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Una Buena Amiga me sugirió...

Del número de mayo de 1993 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una Buena Amiga me sugirió que hiciera algo con respecto a mi peso. Me recordó que no mucho tiempo atrás usábamos la misma talla de vestido. Respondí que estaba haciendo algo; no estaba a dieta ni contaba calorías, sino que recurría a la oración para cambiar mi pensamiento.

En Escritos Misceláneos la Sra. Eddy escribe: “El cuerpo está gobernado por la mente; y la mente mortal tiene que ser mejorada antes de que el cuerpo pueda renovarse y volverse armonioso — ya que el organismo físico es simplemente la manifestación del pensamiento”. Oré sinceramente para que se me mostrara cómo “mejorar” el pensamiento, para descubrir qué debía eliminar de mi consciencia para poder estar mejor gobernada por la única Mente divina y verdadera. Tenía que renovar mi pensamiento. Así como el meticuloso jardinero se esmera en extraer maleza y malas hierbas de la tierra antes de plantar los tiernos bulbos, yo tenía que eliminar los conceptos limitados y equivocados acerca de Dios y el hombre que parecían estar arraigados en mi consciencia. Esto ocurrió muy naturalmente a medida que crecía mi entendimiento de la verdad espiritual del ser, que yo era ahora mismo la perfecta semejanza espiritual de Dios.

Por medio de la oración comprendí que estaba pensando como una glotona. Una vez que tuve esta revelación pude corregir mis acciones. Me di cuenta de que el pensar como una glotona no consiste sólo en pensar acerca de la comida, y cada día vigilé y corregí esa clase de pensamientos. Por ejemplo, un día en el trabajo cuando hacía una solicitud de suministros de oficina, me di cuenta de que no necesitaba toda la caja de bolígrafos que había pedido. Precisaba sólo uno. ¡Qué contenta me sentí de estar alerta a lo que era realmente otro pensamiento glotón, y de haberlo corregido!

Muy pronto mis colegas empezaron a preguntarme si estaba perdiendo peso. Como no había estado pesándome o mirando mi apariencia, no había notado que ya se había producido un cambio considerable en mi apariencia.

Si bien era difícil no mirar mi cuerpo mientras me apoyaba en la oración, seguía lo más fielmente posible la instrucción de la Sra. Eddy en Ciencia y Salud: “Volved vuestra atención del cuerpo hacia la Verdad y el Amor, el Principio en que se basa toda felicidad, armonía e inmortalidad”. Estudié y escuché espiritualmente para comprender con mayor claridad mi verdadera naturaleza a la semejanza de Dios. Sabía que el hombre, creado por Dios, no tiene defectos; incluye simetría y proporción, no obesidad.

Un diccionario define simetría como “la belleza de la forma que resulta de proporciones equilibradas”. Esta definición fue una revelación. Me di cuenta de que perdería el exceso de peso cuando dejara de comer en exceso, y la única manera de no comer en exceso era eliminar los pensamientos que me hacían comer demasiado.

Esta vislumbre me llevó a explorar las Escrituras para obtener más inspiración. El libro de Exodo describe que los hijos de Israel fueron alimentados en el desierto con maná. Dios ordenó a los israelitas a que juntasen cada día sólo el maná que precisaban para alimentarse cada día. Cuando acaparaban más, el exceso se deterioraba. Cuando juntaban sólo lo necesario no había desperdicios. Comprendí que yo quería obedecer este correcto requisito de moderación como lo habían hecho los israelitas. Este reconocimiento me capacitó para empezar a distinguir entre el hambre y los apetitos que la Biblia llama “la mente carnal” que se opone a Dios, el Espíritu, y como resultado comencé a comer menos. Con el tiempo recuperé mi peso normal.

Aunque agradezco haber perdido mis “cargas terrenales”, estoy más agradecida por haber ganado en entendimiento espiritual. También estoy agradecida a Cristo Jesús, nuestro mostrador del camino, y a la Sra. Eddy por sus incansables esfuerzos por traer a la humanidad la verdad sanadora de la Ciencia Cristiana.


Me alegra verificar la integridad de mi esposa y corroborar que su curación es tal como ella la describió.

Cuando conocí a Dallas usaba vestidos talla 7. Con el tiempo ella comenzó a ganar peso, hasta llegar a usar talla 22. Esto fue un desafío no sólo para ella sino para mí también. En muchas ocasiones sentí la tentación de criticarla pero no lo hice, porque sabía que eso no ayudaría al trabajo de oración que ella estaba haciendo. También comprendí que se estaba produciendo un cambio en mi propia consciencia. Y comprendí que debía ser paciente. Dejé de mirar lo material y empecé a ver las cualidades morales y espirituales que mi esposa expresaba, tales como alegría, dedicación, bondad, comprensión, belleza e integridad.

Estoy muy agradecido por la curación de mi esposa y por las lecciones que aprendí mientras la apoyaba con la oración.

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