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LA PLAZA

Así como la plaza o el mercado en una comunidad es el lugar de encuentro para la gente y sus actividades, LA PLAZA es un lugar donde los lectores del Heraldo pueden compartir experiencias y lecciones que han aprendido mediante las revelaciones espirituales adquiridas al trabajar para la iglesia y la comunidad.

UN FORO

El Antiguo Testamento: una historia de amor entre Dios y Su pueblo

(Tercera parte)

Del número de mayo de 1993 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Esta serie ilustrada que se publica en el Heraldo —“El poder reformador de las Escrituras”— trata sobre la dramática historia de cómo se desarrollaron las escrituras en el mundo a lo largo de miles de años. Se concentra en los grandes reformadores que escribieron y tradujeron la Biblia. Muchos dieron su vida para hacer que la Biblia y su influencia reformadora estuviera al alcance de todos los hombres y mujeres. Esta es una serie.

EL EXILIO EN BABILONIA

A veces en una relación matrimonial llega el momento de la verdad, es un momento en que la pareja enfrenta presiones tan abrumadoras que pueden llegar a destruir su unión. Israel se enfrentó a ese tipo de presión durante los sesenta años de Exilio que tuvo en Babilonia, un período que amenazó el pacto de Israel con Yahvé.

Bajo el gobierno extranjero, los judíos lucharon por mantener viva sus tradiciones religiosas. Continuaron rindiéndole culto a Yahvé, a pesar de que no estaban en su amado Templo de Jerusalén. Y, como solía suceder a través de la historia judía, los reformadores religiosos de Israel mantuvieron viva la fe del pueblo al insistir en que permanecieran fieles al pacto con Yahvé.

Quizás el más notable de estos reformadores sea un hombre llamado Ezequiel, que colaboró — probablemente como sacerdote— en el Templo de Jerusalén. Después de que lo llevaron a Babilonia en la deportación que tuvo lugar en los años 598—597 a.C., Ezequiel contempló una visión de Yahvé sentado sobre un trono encima de un magnífico carro. Asombrado por esta visión, Ezequiel aceptó transmitir el mensaje de Yahvé a los judíos, un mensaje que resultó ser de lamentación y de aflicción por la inminente ruina de su tierra natal.

Cuando finalmente cayó Jerusalén en los años 588—587 a.C., el mensaje de Ezequiel se transformó en un mensaje de esperanza. Le dijo a su pueblo que, aun cuando en esos momentos eran como un valle lleno de huesos secos, Yahvé pondría carne en esos huesos y les infundiría nueva vida.

Al mismo tiempo, un historiador conocido como el Escritor Sacerdotal preparaba una compilación revisada de los orígenes de Israel, contados desde el punto de vista de los sacerdotes. Es una pieza de prosa muy poética que ahora está entrelazada entre los primeros cuatro libros del Antiguo Testamento. El magnífico primer capítulo del Génesis, con su historia de una ordenada creación en siete días, es un ejemplo de la prosa majestuosa del Escritor Sacerdotal.

No se conoce el nombre del más grande profeta del período del Exilio. Pero, puesto que su obra está en los capítulos 40 al 55 del libro de Isaías, los eruditos modernos lo han llamado Segundo Isaías. En esta hermosa serie de poemas, da una nueva interpretación de la trágica experiencia del Exilio, gozosa y llena de luz. Anuncia con júbilo que el libertador de Israel está al alcance de la mano. Hasta llega a darle nombre, Ciro, el rey persa que está recorriendo victoriosamente la Creciente Fértil.

Las palabras del Segundo Isaías hablan con amor profundo a los corazones anhelantes de los exiliados, consolándolos. Les dice que son como el siervo sufriente que describe en su poesía. Por ahora tendrán que conformarse con el sufrimiento. Pero el futuro les traerá la victoria. Al atravesar el sendero humilde del siervo — sufriendo voluntariamente por el bien del género humano— Israel abrirá las puertas a una nueva era gloriosa.

