Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Así como la plaza o el mercado en una comunidad es el lugar de encuentro para la gente y sus actividades, LA PLAZA es un lugar donde los lectores del Heraldo pueden compartir experiencias y lecciones que han aprendido mediante las revelaciones espirituales adquiridas al trabajar para la iglesia y la comunidad.

El ambiente

SEMINARIO

Del número de junio de 1992 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Para indicar la urgencia que existe en los asuntos ambientales no se necesita otro estudio, como el reciente informe del gobierno de los Estados Unidos de América, de que la capa de ozono se está volviendo menos densa con mayor rapidez de lo que se estimaba.

Los expertos en ciencias naturales difieren sobre cómo interpretar ese informe, pero hay un punto sobre el cual casi todos están de acuerdo: Algo más que la ciencia, incluso los nuevos adelantos tecnológicos, es necesario para resolver los problemas ambientales que enfrenta la humanidad.

Cada vez más se concentra la atención en que los factores morales determinan los asuntos ambientales, ya sea que se trate del consumo de bebidas alcohólicas mientras se está trabajando, del derrame de petróleo crudo en la Bahía de Valdez en Alaska, o de los cielos ennegrecidos en Kuwait debido a la guerra. Es evidente que es necesario algo más que motores de combustión interna más eficientes y leyes más estrictas contra la contaminación, por muy acertados y provechosos que sean esos adelantos. Se generaliza cada vez más la opinión de que es sumamente necesaria y básica una reorientación moral.

En las conferencias sobre el ambiente, se exploran preguntas tales como: ¿Qué efecto tiene sobre el ambiente nuestro punto de vista en cuanto a nosotros mismos y nuestros semejantes? ¿Cuáles son las dimensiones morales y espirituales de los problemas ambientales y sus soluciones? Hay un creciente deseo de hablar, no sólo acerca de los síntomas, — agotamiento de los bosques tropicales, contaminación del aire y del agua, uso excesivo de los recursos no renovables — sino del egoísmo, la desesperación, la enemistad, el tradicionalismo y el desperdicio que son la base de los síntomas. Ya no se considera “teórico” hablar de asuntos morales y espirituales en su relación con los asuntos ambientales.

Hablamos con varios Científicos Cristianos, sumamente interesados en el ambiente y en la espiritualidad. Cada uno de ellos ha encontrado, dentro de las enseñanzas de la Biblia, guías prácticas, pero muy poco utilizadas, para salvar la destrucción del ambiente.

MAS ATENTOS A LAS NECESIDADES DEL MUNDO

durante varios años me he interesado mucho en los asuntos del ambiente. Mi deseo de orar de una manera más práctica y eficaz en bien del ambiente me llevó a hacer un viaje inesperado a un denso bosque tropical. Desde mi regreso, he dado docenas de charlas a varios grupos, compartiendo lo que aprendí en ese viaje sobre lo que podemos hacer para preservar esos bosques. Mediante esos esfuerzos se reunió una considerable suma de dinero, la cual se ha usado específicamente para proteger más de dos mil kilómetros cuadrados de zonas boscosas.

Cuando la gente me pregunta por qué estoy tan activamente interesada en este trabajo para proteger las partes del mundo que parecen tan ajenas a mi vida diaria, considero que todo eso se relaciona con algunas de las lecciones básicas que mis padres me enseñaron: que Dios es mi verdadero Padre-Madre y que todos somos Sus hijos. En la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana obtuve un creciente sentido de que toda la humanidad es una familia. De modo que los problemas del ambiente en otras partes del mundo, que están afectando a personas distantes, no las considero realmente distantes de donde me encuentro.

Cuando he sido tentada a creer que soy muy pequeña en proporción a las inmensas necesidades del ambiente, me ha ayudado una declaración de la Sra. Eddy en The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany: “Como una parte activa del estupendo todo, la bondad identifica al hombre con el bien universal”.

Mediante la oración estamos más atentos a las necesidades del mundo y estamos capacitados para dar pasos importantes para obtener curación. La oración, que comienza con el anhelo de ver más del bien total de la creación espiritual de Dios, me está capacitando a mí, una maestra de escuela primaria, aquí donde vivo, en el oeste medio de los Estados Unidos, a tomar parte activa para preservar una zona boscosa, allá lejos en América Latina.

