A Maria le gustaba realmente trabajar en la casa de música. Siempre estaba llena de gente y le gustaba la música; especialmente los rap y blues. Las otras vendedoras eran en su mayoría estudiantes igual que ella, que pagaban sus gastos, mientras estaban en la escuela, con la ayuda de empleos por hora.
Una mañana, al llegar al negocio, María presintió que algo andaba mal. Luego el gerente la llamó a su oficina, junto con otras dos empleadas de su sección. Estaba enojado, y les dijo que había desaparecido una considerable suma de dinero de la caja registradora y que, obviamente, una de ellas tenía que ser la responsable. Las tres le dijeron que eran inocentes, pero eso no las ayudó en nada. El gerente les dijo que probablemente serían despedidas por robar.
María había asistido a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana durante muchos años, y sabía que lo mejor era recurrir a Dios en busca de ayuda. Llamó a su madre, quien le sugirió que le pidiesen ayuda por medio de la oración a un practicista de la Ciencia Cristiana. Los practicistas son personas que se dedican por completo a ayudar a otros a encontrar soluciones espirituales para cualquier clase de problema. La practicista compartió con ellas un versículo del Evangelio según Mateo en la Biblia, donde Jesús dijo: “No los temáis; porque nada hay encubierto, que no haya de ser manifestado; ni oculto, que no haya de saberse”.
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