LIBERACION Y RECONSTRUCCION DE JERUSALEN

Como lo predijo el Segundo Isaías, Ciro de Persia conquistó Babilonia, y — siendo un monarca benevolente— le dio la libertad a todo el pueblo judío para volver a Palestina en el año 538 a.C. No todos aceptaron este ofrecimiento. Algunos prefirieron permanecer en Babilonia, donde habían vivido lo suficientemente contentos en el exilio por dos generaciones. No obstante, muchos miles volvieron a su patria.

Pero el regreso, que se completó durante un período de cien años o más, estuvo lejos de llegar a la altura de las radiantes predicciones del Segundo Isaías. Otro profeta anónimo, que escribió los últimos diez capítulos del libro de Isaías (generalmente conocido como Tercer Isaías), expresa la frustración que sintió el pueblo judío cuando enfrentó las duras realidades de la vida en su demolida tierra natal. Su Templo había sido asolado. Jerusalén estaba en ruinas. La reconstrucción resultó ser lenta, dolorosa y carente de inspiración.

Entonces vino la resonante reprensión de los profetas Hageo y Zacarías. Ellos despertaron al pueblo de su letargo. Hageo les dijo a los judíos que tenían que pensar menos en su prosperidad personal y más en la reconstrucción del Templo.

Inspirados por estos profetas, los judíos finalmente completaron la construcción de un Templo nuevo en el año 515 a.C. Pero en algunos aspectos, Israel era tan sólo una sombra de lo que había sido. Su territorio había sido considerablemente reducido, su tierra estaba en ruinas, y su fervor religioso se había enfriado. Los israelitas estaban sin esperanza. A esta altura, tres profetas, Abdías, Malaquías y Joel pregonaron al pueblo hebreo. Abdías condenó a Edom por haberse apoderado de parte del territorio de Judá durante el Exilio. Malaquías reprendió a los judíos porque trataban la cuestión de la adoración muy superficialmente; basaban su culto en rituales, no en el amor. Y Joel se lamentó de que las langostas hubieran atacado a Israel, diciendo que era seguramente una señal de la ira de Yahvé.

No fue sino hasta el año 445 a.C. que Israel tuvo un líder con la visión y la determinación para reconstruir Jerusalén y sus muros derrumbados. Ese hombre fue Nehemías, cuya historia aparece en los libros de Esdras y Nehemías. Como copero de la corte del rey persa Artajerjes, Nehemías había alcanzado una posición prominente. Sin embargo, cuando se enteró de lo desesperados e indefensos que estaban sus hermanos judíos en Jerusalén, no pudo guardar silencio. Le pidió a Artajerjes que le permitiera regresar a Jerusalén para ayudar a sus compatriotas a reconstruir los muros demolidos de la ciudad. Artajerjes le concedió su pedido, nombrándolo gobernador de Israel. Nehemías se apresuró a ir a Jerusalén y condujo una valiente campaña para reconstruir los muros, hazaña que logró finalizar en tan sólo cincuenta y dos días. Como gobernador, le dio al pueblo un nuevo sentido de identidad nacional, esforzándose por estimular al pueblo a obedecer estrictamente la Tora, o ley mosaica, y pidiéndoles que dejaran de adulterar su religión casándose con personas extranjeras.

No obstante, no todos convinieron en que medidas tan severas fueran necesarias. De hecho, el libro de Rut, que la mayoría de los eruditos creen que fue escrito alrededor de esta época, cuenta la conmovedora historia de cómo — siglos antes— una joven de Moab, que había entrado en una familia hebrea por medio del matrimonio, adoptó la fe de su marido con tal fervor que permaneció fiel a ella aun después de la muerte de éste. Con el tiempo se casó con un devoto pariente de su marido y fue la bisabuela del rey David. Esta historia claramente ilustraba que las extranjeras pueden ser buenas esposas para los hombres judíos, ¡al contrario de lo que sostenía Nehemías!

