El Entrenamiento había sido desastroso. Ninguno de sus saltos había salido bien. Y el más importante de todos en su lista — el salto mortal de dos vueltas y media atrás— fue un fracaso todas las veces que lo intentó. Mientras se secaba se enojó con el entrenador, con su papá y con el implacable calor de Texas.
El “Campeonato Nacional de Saltos Ornamentales por Categoría de Edad” había empezado bastante bien dos días antes, cuando salió segunda en la competencia de un metro de distancia y hasta dieciséis años de edad. Sin embargo, en la competencia del día anterior había fracasado en un salto fácil y, aunque parecía que iba a ganar, ¡llegó décimotercera! Ahora parecía que se encaminaba hacia la misma clase de desastre en la competencia de esa tarde, la prueba de salto desde la plataforma de diez metros. Se sintió derrotada aun antes de empezar.
Faltaban un par de horas para que comenzara la prueba, y ella y su padre entraron al vestuario para tranquilizarse y charlar un poco. Al principio se sintió con más deseos de llorar que de escuchar a su padre mientras él trataba de darle ánimo. “¿Para qué salir a hacer el ridículo¿ le dijo entre lágrimas. “Voy a perder otra vez”.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!