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La Ciencia Cristiana ha...

Del número de mayo de 1993 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Ciencia Cristiana ha sido mi religión desde que nací, puesto que llegó a nuestro hogar aproximadamente dos años antes de que yo naciera. Mis padres supieron de la Ciencia Cristiana a través de una pareja que había salido de su país natal en Europa para establecerse en Brasil y que compartía su entendimiento de la Ciencia con sus nuevos amigos.

En esa época mi familia vivía en el interior del estado, en un pequeño poblado donde las condiciones en que vivían los agricultores eran algo precarias, especialmente en relación con el transporte y la comunicación. La Ciencia Cristiana prosperó en esta comunidad sencilla de personas sinceras, y éste fue el comienzo de la actividad de la Ciencia Cristiana en todo el estado.

Las dificultades familiares siempre se resolvían con la ayuda de la Ciencia, y los resultados que se obtuvieron fueron un testimonio de la eficacia de este método espiritual de curación, curaciones de enfermedades, de una plaga en el ganado, y la solución de problemas financieros y de relaciones personales.

Después que nos mudamos a la capital del estado, parte de mis vacaciones escolares la pasaba con familiares en este pequeño poblado. En una ocasión, mi hermano y yo montamos a pelo un caballo muy dócil. Pero al pasar por debajo de las ramas bajas de un árbol, caímos a tierra, y yo me fracturé una clavícula y quedé con un brazo inutilizado. Mi mamá oró por mí. Donde estábamos no había posibilidad alguna de llamar a un practicista de la Ciencia Cristiana para pedirle ayuda; sin embargo, sané rápidamente. Desde entonces, siempre he podido usar el brazo con libertad.

La Ciencia Cristiana fue una ayuda constante durante mis años de estudiante, especialmente cuando estuve en la universidad. El reconocimiento de que el hombre real refleja a Dios, la Mente infinita, en inteligencia, sabiduría, memoria y en la capacidad para comprender, fue la mejor herramienta académica que pude tener. Mis experiencias y demostraciones de la Ciencia Cristiana como estudiante fortalecieron mi convicción de la Verdad divina, que luego apoyó mis actividades profesionales.

En una ocasión fui invitado a hacer un trabajo técnico en la capital de nuestro país. El trabajo era pionero en su campo dentro de mi área de especialización, y se basaba en estudios que yo había realizado varios meses antes. Después de dos semanas de trabajo me preparé para ir a casa por unos días para atender algunos asuntos personales y para escribir un informe sobre la fase inicial del trabajo. Me sentía presionado por terminar esta tarea, y se me ocurrió pensar: “Y si algo me pasa, ¿qué va a pasar con el trabajo?”

Durante el vuelo comencé a sentirme enfermo con un fuerte dolor de cabeza. Cuando llegué a casa, me fui directamente a la cama. En los dos días siguientes hubo muy poca mejoría. Mientras tanto, quedaba poco tiempo para preparar el informe, y la presión que yo mismo me imponía aumentó. Pero mis oraciones y las de mi familia fueron eficaces, porque al tercer día me sentí mejor. Podía alimentarme y estudiar la Lección Bíblica como aparece en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. Nuestras oraciones se basaron en el reconocimiento de que el hombre es perfecto porque es la imagen y semejanza de Dios.

Al estudiar la Biblia y Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras escrito por Mary Baker Eddy, entendí que la raíz de la dificultad era un sentimiento de responsabilidad humana, una actitud que es frágil y sujeta a preocupación. Tan pronto como comprendí esto, comencé a orar para corregir este sentimiento falso de responsabilidad, basándome en el hecho de que el hombre expresa las cualidades divinas de inteligencia y fortaleza. Yo sabía que el Espíritu es poder omnipotente, y que el hombre verdadero manifiesta este poder. Percibí con claridad el siguiente dicho de Cristo Jesús: “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre”.

Con este cambio de enfoque, la evidencia externa cambió. Regresó mi disposición para trabajar, y terminé el informe en tres días. La mejor parte de esta experiencia fue la lección que aprendí de proteger nuestros pensamientos contra las acechanzas del mal, y de siempre volvernos a Dios en busca de los atributos y talentos que necesitamos para llevar a cabo nuestras tareas.

Creo que Dios escucha los deseos honestos y puros. Aquí la Ciencia Cristiana desempeña una función importante, pues enseña a la humanidad a que viva una vida orientada al reconocimiento de la presencia y el poder de Dios, la fuente de todo bien.

Rebozo de gratitud a Dios por las bendiciones que da a la humanidad. Puedo sinceramente unirme al salmista cuando dice: “Jehová cumplirá su propósito en mí”.


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