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El suicidio no es la respuesta

Escrito para las revistas de la Ciencia Cristiana

Del número de mayo de 1993 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Si ha estado pensando en suicidarse, supongo que debe sentirse bastante infeliz. Quizás nadie sepa, o pueda imaginar, qué horribles le parecen las cosas en este preciso momento. Pero, por favor, créame: usted no está solo. Yo he estado en esa misma situación, como también lo han estado otras personas. Hay personas que, por sus propias razones, han considerado lo que usted está considerando. Algunos han llevado a cabo su objetivo, y nadie sabe si lo lamentaron; no están aquí para contarlo. Pero otros, como yo, no lo hemos consumado. Yo estoy aquí, y ahora estoy muy agradecida de no haberme suicidado.

Pensé que si le contaba lo que pasó conmigo, y algunas de las cosas que aprendí, podría ayudarlo a ver que tiene una alternativa, y que el suicidio no es la mejor. El amor de Dios puede alcanzarlo y ayudarlo, allí donde usted está.

Estoy segura de que ha escuchado la expresión: “Te ves como si hubieras perdido a tu mejor amigo”. Bueno, yo lo perdí, y así pareció mi vida por un largo tiempo. La peor parte fue que me culpaba a mí misma por lo que había sucedido; me parecía que nuestra separación era toda mi culpa.

Algunos de mis amigos me insistían en que me olvidara de eso. Pero por alguna razón no podía. Esto me lastimaba terriblemente, y no podía hacerles entender el porqué. En la mayoría de las ocasiones todo lo que obtenía de ellos, eran frases oportunas. Después de un tiempo algunos dejaron de visitarme porque “ya no era divertido estar conmigo”. Otros empezaron a inquietarse, y su preocupación me alarmó a mí también; entonces traté de no verlos. Pasé horas durmiendo, caminando de un lado a otro, llorando, o simplemente pensando en lo que había pasado. No me gustaba estar conmigo misma del mismo modo que nadie quería estar conmigo.

Sin embargo, estuve orando todo ese tiempo. Estuve pidiéndole ayuda a Dios con todo mi corazón. Pero no parecía que mis oraciones tuvieran buen resultado. (Pero sí lo tenían. Y más tarde comprendí cuánto.) Para mí uno de los aspectos más duros de la situación era que me sentía muy humillada. La gente comprende cuando uno no se siente bien físicamente, pero la angustia mental es un signo de debilidad por el cual uno debe avergonzarse, o así lo pensaba yo. Así que me encerré en mí misma cada vez más y me alejé de los demás.

Aunque había momentos en que no pensaba con mucha coherencia, básicamente siempre quería hacer lo que era correcto. Quería obedecer a Dios. Esto en sí mismo no calmó el dolor, pero fue una protección. Se apoderó de mí cuando mi propio valor y razón fallaron. En cierta época, estuve pensando en suicidarme. Estuve a punto de hacerlo en cuatro oportunidades. Sin embargo, en cada una de ellas, hubo algo que me detuvo.

Menciono esto, no sólo para usted, sino también en caso de que alguien que esté leyendo esto lo conozca a usted o a alguna persona como usted y desee ayudarlo. En dos de las cuatro oportunidades en que estaba al filo de la navaja, mis amigos fueron los que realmente impidieron que lo hiciera. Una llamada telefónica oportuna. Una visita para dejarme una bolsa de galletitas caseras. Ambas llegaron precisamente en el momento más oportuno. Cada uno de los amigos era y es un estudiante sincero de la Ciencia Cristiana. Ninguno es un psicólogo o consejero; sin embargo ellos respondieron en la forma que era sumamente necesaria. No había una fórmula. Ellos escucharon y actuaron de acuerdo con el mandato divino. Aunque yo los había echado, ellos se comunicaron conmigo cuando fue necesario. (Por supuesto, yo tenía que tomar la decisión de responder; nadie podía hacer eso por mí.) Siempre estaré agradecida por su generoso y paciente amor.

