La Llamamos Simplemente la Biblia, o el Buen Libro. Pero su significado espiritual es revolucionario. Transforma vidas. Reforma iglesias y naciones. Y, en este momento, está reformando el mundo.
¿Cómo es que la Biblia reforma vidas? He aquí un ejemplo. Años atrás un joven cometió algunos errores, errores graves que terminaron en tragedia. Como resultado fue enjuiciado, declarado culpable de un crimen y se le dio una dura sentencia en prisión.
Ustedes se pueden imaginar lo que él sintió cuando le dieron esa sentencia. Estaba deshecho. Sentía temor, ira, remordimiento y desesperanza. Y sintió cada vez más fuerte el deseo de terminar con todo y suicidarse, algo que había pensado desde hacía varias semanas.
Esa noche un compañero de prisión le dio un libro al que nunca antes le había prestado mucha atención: la Santa Biblia. El prisionero le leyó varios pasajes de la Biblia que pensaba le darían consuelo. Al escuchar la lectura el joven se fue calmando. Hasta llegó a sentir algo parecido a la paz.
Así fue como comenzó una relación muy especial entre mi amigo y su nueva Biblia. Desde entonces ha pasado innumerables horas reflexionando acerca de las verdades de las que habla esa Biblia. Y esas verdades le han dado esperanza, suficiente esperanza para querer vivir, y hasta comenzar una nueva vida basada en su nueva comprensión de Dios. De hecho, no es exagerado decir que la Biblia literalmente "reformó" su vida. Lo hizo desear pasar casi todo su tiempo ayudando a los demás, especialmente a aquellos que luchan con la misma clase de errores que él cometió. Su familia, sus amigos y hasta los funcionarios de la prisión han sido testigos del notable, realmente revolucionario, cambio que se operó en él.
Lo que le ocurrió a mi amigo fue la respuesta natural y casi universal al poder que tienen las Escrituras. Es el tipo de cambio espiritual que uno de los escritores del Nuevo Testamento nos exhorta a nosotros a hacer en Romanos, donde escribe: "Transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta".Rom. 12:2. Ilustra el poder reformador de las Escrituras, un tema que analizaremos en el Heraldo en una serie de artículos sobre el desarrollo de la Biblia, a partir de este mes.
La Biblia cambia nuestra vida al enfrentarnos cara a cara con nuestro ser verdadero por ser los hijos perfectos y espirituales de un Dios perfecto, el Espíritu divino. El primer capítulo del Génesis nos dice que la creación de Dios es enteramente "buen [a] ",Gén. 1:31. que el hombre es la imagen misma de Dios, y desde el Génesis hasta el Apocalipsis la Biblia nos desafía muy claramente a demostrar nuestra bondad reformando nuestra vida. Los mandamientos de Moisés y los profetas del Antiguo Testamento nos instruyen que debemos vivir de acuerdo con nuestro potencial espiritual, como el linaje propio de Dios, renunciando a "dioses ajenos"Ex. 20:3. y a las debilidades morales que nos apartan de nuestro propósito sagrado.
Luego, en el Nuevo Testamento, Jesús nos eleva a un nuevo nivel de reforma espiritual, un arrepentimiento profundo tan sincero que realmente significa que comprendemos que el reino de los cielos, o la armonía absoluta, se encuentra dentro de nosotros. El Maestro exhorta a sus seguidores: "Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado".Mateo 4:17. Podríamos decir que la clave del mensaje de Jesús son el arrepentimiento y la reforma —la renovación espiritual— el tema que predicó el Maestro desde el Mediterráneo hasta el Mar de Galilea, desde su lugar de nacimiento, Nazareth, hasta la gran ciudad de Jerusalén. Y él les dijo a sus discípulos que llevaran este mensaje a todo el mundo: "que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén".Lucas 24:47.
Aun así, para Jesús y para sus seguidores el arrepentimiento y la reforma no ocurrieron en un vacío. Iban mano a mano con algo más: la curación de mente y cuerpo. De modo que mientras predicaba el evangelio o las "buenas nuevas" de que el reino de los cielos estaba cerca, Jesús sanaba enfermedades y pecados de toda clase. A medida que reformaba el pensamiento y el corazón de las personas que encontraba, reformaba o sanaba sus cuerpos también, ayudando a una mujer que había estado encorvada por dieciocho años a que se parara derecha, sanando a diez leprosos al mismo tiempo, y resucitando a un hombre que había estado muerto cuatro días. Hasta sanó a grandes multitudes que vinieron a él pidiendo ayuda.
