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Quitémonos la venda de los ojos

Del número de mayo de 1993 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿En Que Medida nos afecta lo que creemos que nos sucede, aun si lo que creemos que nos sucede, no es lo que realmente ocurre?

Un grupo de estudiantes de Oxford lo descubrieron en una ocasión cuando realizaron un experimento haciendo gotear agua tibia sobre el brazo de un hombre que estaba aparentemente atado y con una venda sobre los ojos. Convencido de que el líquido que corría por su brazo era su propia sangre y ante el temor de que la pérdida de tanta sangre fuese fatal, el hombre murió. Fue un experimento cruel que se llevó a cabo hasta sus últimas consecuencias. La Sra. Eddy lo menciona en Ciencia y Salud para destacar el punto de que las creencias incorrectas, por más ilusorio que sea su fundamento, pueden ser perjudiciales e incluso destructivas. Véase Ciencia y Salud, pág. 379.

¿Qué hubiéramos hecho usted o yo si hubiésemos estado presentes en esa habitación? Movidos más por la compasión que por el deseo de ver en qué medida la creencia errónea del hombre lo llevaría a la muerte, ¿no hubiésemos sentido y obedecido el impulso espiritual de decirle lo que realmente estaba sucediendo? ¿No le hubiésemos dicho que no había razón para temer, pues no había herida alguna en su brazo y que lo que sentía correr como si fuese sangre, era en realidad, agua tibia? Aun cuando él continuara con la venda en los ojos, sin poder ver lo que estaba sucediendo ¿no hubiese respondido a la información correcta que se le había dado como para dejar de lado su irrevocable aceptación acerca de lo que su temor y sus sentidos mal informados le estaban diciendo? Por supuesto que sí. Nuestra información y la sinceridad de nuestra preocupación hubiesen descartado su creencia infundada de que se estaba muriendo. Se le habría informado lo que realmente estaba sucediendo, o sea, que sus sentidos le estaban mintiendo y que no corría ningún peligro.

Esta ilustración tan gráfica acerca de la naturaleza ilusoria de toda información que procede de los sentidos físicos, destaca un aspecto esencial de la curación cristiana, tal como la practicaba el Maestro, Cristo Jesús. ¿Acaso Jesús, a través de sus obras, no demostró de un modo evidente, que la enfermedad y el malestar eran fraudulentos? La Ciencia Cristiana explica que fue la clara percepción de la verdad espiritual que tenía Jesús — la verdad de que el hombre es la perfecta semejanza de Dios— lo que le permitió destruir, a través del poder divino, la falsa evidencia que pretendía contradecir esa verdad.

Jesús dijo en una ocasión: “Para juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean”. Juan 9:39. El se refería a la misión que tiene Cristo, de poner al alcance de los que no pueden ver lo que está realmente sucediendo (debido a las vendas que los sentidos materiales ponen en sus ojos), la posibilidad de ver la verdad de Dios y de su propio ser y de este modo ser liberados.

Los sentidos materiales no solo pueden engañarnos haciéndonos creer lo que no es verdad; también pueden impedir que veamos que la influencia divina en el pensamiento humano — el Cristo— está siempre presente para despertarnos compasivamente de las creencias erróneas y mostrarnos la evidencia de la verdad de Dios. Su verdad está por encima y más allá de lo que ven y sienten los sentidos materiales, debido a que es totalmente espiritual, invariablemente bueno. Es la verdad de Dios de que somos siempre libres, nunca esclavizados por creencia alguna de sufrimiento o carencia.

La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “El testimonio de los sentidos materiales no es ni absoluto ni divino. Por lo tanto, yo me fundo, sin reservas, en las enseñanzas de Jesús, de sus apóstoles, de los profetas, y en el testimonio de la Ciencia de la Mente. Otros fundamentos no hay”.Ciencia y Salud, pág. 269.

Cada vez que Jesús sanaba, corregía por medio de su entendimiento espiritual y científico acerca de lo que realmente estaba sucediendo, creencias que eran tan falsas como las que sostenía el hombre que se mencionó anteriormente. ¿Qué es lo que realmente está sucediendo en todo momento? Solo aquello que Dios, la Mente divina, ha creado.

El primer relato de la creación, en la Biblia (véase Gén. cap. 1 y cap. 2:1–5) nos dice que Dios terminó Su obra, incluso el hombre, y que era totalmente buena. En el primer relato no hay mención alguna del mal. Entonces, lo que realmente está sucediendo es la verdad de la creación perfecta y espiritual de Dios.

Pero el segundo relato, que comienza en el capítulo 2, versículo 6, inicia la descripción con la venda del sentido material firmemente puesta. En ese relato se nos dice que “subía de la tierra un vapor” y que el hombre fue formado de una base material, “del polvo de la tierra”. No es posible que esa sea la verdadera naturaleza de la creación de Dios.

Jesús dijo: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren”. Juan 4:24. El hombre perfecto, totalmente bueno de la creación de Dios, es espiritual e inmortal porque está hecho a imagen del Espíritu infinito y la Vida eterna. Pero los sentidos materiales no pueden discernir al hombre real, nuestro verdadero ser; los sentidos conciben solamente (y de manera incorrecta) la limitación y la mortalidad. El que vive con los ojos vendados por los sentidos materiales, al único hombre que puede discernir es a Adán, creado supuestamente del polvo, mortal, vulnerable y acosado por tentaciones que le hacen cometer errores.

¿Significa esto que la creación espiritual y perfecta de Dios, es inaccesible para nosotros? La realidad espiritual es que está siempre presente, siempre a nuestro alcance. Tal como indica Pablo en el libro de los Hechos nosotros realmente “vivimos, y nos movemos, y somos” Hechos 17:28. en el único Dios, el Espíritu. Esta verdad nos habla siempre a través del Cristo, a fin de despertarnos de las creencias del sentido material que no proceden de Dios. El poder salvador del Cristo, la Verdad, nos permite ver espiritualmente lo que en realidad está sucediendo para poder de este modo desafiar el control mesmérico del sentido material. Cuando el control de los sentidos se debilita, nos elevamos en nuestra comprensión de la presencia de Dios y vemos con mayor claridad quiénes somos en realidad, y las limitaciones se disuelven.

El relato al que nos referimos al principio de este artículo puede ser muy útil cada vez que nos enfrentemos a una de las innumerables dificultades que se presentan en la experiencia humana. En la parte “interna” de la venda del sentido material hay probablemente un diseño aterrador que parece convincente y obstinado. Por ejemplo para el leproso a quien Jesús sanó, la evidencia de la enfermedad debe de haber parecido real, incurable y aterradora. Pero en la parte “externa” de la venda — en realidad la única parte que verdaderamente existe— está la armonía del ser espiritual genuino, que jamás puede ser alterada.

La voz del Cristo nos habla hoy, tal como lo ha hecho siempre diciéndonos la verdad: “No hay nada que temer. Los sentidos no están diciéndote la verdad. Tu vida y tu salud no están contaminados por la enfermedad; por lo tanto, no corres peligro alguno”. El Cristo nos fortalece para que rechacemos lo que dicen los sentidos. Nos asegura que pertenecemos a Dios y que solamente El nos gobierna; que Su bondad está siempre presente; que El es nuestro Padre-Madre y que todo lo que El posee es bueno y es nuestro. El Cristo nos alienta a que nos elevemos y reclamemos nuestra herencia como hijos de Dios, de ser impecables, alegres y libres.

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