Después de la cuarta oportunidad de estar muy cerca de suicidarme, pedí el apoyo de un practicista de la Ciencia Cristiana. Nunca volví a tratar de suicidarme. Aunque tuve ese pensamiento, ni siquiera lo intenté después de eso, sin duda debido a los esfuerzos que hizo la practicista mediante la oración que guió a mi consciencia hacia la vida y me alejó de ver a la muerte como una liberación del dolor. Muchas veces, en nuestras conversaciones, la practicista destacó que la muerte nunca es un amigo sino que como lo identificó claramente Pablo es un enemigo, el último que debe ser destruido.

Un practicista de la Ciencia Cristiana puede ser una buena opción si siente la necesidad de hablar con alguien que lo escuche, sea compasivo con usted y no lo condene. Estas personas, que dedican todo su tiempo a ayudar a otros a través de la oración, mantendrán confidencial toda la información que comparta con ellos. Sus códigos de ética profesional no les permiten contar a nadie lo que tratan con ellos.

Las cosas comenzaron a mejorar, muy lentamente pero en forma persistente, en su mayor parte debido a que yo así lo deseaba. Dejé de destruirme a mí misma con sentido de culpa y pesar y comencé a mirarme desde un nuevo punto de vista, como la hija misma de Dios, hecha a Su semejanza, inseparable de Su bondad y amor. Mi identidad espiritual y divina se volvió más vívida para mí que el cuadro físico que me mostraba como un ser humano fracasado. Comencé otra vez a salir, a tener contacto con la gente y a emprender nuevos proyectos en el trabajo. Cuando me enfrentaba con desafíos, no me aplastaban durante días como sucedía antes. Al fin, podía honestamente decir que estaba feliz y bien otra vez.

Ahora puedo ver el resultado de toda la oración y el trabajo que hice durante meses en mi caso. Cada oración, cada tratamiento de un practicista de la Ciencia Cristiana, logró algo. Desde entonces he crecido enormemente. Y ese crecimiento espiritual fue muy firme. Tenía que dar resultado. Era mi derecho desde el principio, siempre y cuando trabajara para ello y me negara a rendirme a la desesperación.

Cuando decidí vivir en vez de morir, estaba haciendo lo que dije anteriormente, lo que más quería hacer: obedecer a Dios. Dios nunca desea la muerte de ninguno de Sus hijos. El quiere que ellos disfruten de la vida que les da, porque la vida como El la conoce es del todo buena. El profeta Ezequiel escribió: “No quiero la muerte del que muere, dice Jehová el Señor; convertíos, pues, y viviréis”. Ezeq. 18:32.

Usted es mucho más valioso de lo que piensa. No importa cuan lejos pueda sentirlo en este momento, usted es la verdadera expresión del ser de Dios. Si ha buscado la evidencia de que Dios existe, no mire muy lejos; usted es esa evidencia. Su vida, que es la expresión de la naturaleza divina, es eterna y espiritual. Es tan perpetua como Dios mismo, Quien es Amor inmortal. Lo más importante es que su vida no está maldecida sino bendecida. El hecho es que esta existencia espiritual perfecta es la única que tiene.

La manera en que vive ahora es solamente una señal de con cuanta claridad comprende su identidad y existencia espiritual. Si su manera actual de vivir lo está lastimando, la forma de mejorarla es mejorar su comprensión de que Dios es Vida eterna, El creó a cada uno de nosotros a Su imagen. Aprender que usted es la expresión misma de Dios es un descubrimiento positivo y excitante.

El matar el cuerpo no afecta su identidad eterna y espiritual; pero tampoco aumenta su comprensión de ella. Es en realidad un paso en la dirección equivocada debido a que el suicidio se funda en la noción de que usted vive en la materia, y eso no es así. La Sra. Eddy, que escribió Ciencia y Salud, afirma: “La creencia de que la existencia depende de la materia tiene que ser combatida y vencida por la Ciencia, antes que se pueda entender la Vida y alcanzar la armonía”.Ciencia y Salud, pág. 427.

La armonía es lo que usted quiere obtener. ¡Quién no la desea! La única forma de obtener la armonía consiste en empezar a pensar que usted mismo es espiritual, la expresión del ser de Dios. Esta manera de pensar es algo que puede empezar a hacer en este preciso momento; es algo que tiene el poder de seguir haciendo, aun si todo lo demás en su vida parece estar fuera de control.

