Desde El Momento en que sané a la edad de siete años, cuando mi madre recurrió a la Ciencia Cristiana para solicitar ayuda antes que someterme a una desfigurante operación, nunca he puesto en duda el poder que tiene Dios para sanar. Pero en la Ciencia Cristiana, la fe en Dios es sólo el comienzo. Para poder progresar, es necesario crecer en un entendimiento de Dios y en la relación del hombre con El.
Cuando necesitaba ayuda yo siempre me apoyaba en las oraciones de mi madre o de un practicista de la Ciencia Cristiana. Pero llegó el momento en que fue necesario que yo hiciera algo más.
Atravesé un período en el cual mi tiempo estaba tan ocupado con seguir una carrera, tomar cursos universitarios nocturnos y seguir mis intereses especiales, que parecía no quedar tiempo suficiente para ocuparme de mí misma, especialmente de crecimiento espiritual.
En esa época, un invierno tuve síntomas de fiebre reumática. Continué con mis actividades hasta la primavera, cuando ya apenas podía poner un pie delante del otro. Entonces me fui a la cama con el dolor del reumatismo y solicité la ayuda de un practicista. Yo sabía que por más negligente que yo hubiera sido, las leyes ilimitadas de Dios operan sin condiciones y estaba confiada en que sanaría. Sin embargo, como sentía tanto dolor, sentí que no podía dar ningún apoyo metafísico al trabajo de oración del practicista; por lo tanto, le dejé a él todo el trabajo.
Después de casi tres semanas de constante dolor e insomnio, me dije a mí misma: “Seguramente hay algo que tú puedes hacer para apoyar el trabajo del practicista”. La respuesta fue inmediata: “Puedes cantar himnos en lugar de quejarte y lamentarte toda la noche”. De manera que después de que toda la familia se fue a dormir, tomé el Himnario de la Ciencia Cristiana y comencé desde el principio y canté suavemente cada estrofa de cada himno del libro. Al amanecer había terminado. Puse el libro a un costado y me quedé dormida, y dormí todo el día.
Cuando desperté, me di cuenta de que el dolor había desaparecido y me reuní con el resto de la familia en la planta baja. Más tarde, una cierta rigidez en las articulaciones desapareció también y pude reanudar mis actividades, buscando a Dios primero a través de mi estudio de la Biblia y Ciencia y Salud por la Sra. Eddy.
Los himnos tuvieron un doble propósito para mí: mientras proclamaban las verdades de Dios, también silenciaban el sentido mortal, el cual concentraba mi atención en el dolor, ocultándome el hecho de que la ley divina estaba en operación. A medida que se acallaban los argumentos de la mente mortal, se producía la curación.
Ningún himno me llamó la atención más que otro. Mientras cantaba, aceptaba el mensaje que cada uno tenía para dar. Pero después de la curación, un pensamiento de uno de los himnos se quedó conmigo: la importancia que tiene el Amor divino en nuestra vida.
Mientras cantaba, caminaba con Dios en "ambiente de divino Amor" (Himno 144). Vi que Dios es mi Padre amoroso, la fuente de mi ser y me di cuenta de que como Su hija, no podía estar sujeta a la enfermedad ni al dolor, ya que “Ningún defecto pudo dar el Dios que es Creador al hombre, fruto de bondad, a quien Amor formó” (Himno 51). Me sentí consolada mientras cantaba acerca de la “Gentil presencia, gozo, paz, poder” de Dios, sobre la “divina Vida, [que incluye] todo [ser]” (Himno 207 con palabras de la Sra. Eddy).
Estoy agradecida por el trabajo del practicista y por esta clara demostración de la presencia amorosa de Dios y Su poder para sanar. Estoy especialmente agradecida por esta experiencia, pues me capacitó para dar un paso positivo para ayudarme a mí misma, preparándome así para mi próximo paso en mi crecimiento espiritual hacia el Espíritu. Esta curación ocurrió hace muchos años y no he vuelto a sufrir de esa condición.
Camden, Ohio, E.U.A.
