente aceptar la enfermedad como algo que tenemos que soportar, en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana había aprendido que tenemos que tratar de comprender mejor la manera en que Dios cuida de todo. Así que Pablo decidió ir a otro cuarto para poder estar a solas.
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