LOS VALORES ESPIRITUALES Y LA CURACION DEL AMBIENTE

hace poco hablamos con un practicista de la Ciencia Cristiana acerca de la oración en bien del ambiente. Antes de dedicarse por completo a la práctica de la curación espiritual, el entrevistado era consultor en ecología (especializado en ecología vegetal) en una importante compañía técnica, y profesor universitario. Pero el entrevistado mencionó que “mi verdadera educación sobre el ambiente empezó en la granja de mi familia donde me crié”.

El ambiente puede parecer muy abrumador porque parece tan grande. Podríamos decir que no podemos gobernarlo. Pero el término ecología viene de la palabra griega que significa “casa”. Creo que empezamos a reconocer algo de la naturaleza “casera” del ambiente, en lugar de creer que son fuerzas fuera de nuestro control. Si consideramos los desastres ambientales, vemos con frecuencia que hay temor, ignorancia o codicia en ellos.

La degradación ambiental sin precedente, que está amenazando a nuestros sistemas ecológicos, se puede detener al comprender que es necesario que los valores espirituales se expresen en la ética ambiental, personal y global.

¿No es esto parte de una comprensión mayor de los valores espirituales: la necesidad de que haya valores espirituales en la educación, por ejemplo; el nuevo diálogo acerca de la ética dentro de los negocios; la obvia necesidad de que haya valores espirituales en los asuntos gubernamentales?

Sí, el interés en los valores espirituales que fundamentan la curación del ambiente es definitivamente parte de algo más grande, una tendencia mucho mayor que atraviesa diferentes campos y especialidades.

Por cierto, la actual crisis global del ambiente está ayudando a forzar a la humanidad a que salga de su decidia materialista en la cual los valores han sido definidos solamente en términos de precios corrientes en el mercado. Estamos despertando al hecho de que primero tenemos que poner nuestra casa mental en orden para sanar la atmósfera y el ambiente de nuestro mundo.

Los valores espirituales ya no están herméticamente sellados a las decisiones individuales y colectivas. Esto está resultando en un cambio de valores que va del consumo material a la calidad de vida.

Tenemos mucho que aprender acerca de la naturaleza verdadera de la vida y de la creación de Dios, acerca de la realidad espiritual.

¿Cómo se relacionan los valores espirituales con esta “realidad espiritual”? Mucha gente probablemente estaría de acuerdo en que, por ejemplo, es necesario reemplazar la avaricia por un altruismo mayor, que la miopía moral tiene que dar preferencia al interés por el futuro de la tierra a largo plazo, y así sucesivamente. ¿Pero cómo se relacionan estos valores espirituales con la realidad espiritual fundamental a la que usted se refirió?

Los valores espirituales están, en realidad, arraigados en el hecho de que el Espíritu, Dios, es verdadero. La realidad del Espíritu hace que los valores espirituales sean posibles, prácticos y tangibles.

Aun cuando la ideología materialista ha dominado en gran medida a la sociedad moderna, — declarando que la materia es la única (o la principal) realidad — se ha empezado a cuestionar esa ideología de una manera más amplia.

En la naturaleza hallo muchas lecciones que son valiosas al abandonar poco a poco los conceptos materialmente definidos en cuanto a la realidad, y al discernir la vida más espiritualmente, como las Escrituras nos enseñan. No podemos dejar de estar maravillados de la grandeza, la complejidad, la interrelación, la funcionalidad y la belleza de la naturaleza. Estas son cualidades de Dios, cualidades divinas reflejadas — en varios grados — en lo que consideramos en la actualidad como nuestro mundo cotidiano.

La curación física puede ser muy provechosa al pensar tomando en cuenta este asunto de la oración en bien del ambiente. ¿Acaso no vemos circunstancias paralelas cuando relacionamos más directamente la oración científica cristiana con los problemas del ambiente?

Por supuesto. Y la curación del ambiente está tan estrechamente ligada a la regeneración espiritual como lo está la curación del cuerpo.

Cuando somos liberados, mediante la regeneración, de las limitaciones mortales de la avaricia, la ignorancia, el temor y el egoísmo, aprendemos a expresar de una manera más prudente y humana nuestro amor a nuestro prójimo y a la tierra. La consecuencia de esta regeneración espiritual, se ve en condiciones humanas más armoniosas, entre ellas la curación de nuestro ambiente.

