Muchos De Nosotros, en algún momento, hemos despertado de un mal sueño con un sentimiento de temor. Por más angustioso que esto pueda ser, todos sabemos como manejar el problema. Con firmeza, nos recordamos a nosotros mismos que el sueño no fue ni es real. Y cuando nos concentramos en nuestro diario vivir, nos liberamos de las imágenes del sueño con naturalidad.
Pero, ¿qué pasa si lo que nos perturba, en vez de venir de un sueño, forma parte de nuestro pasado? ¿Y si hemos pasado por circunstancias agobiantes que nos han dejado la sensación de estar marcados, amargados o temerosos? ¿Cómo podemos liberarnos de modo de poder seguir viviendo con gozo y en forma provechosa?
Cada aspecto de nuestra experiencia mejora cuando obtenemos una perspectiva más espiritual. Cuanto más espiritual sea la base de nuestra perspectiva, más profunda y constante será nuestra paz y alegría. Pero esta clase de pensamiento surge de un punto de vista más elevado. Para elevar nuestra experiencia, debemos comenzar con Dios, el Espíritu. Sabemos que Dios es eterno, que vive, actúa, crea y sabe en el eterno ahora. Y, como Dios crea al hombre como el reflejo de Su propio ser, a Su propia semejanza, el hombre también, debe ser eterno.
Reconocer que no estamos confinados ni delimitados por el tiempo porque somos ese hombre ilimitado y eterno, es dar un paso de progreso para liberarnos del dominio de los malos recuerdos. Si este paso es seguido por esfuerzos, cada vez mayores, para espiritualizar nuestro pensamiento respecto a lo que constituye la identidad y el pasado, y establecer nuestra vida sobre la base de este cambio de pensamiento, encontraremos la libertad completa.
Durante años sufrí por un recuerdo doloroso, que entristecía mis días y me abrumaba de ansiedad. Hablé con un practicista de la Ciencia Cristiana — cuya tarea consiste en orar por otros— sobre lo desdichada que me sentía a causa de ese recuerdo, y ella me ayudó a comprender cómo encontrar la libertad.
A través de la oración y de la iluminación que Ciencia y Salud por la Sra. Eddy trae al estudio de la Biblia, trabajé a diario para alcanzar un sentido más espiritual de mí misma y de mi experiencia.
Reconocí que Dios es el bien todopoderoso y omniactivo. Por lo tanto, percibí que El no podía hacerme sufrir, ni haberme creado para ser una persona imperfecta, obligada a ocasionarme sufrimiento a mí misma. Tampoco era posible que si Dios es todo el bien, creara a algunos de Sus hijos inherentemente buenos y a otros inherentemente malos. Todos deben ser semejantes a Dios. Y nadie es creado para ser el victimario ni la víctima de otro, porque el propósito que Dios tiene para cada uno de Sus hijos es totalmente bueno.
El recuerdo desagradable era como una brecha entre Dios y yo. Pero yo sabía que en realidad, nada podía separarme de Dios, porque como lo indica el apóstol Pablo, “en él vivimos, y nos movemos, y somos”.
Al estudiar la Ciencia Cristiana, aprendí que el hombre es totalmente espiritual y la completa y consecuente expresión de Dios que refleja Sus cualidades, tales como paz, gozo, pureza, inteligencia, propósito. Empleando Vida y Verdad, como sinónimos de Dios, Ciencia y Salud explica: “Dios modela todas las cosas conforme a Su semejanza. La Vida se refleja en existencia, la Verdad en veracidad, Dios en bondad, las cuales imparten la paz y permanencia que les son propias”.Ciencia y Salud, pág. 516. Diariamente fui percibiendo en mayor medida mi identidad como la semejanza de Dios y fui sintiendo más paz.
Fortalecida, redoblé mis esfuerzos para entender mejor mi relación con Dios. A medida que leía pasajes de la Biblia y Ciencia y Salud, como parte de mi estudio diario de las Lecciones Bíblicas (que aparecen en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana), traté de obtener una mayor percepción de mi identidad espiritual como imagen de Dios, a fin de poder orar con más inteligencia y en forma más específica.
Gradualmente fui obteniendo un sentido más claro del hombre como la expresión de la bondad de Dios. También comencé a ver dos hechos importantes. Primero: que Dios siempre había estado conmigo. Y segundo: que El nunca pudo haber sido indiferente respecto a mí.
Junto con este sentido más elevado, sentí más paz y confianza, las que me hicieron tener más paciencia y compasión por mí misma y por los demás. Yo estaba sintiéndome más segura en el amor de Dios.
Al continuar con esta oración y razonamiento espiritual, comencé a sentirme otra vez completa. Y me di cuenta de que por algún tiempo, me había sentido como si hubiera perdido una parte de mí misma en el pasado, una parte de mi fortaleza, de mi vivacidad y esperanza. A medida que empecé a reconocer que Dios es constante — la fuente de toda fortaleza, paz y gozo— y que Su promesa de amor es eterna, sané. El recuerdo perturbador se desvaneció y nunca más volvió a molestarme.
Ya sea que nos sintamos heridos por las acciones de los demás o por las equivocaciones que nosotros mismos hemos cometido, nadie está fuera de la gracia de Dios.
En el libro de Hechos se nos dice que Saulo estaba “respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor”, Hechos 9:1. cuando de camino a Damasco, vio un resplandor de luz y oyó una voz instándolo a responder qué estaba haciendo. Repentinamente descubrió que estaba ciego y fue necesario que lo llevaran a Damasco. Allí su visión fue restaurada a través de las oraciones de uno de los seguidores de Cristo Jesús. La Biblia nos dice que Saulo (conocido luego como Pablo) se convirtió en un devoto cristiano, un inspirado predicador del evangelio, y un eficaz sanador espiritual.
Pablo cambió profundamente cuando obtuvo un sentido más elevado de rectitud. Sus pensamientos y acciones estuvieron más de acuerdo con la humildad, la convicción y la compasión cristiana del Maestro, y su carácter cambió. En Ciencia y Salud, la Sra. Eddy dice: “Percibió por primera vez la idea verdadera del Amor y aprendió una lección en la Ciencia divina”.Ciencia y Salud, pág. 326.
Para nosotros, aceptar a Dios de esta manera es rechazar todo lo que quisiera contradecir al Amor, incluso la opinión de que el hombre pueda ser gobernado por el mal. Dios, el bien, es el único poder. Tal alabanza a Dios trae la necesaria receptividad al Cristo, la Verdad, que hace posible la regeneración.
Nadie tiene porqué estar limitado por heridas o temores del pasado. Y podemos recurrir a las enseñanzas de Cristo Jesús en busca de dirección. Al volvernos a Dios en oración humilde y al lograr un sentido más devoto nos veremos como los herederos de Dios que somos, por completo espirituales y unidos a El. Esto hace ver y esperar el bien en nuestra vida y a negarnos a aceptar como natural todo aquello que sea menos que la armonía que Dios ha instituido, la armonía eterna que es nuestro derecho innato.
Desde el cabo de la tierra clamaré a ti,
cuando mi corazón desmayare.
Llévame a la roca que es más alta que yo.
Salmo 61:2