Tomando donde Nehemías había dejado respecto a exhortar al pueblo a obedecer la Tora, el sacerdote Esdras llegó de Babilonia en el año 428 a.C. (de acuerdo con la opinión de los mejores eruditos), estando a la cabeza de un grupo de judíos exiliados que volvían a Palestina. Después de eso, guió a los judíos en una solemne ceremonia de renovación del pacto, ceremonia en la que el pueblo prometió obedecer la Ley como nunca antes, hasta la última letra. Más que nadie, Esdras fue el responsable de reintroducir la Ley a la comunidad de Jerusalén, haciendo sentir a la gente una vez más su singular compromiso de amor con Yahvé. Generalmente se considera que Esdras es el padre del judaísmo.

Dado que, gracias a la obra de Esdras y Nehemías, el énfasis primordial de la comunidad después del exilio fue en la Ley y el ritual, no es de sorprender que un historiador conocido como el Cronista escribiera en ese período una gran porción de la historia hebrea desde el punto de vista del judaísmo sacerdotal. El relato completo del Cronista se puede encontrar en 1 y 2 Crónicas, como también en Esdras y Nehemías.

También durante el período que siguió al exilio, los sacerdotes en el nuevo Templo reunieron en un himnario los hermosos salmos escritos durante los seis siglos anteriores, desde la época de David en adelante. Esta gloriosa antología de oraciones poéticas abarca desde himnos de alabanza hasta lamentos y canciones de acción de gracias. La tradición le atribuye a David 73 de los 150 salmos. En realidad, él escribió menos. Más que ningún otro libro en el Antiguo Testamento, los salmos celebran el pacto tradicional que tenía la comunidad de adorar en el Templo, y de alabar juntos a Dios a través del canto.

EL MOVIMIENTO DE LA SABIDURIA Y LA FE DEL PACTO

Desde antes de la época de Abraham, historias y dichos sabios que invitan a reflexionar sobre el significado de la vida humana, habían circulado de boca en boca por toda la Creciente Fértil. Se hicieron muy populares durante el período después del exilio, cuando fueron compilados por primera vez. Estos dichos venían de los sabios, hombres de toda tribu y nación que expresaban gran sabiduría y que pensaban profundamente sobre cómo vivir con éxito y cómo enfrentar la tragedia humana. Sin embargo, los sabios de Israel eran distintos al resto. Estaban convencidos de que su sabiduría era un don divino, no una dote personal. Y ellos estaban seguros de que no había nadie más sabio que su amado rey Salomón.

La literatura bíblica más conocida sobre la sabiduría es el libro de los Proverbios, una antología de declaraciones breves, cada una de las cuales resume de forma simple y clara alguna verdad profunda. Según la tradición, Salomón escribió este libro de la Biblia, pero en realidad es la labor de escritores a través de toda la historia de Israel. Y bajo todos estos consejos de sentido común que hay en los Proverbios, yace la fuerte convicción de los judíos de después del exilio de que Yahvé, no el hombre, es la fuente de toda sabiduría verdadera.

El libro de Job es la pieza de literatura de sabiduría más notable de la Biblia. De acuerdo con esta antigua leyenda, también escrita por primera vez después del Exilio, Yahvé pone a prueba la fidelidad de Job permitiendo que Satanás lo colme de calamidades. Job pierde sus muchas posesiones, sus hijos, su salud. Abrumado por la falta de sentido de su sufrimiento, él denuncia al Dios que cree le envió todas estas calamidades.

No obstante, en este momento Dios de repente se le aparece a Job en forma de un poderoso torbellino, haciéndole muchas preguntas que le hacen entender, como nunca antes, la omnipotencia y gloria de Yahvé. Esta imponente presencia y poder divinos lo satisfacen y hacen que Job se vuelva humilde. Y se siente unido nuevamente — como por un nuevo pacto— con el Dios de su pueblo. Reformado y purificado por Dios, se levanta de las cenizas de su aflicción y reconstruye su vida, bendecido por Yahvé con el nacimiento de más hijos y el doble de las riquezas que tenía.

Mary Trammell, nuestra Redactora Adjunta, es especialista en estudios bíblicos, y William Dawley, nuestro Redactor de Secciones Especiales, tiene mucha experiencia en periodismo.

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