“Me Buscareis Y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón. Y seré hallado por vosotros, dice Jehová” (Jeremías). Este texto se bíblico se cumplió literalmente en mi vida hace algunos años. En ese entonces estaba padeciendo terribles dolores estomacales. Fui a ver a un médico. Después de un examen minucioso en un hospital, no se pudo diagnosticar nada específico. La dieta y la medicación que me prescribió no me produjeron ninguna mejoría; llegué a sentirme muy agotado y demacrado. Fui entonces a ver a un homeópata, quien diagnosticó un tumor en el duodeno. Su tratamiento me trajo un poco de alivio pero no me sanó.
Durante ese tiempo sentí un vivo deseo de leer la Biblia, de profundizarla, de tratar de comprenderla. Pero no podía comprenderla. Conocía historias bíblicas y sabía que Cristo Jesús sanaba, y que sus discípulos también habían podido sanar. Se me ocurrió que esto también tenía que ser posible hoy. Me preguntaba: ¿Por qué esa curación no es posible hoy en día?
Durante la Segunda Guerra Mundial hubo un momento en que sentí que Dios estaba muy cerca. En una situación en que mi captura parecía inevitable, mentalmente recurrí a Dios: “Señor, Dios, ayúdame”. En aquel momento me sentí tan inspirado que inmediatamente tuve la convicción de que nada malo podía pasarme. Cómo se produciría, no lo sabía. Era un día nublado, frío y oscuro de enero; pero a pesar de eso sentí consuelo y luz. Permanecí a salvo de todo daño cuando una mujer y su madre me ocultaron en el sótano de su casa, y di gracias a Dios.
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