Probablemente sepa que el suicidio se consideraba un crimen; sin embargo, en la mayoría de los estados de los Estados Unidos, ya no lo es. Pero el suicidio es una transgresión a la ley divina, debido a que infringe el Sexto Mandamiento: “No matarás”. Ex. 20:13. Sin embargo, no quiere decir que ese temor al castigo de Dios sea un buen disuasivo para el suicidio. Dios reprueba el mal porque Dios es bueno; y no hay duda de que el suicidio es nocivo. Pero Dios nunca condena a ninguno de Sus hijos. El siempre los ama a todos y a usted porque El sólo ve su identidad espiritual y pura. Si conoce a alguien que se suicidó, Dios no lo condena; pero indudablemente su amigo tiene que aprender mucho sobre su verdadera identidad como hijo amado de Dios. Y de una u otra manera, en algún momento él lo tendrá que aprender, como lo debemos hacer todos nosotros.

El suicidio, en particular entre los adolescentes y jóvenes, ha tenido mucha publicidad en estos últimos tiempos. Tal vez esa sea la razón por la cual esté pensando en ello. Pero comprenda esto: usted tiene el derecho divino de pensar por sí mismo. Usted no es una estadística, ni está indefenso dentro de una tendencia social. Usted es una idea, o imagen, de Dios, y le pertenece a Dios, no a los medios de comunicación.

¿Se encuentra solo, sin nadie que lo entienda o cuide? ¡No es verdad! Dios está ahí mismo con usted. Puede sentir Su amor en este preciso momento. Sus ángeles — en la forma de pensamientos elevados— están siempre ahí para ayudarlo. Algunas veces es en las “pequeñas cosas" que vemos o sentimos más claramente a Dios, cuando nos acordamos de mirar.

¿Su situación aparenta no tener solución? Nada es demasiado difícil para Dios, o para usted, con la ayuda del Amor. Quizás haya tratado con insistencia de cambiar algunas cosas pero no ha podido. Dios puede mostrarle qué hacer luego. Siempre hay una salida. Ore. Escuche. Recibirá el pensamiento correcto.

¿Es el suicidio la única manera de atraer la atención? ¡No! En este momento Dios lo conoce, ama y aprecia. Si considera que el suicidio es una manera de castigar a alguien que lo ha lastimado, haciendo que “se dé cuenta de las cosas”, pregúntese esto: ¿por qué pagar los platos rotos que otro rompió? Deje que Dios lo reivindique, como El lo hizo con Cristo Jesús; deje que Su ley haga justicia. Esa ley no lo humillará sino que lo exaltará.

¿Podrían su familia o sus amigos estar mejor sin usted? ¡No! La mayoría de las familias tienen problemas y quizás la suya tenga muchos. Pero usted expresa a Dios de una manera propia y única. Usted puede contribuir con algo con lo cual nadie más puede, y Dios tiene un trabajo para que usted haga. El Amor divino es su Padre y Madre, y su amigo más íntimo. No hay desilusión en su relación con Dios.

¿Merece morir? ¡Por supuesto que no! Usted es linaje de la Vida eterna, y esta Vida lo quiere y necesita a usted así como a todos los hijos de Dios. El no lo juzga en términos de popularidad o calificaciones, trofeos que haya ganado, dinero o por su apariencia. ¿Por qué no comienza a verse a sí mismo a través de los ojos de Dios en vez de a través de los limitados sentidos personales? Usted puede reemplazar el lamento y la aversión a sí mismo con una plena y más amplia comprensión de nuestro tierno Padre-Madre siempre presente.

Yo he encontrado ese tierno consuelo, y agradezco a Dios por haberme quedado para encontrarlo. Está realmente aquí, y en verdad vale la pena el esfuerzo. Estas palabras en Ciencia y Salud han tenido un significado especial para mí: “Anímate, querido doliente, pues esa realidad del ser seguramente se manifestará algún día y de algún modo. No habrá más dolor, y se enjugará toda lágrima. Cuando leas esto, recuerda las palabras de Jesús: ‘El reino de Dios está entre vosotros’. Esa consciencia espiritual es, por tanto, una posibilidad presente”.Ciencia y Salud, págs. 573–574.

La Sra. Eddy escribió este mensaje para usted y para mí. Esta es su consoladora epístola para nosotros. Escúchela. Crea en ella, cobre ánimo con ella, y mire hacia adelante. Querido doliente, ¡sí vale la pena vivir!

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