Para quien tiene experiencia espiritual en la curación cristiana y anhela que sus oraciones influyan en los problemas ambientales, yo diría que la oración por el ambiente realmente no es muy diferente de orar para obtener otro tipo de curaciones. Tenemos en el pensamiento los mismos elementos con los cuales trabajamos. Recurrimos a algunas de las declaraciones básicas: la totalidad de Dios, la totalidad del Amor, el hombre es hijo de Dios, y lo prácticas que son esas verdades básicas para sanarnos a nosotros mismos y al ambiente.

La oración a veces nos lleva a hacer preguntas sobre el estado de las cosas en un momento dado. Y nos conduce a respuestas que tienen una influencia práctica en nuestro ambiente. Cuando me dedicaba al trabajo de investigación, oraba con regularidad para ser guiado a hacer un trabajo que fuera provechoso y beneficioso para la humanidad.

Recuerdo la ocasión en que estaba estudiando un tipo en particular de pasto de las praderas que años atrás abundaba pero con el correr de los años fue diezmado. Había leído documentos en que se informaba que el grado de germinación era de sólo el 30 por ciento.

Aun cuando este bajo grado de germinación era comúnmente aceptado, me sentí impulsado a averiguar si era realmente exacto.

De manera que mi idea en cuanto a esto cambió, e hice algunos experimentos con el correr del tiempo, examinando las semillas microscópicamente y germinándolas. Vi que, por cierto, había razones prácticas para esperar 100 por cien de germinación. Todo era cuestión de empezar con buenas semillas y esperar; algunas veces pasaron doce meses y en otras dieciséis para que germinaran.

Esta semilla de pasto de las praderas se usa ahora mucho para replantar nuestras praderas, de modo que el trabajo de investigación tuvo un impacto económico y ecológico. Este pasto es cada vez más provechoso para la sociedad a medida que reconocemos el valor de las especies nativas que requieren mucha menos energía inicial para que se reproduzcan, se replantan de manera natural, no necesitan fertilizantes, son muy nutritivas para proveer forraje a los animales, etc.

Esta experiencia me recordó el comentario que hizo Mary Baker Eddy acerca de lo que finalmente ocurrirá cuando el pensamiento humano se amplíe y crezca espiritualmente: “El astrónomo ya no verá hacia las estrellas — verá desde ellas hacia el universo; y el floricultor obtendrá su flor antes que la semilla de ésta” (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras).

Creo que la oración tiene el efecto de abrir nuestro pensamiento y echar abajo las limitaciones de los puntos de vista tradicionales. Nos ayuda a seguir venciendo estas limitaciones; es donde se presenta el descubrimiento, el gozo, la aventura espiritual.

NINGUNO DE NUESTRO GRUPO SUFRIO DE LA HIEDRA VENENOSA

Crecí en América Central, en un país con extensos bosques tropicales, sabanas y arrecifes de coral. Ante este diario contacto con tal diversidad biológica, fue natural que trabajara como proyectista ambiental, aprendiera el uso de los medios de investigación para proteger a la naturaleza, y dedicara mucho tiempo a pensar acerca de la relación apropiada entre la humanidad y el ambiente. Mis colegas y yo hemos estudiado y propuesto soluciones a varios y difundidos asuntos ambientales, tales como la contaminación agrícola de arroyos y maneras de proteger los corredores de paso de la fauna silvestre en regiones que se están urbanizando rápidamente.

Si bien mucho de mi trabajo se desarrolla a escala “macro” — buscar maneras de preservar o restaurar sistemas ambientales bastante amplios — creo que la misma clase de necesidades pueden verse a escala “micro”, dentro de nuestra vida personal y en nuestras comunidades.

Hace varios años, mi esposa y yo tuvimos una experiencia a nivel “micro” que indicaba la necesidad de hacer una mayor vigilancia del ambiente, la necesidad de identificar a la naturaleza espiritualmente. Fue una experiencia que me mostró la eficacia de la oración al considerar el ambiente.

Estábamos guiando cerca de veinte estudiantes universitarios del últimos año en una salida de campo a una húmeda región de la costa. El trabajo de campo, que duró varios días, incluía caminatas en zonas de espesa vegetación. Descubrimos que había una abundancia de hiedra venenosa que crecía tan alto como los árboles, de tal manera que era casi imposible evitar su contacto.

