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Me Llamo Christian.

Del número de mayo de 1993 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Me Llamo Christian. Escribo con mucha gratitud. He tenido muchas curaciones desde que empecé a asistir a la Escuela Dominical de la Sociedad de la Ciencia Cristiana en Arequipa para prepararme en este maravilloso estudio que tiene el propósito de hacernos mejores pensadores y hacedores del bien.

Presto mucha atención y me siento satisfecho cuando escucho las enseñanzas que imparte mi maestra de la Escuela Dominical, palabras e ideas que se pueden recordar fácilmente porque son nuevas y no se encuentran en ningún otro lugar. Y he aprendido a aplicar lo que aprendo. Como, por ejemplo, cuando estaba estudiando para los exámenes finales.

Debía presentar un examen del curso de ciencias naturales, pero debido al apuro, no había visto en el horario de exámenes que por error, en su lugar debía presentar el examen sobre historia del Perú. Cuando me di cuenta de esto, ya era demasiado tarde para hacer algo al respecto.

En ese momento el miedo trató de entrar en mi pensamiento, pero recordé lo que se me había enseñado en la Escuela Dominical y me apoyé en Dios. Cuando sonó el timbre indicando que debíamos entrar para presentar el examen de historia, comencé a orar reconociendo que Dios es la Mente y que como Su imagen y semejanza, yo reflejaba la inteligencia divina y que solamente incluía ideas correctas. Me sentí seguro de que podría recordar todo lo que necesitara sobre el curso. Entonces comencé a hacer el examen.

Realmente todo me parecía muy fácil; pude contestar las preguntas con seguridad. ¡Al día siguiente recibí una de las calificaciones más altas en el curso de historia del Perú!

Se puede imaginar lo feliz que me sentí, le dí gracias a Dios, y ahora voy a aplicar lo que aprendí de esta experiencia a todos los exámenes que tenga que dar, ¡pero prestando atención a los horarios de los exámenes y estudiando minuciosamente la próxima vez!

La oración que hice en esa ocasión también me enseñó que la protección que Dios ofrece a Sus hijos es constante y está disponible en toda circunstancia. Después de mis exámenes, comencé a recrearme montando en bicicleta por más de dos horas con mis amigos del barrio. Cuando regresé a mi casa, levanté la bicicleta para guardarla, y para mi sorpresa, ¡la rueda delantera se cayó! (El eje central estaba fuera de alineación, algo que me había descuidado en reparar.) Habiendo estado saltando montículos y manejando a gran velocidad, mis amigos y yo habíamos estado expuestos a mucho peligro. Pero no hubo accidentes.

Estoy muy agradecido por la Sra. Eddy, que fundó la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana para beneficio y protección de los niños. La Ciencia Cristiana me ha bendecido en muchas circunstancias como las que he relatado.


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