No es de sorprender que la reforma y la curación se hayan combinado tan naturalmente en la carrera de Jesús. Después de todo, es la misma oración —la oración de la fe pura en Dios y el interesarse por los demás, al comprender la perfecta relación que el hombre tiene con Dios— lo que sana tanto el pecado como la enfermedad. Como la Sra. Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, escribió en Ciencia y Salud: "La oración que reforma al pecador y sana al enfermo es una fe absoluta en que todas las cosas son posibles para Dios una comprensión de El, un amor desinteresado".Ciencia y Salud, pág. 1.
La Sra. Eddy consideró que Jesús era el ejemplo para los futuros sanadores y reformadores debido a que él comprendió y demostró con tanta convicción la relación que existe entre la reforma y la curación, y porque su método de curación era puramente espiritual. La Sra. Eddy escribe: "El gran Profeta de Galilea fue, es, el reformador de reformadores".The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 288.
Sin embargo, por mucho más de mil años después de la carrera de Jesús, el mensaje sanador y reformador de la Biblia estuvo oculto de los hombres y mujeres comunes, de todos menos de un grupo selecto de los funcionarios de la iglesia. Estos funcionarios, temerosos de que el pueblo tomara la religión y el gobierno en sus propias manos si tenían acceso a la Biblia, se negaron a traducir la Biblia a las lenguas que se hablaban comúnmente en esa época. De modo que el único contacto que la mayoría de las personas tenía con la Biblia eran las pocas frases en latín que escuchaban en la iglesia.
Pero entonces, a principios del siglo XIV, algunos hombres y mujeres de gran visión se sintieron frustrados de que la Biblia estuviera al alcance tan solo de unos pocos privilegiados. Estaban dispuestos a luchar y, si fuera necesario, a morir para dar la Biblia a toda la humanidad. La nueva serie del Heraldo, "El poder reformador de las Escrituras", trata sobre algunos de estos grandes reformadores, hombres y mujeres como Martín y Catalina Lutero en Alemania, Juan Calvino en Suiza, y el rey Jacobo I en Inglaterra.
Los esfuerzos colectivos que hicieron estos reformadores para liberar a la Biblia de las garras del eclesiasticismo y de la política, y entregarla al pueblo, fue el logro que coronó lo que llamamos la Reforma. Este período de la historia literalmente rediseñó la religión y el gobierno que existían en Inglaterra y en Europa. El poder reformador de las Escrituras desintegró la estructura congelada del dogma de la iglesia y ayudó a los cristianos sinceros a volver a la misión de curación y salvación que había encomendado el Maestro.
Uno de los reformadores acerca del cual hablamos en la nueva serie del Heraldo sobre la Biblia, es el brillante predicador y erudito del siglo XVI, Laurence Chaderton. El era puritano y se rebeló contra lo que consideraba como un excesivo ritual en la Iglesia. Hizo que el movimiento legalizara la lectura de la Biblia en Inglaterra, luchando para convencer al rey Jacobo de que el pueblo tenía el derecho de leer una Biblia en inglés que fuera nueva y no tendenciosa. Y dedicó ocho años de su vida a ayudar en la traducción de la Biblia King James, sin ninguna compensación.
Como Maestro en el Emmanuel College de la Universidad de Cambridge por casi cuarenta años, Chaderton capacitó a un grupo de talentosos y entusiastas predicadores para que fueran por el mundo. Varios de estos predicadores fueron a América del Norte y establecieron la rica herencia religiosa de ese continente. Entre los estudiantes de Chaderton se encontraban famosos clérigos y educadores como John Cotton, Thomas Hooker, Nathaniel Ward, Richard Saltonstall y John Harvard, uno de los primeros benefactores de la Universidad de Harvard. Fueron estos hombres, entre otros, los que introdujeron la Biblia King James al Nuevo Mundo.
Hoy, casi cuatro siglos duspués, podemos dar gracias a Dios no solo por el mensaje de curación y redención de las Escrituras, sino también por los valientes reformadores que a través de la historia se sacrificaron para darnos la Biblia y llevaron su mensaje hasta los confines de la tierra. Hoy más que nunca, este mensaje es muy necesario para revivir las cenizas de vidas acabadas y para reformarlas más a la semejanza de Dios.