Los estudiantes estaban preocupados porque previos contactos con esa planta habían causado graves reacciones en algunos de ellos. Mi esposa y yo estábamos preocupados porque nos sentíamos responsables de conducir al grupo hacia este posible problema.

Al orar, la noción de que hubiera un elemento tóxico en la creación de Dios se volvió cada vez menos creíble para mí. Percibí que si Dios vio que todo lo que El había hecho era muy bueno (como nos asegura el Génesis), entonces yo tenía que volver a examinar la creencia, el temor de que pudiera haber un componente dañino en esta creación. La teoría de que hay un vasto universo material, que opera independientemente de Dios, el bien, lleno de sustancias tóxicas y hombres y mujeres en peligro, se vuelve menos viable a través de la lente de la oración. En oración mi esposa y yo reconocimos la naturaleza enteramente buena de la realidad espiritual y nuestro ser verdadero y el de todos por ser hijos de Dios, no mortales vulnerables. El temor disminuyó, y proseguimos con el trabajo que necesitábamos hacer. Ninguno de nuestro grupo sufrió a causa de la hiedra venenosa, algo de lo cual se maravillaron varios de los estudiantes.

¿Qué había ocurrido? Un observador casual pudo haber notado que un grupo grande de gente estuvo en contacto con una planta que se sabe que causa una clase de envenenamiento, y al menos se podría esperar que alguno tuviera reacciones. Por más veces que esta clase de argumento haya resultado de esta manera, tales resultados no son inevitables. El claro sentido de lo que constituye una parte correcta de la creación de Dios, resulta en protección y curación.

¿TIENE SENTIDO ORAR EN BIEN DEL AMBIENTE?

Una mejor pregunta sería: ¿Tiene sentido no orar?

Si no estamos orando en bien del ambiente, podríamos preguntar ¿por qué? ¿Por qué no estamos empleando el recurso más poderoso que conocemos — la oración cristiana científica — para que influya en la crisis ambiental? Tal vez sea por la conocida y torpe noción de que la oración — la oración que empieza con el reconocimiento de que la naturaleza de la creación de Dios es totalmente espiritual — probablemente no sea importante para resolver los problemas “materiales” como la lluvia ácida y los derrames de petróleo crudo.

Es el mismo sentido que argumenta que la oración no puede ser importante para sanar enfermedades. De hecho, es un miembro de esa conocida duda el que dice que la oración y la espiritualidad no son realmente importantes para mucho de lo que concierne a nuestra vida diaria.

Pero si hemos visto aunque sea una curación física mediante las enseñanzas del cristianismo práctico, es posible que no consideremos a la oración como un último recurso al encarar los problemas ambientales. La Ciencia Cristiana enseña por qué es posible no sentirse abrumado por la evidencia material al sanar enfermedades corporales así como alteraciones ambientales. Demuestra que la creación de Dios, “el reino de los cielos” como Jesús la llamó, no es un universo material sujeto al agotamiento, la desintegración y la impureza. Demuestra que el vivir más la vida que Jesús nos mostró, nos conduce a la curación en todos los aspectos de la experiencia humana, a ver más de este reino “como en el cielo así también en la tierra”.

Con frecuencia nuestros temores por el ambiente suenan así: “Temo que no quede ni una selva para que la vean los hijos de nuestros hijos”. “¿Habrá arroyos frescos y transparentes para que nuestros hijos jueguen en las tardes calurosas?” “¿Verán nuestros nietos, extasiados, los millones de estrellas en un cielo límpido?”

Tal vez el creciente impulso desinteresado por cuidar el mundo de los niños ayude a alcanzar soluciones prácticas para responder a las necesidades del ambiente. Es un impulso totalmente ajeno a la miopía, desesperanza y avaricia que son unas de las causas fundamentales de la destrucción del ambiente.

El deseo ardiente de aliviar el sufrimiento de nuestros propios hijos — y el gozo de comprobar la eficacia de la oración — es la fuerza impulsora que hace que muchos Científicos Cristianos opten por dedicar su vida a la curación espiritual en bien de sus semejantes. A medida que aumenta nuestro amor por la humanidad, el interés por el bien de los niños del mundo — y de las generaciones futuras — de seguro impulsará a muchos de nosotros a que oremos de manera más activa en bien del ambiente. Y estaremos más deseosos de iniciar y apoyar eficazmente soluciones a largo plazo, en bien del ambiente.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / junio de 1992

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.