Durante Un Fin de semana en que se celebraba el Día del Padre, nuestro diario local publicó un artículo sobre cómo superar el pesar. Describía muchos síntomas pero no daba soluciones reales. Simplemente exponía cómo sobrellevarlo.
Yo estaba familiarizado con los síntomas detallados en el artículo: las preguntas acerca de la muerte y el "más allá", las lágrimas, los recuerdos —buenos y malos— y el resentimiento. Tenía quince años cuando mi padre falleció. El no era Científico Cristiano y hacía poco que estaba internado en el hospital. Hacía una semana que no lo veía, y de pronto se había ido.
Sí, en efecto, conocía los síntomas del pesar. Pero aunque sólo tenía quince años, creía que sabía dónde encontrar la solución. Había sido educado en la Ciencia Cristiana y hacía dos años que la estudiaba a fondo. Este estudio estaba cambiando mi vida, dándome un sentido más amplio estaba cambiando mi vida, dándome un sentido más amplio de libertad al aprender a conocer mi identidad espiritual como hijo de Dios. Pero ahora necesitaba esta Ciencia del Cristianismo, por lo que esta Ciencia es: el Consolador.
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