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Nuestra Familia Ha amado y...

Del número de junio de 1992 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Nuestra Familia Ha amado y practicado la Ciencia Cristiana por más de tres generaciones. He experimentado y he sido testigo de la eficacia de la curación espiritual en numerosas oportunidades.

De niña, sufrí severos ataques de asma por un período de más de tres años. No podía subir más de dos o tres escalones sin que me quedara sin aliento y con frecuencia tenía que hacer esfuerzos para respirar. Yo siempre disfrutaba leer los artículos para niños que se publican en el Christian Science Sentinel. Especialmente me gustaba la parte cuando ellos sanaban. Decidí confiar también en Dios. Mi madre oraba conmigo, y en muchas ocasiones se llamaba a una practicista de la Ciencia Cristiana para pedir apoyo por medio de la oración. Rehusábamos aceptar que mi vida como la hija de Dios, pudiera estar limitada en alguna forma. Los ataques de asma disminuyeron y, finalmente, desaparecieron por completo. Estuve en el equipo de atletismo y en el de natación por muchos años, y nunca más tuve dificultad para respirar.

En otra oportunidad no pude ir a la escuela porque tenía una enfermedad de la piel conocida como impétigo. Esta cubría toda mi cara y parecía que se estaba extendiendo rápidamente.

Empecé a darme cuenta de que dado que Dios, el bien, es Todo en todo, todo pensamiento o acción discordante no es realmente nada. Sabía que necesitaba estar alerta a lo que estaba pensando, y me ayudó mucho la siguiente descripción de ángeles, en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy “Pensamientos de Dios que vienen al hombre; intuiciones espirituales, puras y perfectas; la inspiración de la bondad, de la pureza y de la inmortalidad, que contrarrestra todo mal, toda sensualidad y toda mortalidad”. El cambiar los pensamientos temerosos y destructivos por los “ángeles” me ayudaron a no estar impresionada o desalentada por la apariencia física.

Sané completamente y regresé a la escuela esa misma semana, sin tener señales de la enfermedad. Y nadie más de los siete miembros de la familia sufrió los efectos de esta llamada enfermedad contagiosa. Esta curación tuvo lugar hace más de quince años y ha sido permanente.

Ahora soy madre de tres niños pequeños, y doy gracias a Dios todos los días por esta Ciencia práctica y eficaz que sana.

Una reciente curación ocurrió cuando mis hijos y yo dábamos una caminata. Mi hijo de cuatro años había decidido acompañarnos en su bicicleta de tres ruedas. Cuando iba colina abajo perdió el control, y su bicicleta se volcó y dio varias vueltas, con él aún montado en ella. Fue luego lanzado contra el pavimento, cayendo con fuerza sobre su cabeza y un hombro. Para nosotros fue natural volvernos inmediatamente a Dios en busca de ayuda. Todos afirmamos que Dios protegía y controlaba a Su imagen espiritual, el hombre. Estuvimos de acuerdo en el hecho espiritual de que mi hijo no podía estar separado de su creador divino que constantemente gobierna a Sus hijos.

El niño se sintió en paz, y reconoció que él estaba al cuidado de Dios. Continué orando en el camino a casa. Sus quejas de que le dolía la cabeza cesaron, y noté que el hombro que al principio no podía mover sin dolor, ahora lo movía con libertad. Estuve muy agradecida cuando mi hijo me preguntó si Dios siempre obra tan rápido. El estuvo completamente libre de todo efecto del accidente.

Estoy agradecida de ser miembro de una sociedad de la Ciencia Cristiana, en donde mis hijos están ahora inscritos en la Escuela Dominical. Todos continuamos aprendiendo, como dice en 1 Juan: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él”. La instrucción en clase Primaria de la Ciencia Cristiana también ha aumentado mi comprensión de la totalidad de Dios y de las infinitas posibilidades que el hombre tiene a su alcance.


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