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La juventud en los años 90

Veredicto: inocente

Del número de junio de 1992 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


A Maria le gustaba realmente trabajar en la casa de música. Siempre estaba llena de gente y le gustaba la música; especialmente los rap y blues. Las otras vendedoras eran en su mayoría estudiantes igual que ella, que pagaban sus gastos, mientras estaban en la escuela, con la ayuda de empleos por hora.

Una mañana, al llegar al negocio, María presintió que algo andaba mal. Luego el gerente la llamó a su oficina, junto con otras dos empleadas de su sección. Estaba enojado, y les dijo que había desaparecido una considerable suma de dinero de la caja registradora y que, obviamente, una de ellas tenía que ser la responsable. Las tres le dijeron que eran inocentes, pero eso no las ayudó en nada. El gerente les dijo que probablemente serían despedidas por robar.

María había asistido a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana durante muchos años, y sabía que lo mejor era recurrir a Dios en busca de ayuda. Llamó a su madre, quien le sugirió que le pidiesen ayuda por medio de la oración a un practicista de la Ciencia Cristiana. Los practicistas son personas que se dedican por completo a ayudar a otros a encontrar soluciones espirituales para cualquier clase de problema. La practicista compartió con ellas un versículo del Evangelio según Mateo en la Biblia, donde Jesús dijo: “No los temáis; porque nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado; ni oculto, que no haya de saberse”.

La practicista aceptó orar por ellas. María comenzó a tener una mayor certeza de que cualquier cosa que tuviera que descubrirse de lo que había sucedido en el negocio, no podría ocultarse. Dios es la Verdad, la fuente de toda sabiduría y discernimiento. El gobierna Su universo espiritual con justicia, y ninguna persona o circunstancia puede desafiar el gobierno de Dios. María empezó a ver con más claridad, que Dios amaba a cada uno de los involucrados en el asunto, y que los que estaban al frente del negocio serían guiados por Dios a hacer lo que fuera justo.

Al día siguiente las cosas parecían haber mejorado un poco. El gerente les dijo que no serían despedidas pero que a cada una se le descontaría un tercio del dinero faltante cuando recibieran el cheque de pago. A María esto le pareció realmente injusto. Significaba que no podría comprarse el abrigo que necesitaba. Incluso se preguntó si no debería buscar otro empleo. La practicista le recordó, sin embargo, que ya fuera que permaneciese en ese empleo o consiguiera otro, la solución definitiva debía percibirse a través de la oración. Le indicó a María un pasaje del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, en el cual la autora, la Sra. Eddy, escribe: “Todo está bajo el dominio de la Mente única, o sea Dios”.

María oró en silencio para comprender que, en realidad, todo en la creación de Dios está bajo Su dominio. Dios cuida de cada uno de Sus hijos con amor. Cuando verdaderamente sabemos que somos gobernados por esa única Mente, Dios, no podemos ser engañados, porque Dios nos está dando a nosotros, Sus hijos, la inteligencia y percepción que necesitamos. María decidió que podía confiar en Dios hasta el final. Esto demandó profunda oración, porque el dinero faltante fue deducido del cheque de las jóvenes. Pasaron las semanas sin que nada sucediera. Pero un día — varios meses después del robo — se descubrió a la persona que había tomado el dinero y el dinero fue restituido. Tanto a María como a las otras se les devolvió el dinero que se les había descontado; y además a María le dieron un aumento.

María todavía trabaja en la casa de música, y está contenta con la lección que aprendió con esa experiencia. Aunque parecía que se había cometido una injusticia, ésta fue superada al reconocer persistentemente el hecho espiritual de que el hombre, como lo hizo Dios, es inocente. Ella sintió que había aprendido que podía confiar plenamente en Dios, que todo lo sabe y todo lo ama, y nunca permitiría que Sus hijos sufran. Dios gobierna la creación con justicia. María estaba contenta porque aun cuando esa situación le había exigido mucho, ella había seguido orando.

Cuando fueren abatidos, dirás tú:
Enaltecimiento habrá;
y Dios salvará al humilde de ojos.
El libertará al inocente,
y por la limpieza de tus manos
éste será librado.

Job 22:29, 30

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