Durante Un Fin de semana en que se celebraba el Día del Padre, nuestro diario local publicó un artículo sobre cómo superar el pesar. Describía muchos síntomas pero no daba soluciones reales. Simplemente exponía cómo sobrellevarlo.
Yo estaba familiarizado con los síntomas detallados en el artículo: las preguntas acerca de la muerte y el "más allá", las lágrimas, los recuerdos —buenos y malos— y el resentimiento. Tenía quince años cuando mi padre falleció. El no era Científico Cristiano y hacía poco que estaba internado en el hospital. Hacía una semana que no lo veía, y de pronto se había ido.
Sí, en efecto, conocía los síntomas del pesar. Pero aunque sólo tenía quince años, creía que sabía dónde encontrar la solución. Había sido educado en la Ciencia Cristiana y hacía dos años que la estudiaba a fondo. Este estudio estaba cambiando mi vida, dándome un sentido más amplio estaba cambiando mi vida, dándome un sentido más amplio de libertad al aprender a conocer mi identidad espiritual como hijo de Dios. Pero ahora necesitaba esta Ciencia del Cristianismo, por lo que esta Ciencia es: el Consolador.
En el libro de Juan, Jesús nos promete "otro Consolador" y se refiere a él como "el Espíritu de verdad".Véase Juan 14:16, 17. Este Consolador que trae al mundo el entendimiento científico de Dios, fue revelado en 1866 a través del descubrimiento de la Ciencia Cristiana por la Sra. Eddy. Ella escribió un libro titulado Ciencia y Salud, y hoy en día ese libro y la Biblia están unidos en su misión de traer el Consolador a todos. Estudié estos dos libros y encontré el consuelo y la curación que necesitaba. La solución que hallé fue la curación del pesar y este artículo tiene por objeto compartir ese consuelo con todos.
Estas son algunas de las preguntas que fueron un desafío para mí, y las respuestas de consuelo que hallé.
¿Qué está sucediéndole a mi padre? ¿Estará bien?
Muy a menudo después que nuestros seres queridos fallecen, nos preguntamos qué está sucediéndoles. Y puede que sintamos temor por ellos. A menudo lo desconocido puede parecer extraño y terrible. Pero la pregunta de si hay vida después de la muerte no es incontestable. Recordemos la resurrección de Jesús después de su crucifixión. Se levantó del sepulcro por varias razones, pero una de ellas fue la de mostrar a los discípulos que la muerte no pone fin a la vida del hombre. La vida real del hombre proviene de Dios y no puede tener fin; y aun el sentido humano de vida continúa, en creencia, hasta que se compruebe que el hombre es inmortal y completamente espiritual. Jesús lo demostró en numerosas ocasiones y a través de su propia resurrección.
La Biblia está llena de promesas de la vida eterna y del cuida do infinito de Dios. El tan conocido Salmo veintitrés nos asegura: "Aunque ande a través del valle de la sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tu estás conmigo; tu vara y tu cayado, ellos me dan consuelo".Salmo 23:4 (según la versión King James). Cristo Jesús realmente probó que estas consoladoras declaraciones eran verdaderas. Nuestro ser querido puede haber pasado "a través del valle de la sombra de muerte", pero es a través del valle, no queda atrapado en él. Y siempre tenemos a nuestro alcance el consuelo de Dios y la dirección divino, Siempre hay un santuario seguro en Dios, el Amor divino, y podemos tener la certeza de ello.
El mismo Maestro afectuoso que nos demostró que la vida continúa después de lo que se denomina muerte, también declaró que el Cristo, la verdadera idea de la Vida divina, esta siempre presente, aquí y en el más allá. Jesús dijo: "He aquí yo estoy con vosotros todos los días" y "En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros".Mateo 28:20; Juan 14:2.
Ciencia y Salud también nos asegura que nuestro ser querido continúe progresando. Declara: "En la ilusión de la muerte, los mortales despiertan al conocimiento de dos hechos: (1) que no están muertos; (2) que sólo han cruzado los umbrales de una nueva creencia" y "Ningún juicio final espera a los mortales, pues el día del juicio de la sabiduría viene a toda hora y continuamente, el juicio por el cual el hombre mortal es despojado de todo error material".Ciencia y Salud, págs. 251, 291.
¿Por qué siento resentimiento por su muerte? Amo a Dios, ¿es que Dios quería que mi padre abandonase a nuestra familia?
Dios nunca decreta la muerte; no es la voluntad de Dios que alguien muera, bajo ningún concepto. Dios es la Vida misma, y el hombre refleja esa Vida siempre presente, sea lo que sea lo que nos informen los sentidos físicos. Este sentido espiritual de la Vida nos libra de culpar a Dios por el fallecimiento de alguien. La amargura hacia Dios o por el ser querido que partió es, en realidad, sólo otra forma de pesar, basada en la falta de entendimiento de la verdadera naturaleza de Dios como Amor divino.
En realidad, el "resentimiento" quizás sea que en verdad nos sentimos heridos y llenos de temor. Al sentirnos solos e inseguros con respecto a nuestro futuro, quizás nos sintamos confundidos por un sentimiento disfrazado de resentimiento. Cuando el dolor y el temor se sanan, también se sana el resentimiento.
A menudo el dolor es un sentido de vacío, un vacío en lo hondo de nuestro corazón. Quizás nos sintamos como si nos hubieran quitado parte de nuestro mismo ser. El Consolador, la Ciencia divina, nos da el entendimiento y la perspectiva espiritual que necesitamos para llenar ese vacío. Nos enseña lo cerca que está Dios, y cómo Su presencia llena nuestro corazón de afecto.
La Ciencia Cristiana revela a Dios como Amor, como Padre, Madre, guía y guarda. Abre nuestro pensamiento hacia el Espíritu en forma tal que Dios se nos revela de la manera individual exacta que necesitamos. Dios nos ama como Sus hijos. Este amor es infinitamente superior a cualquier sentido humano de amor, y el apoyo de Dios nos rodea tanto a nosotros como al ser querido que partió, ahora mismo.
¿Cómo puedo evitar las lágrimas? El solo hecho de recordar los tiempos felices no es suficiente. En realidad, el recuerdo puede hacernos llorar.
Para mí la respuesta fue alcanzar una nueva percepción espiritual de quién era en realidad mi padre. Al estudiar Ciencia y Salud hallé estas declaraciones que explican la verdadera identidad de mi padre y de todos: "En la Ciencia el hombre es linaje del Espíritu. Lo bello, lo bueno y lo puro constituyen su ascendencia". Más adelante en ese mismo párrafo el libro de texto declara: "El Espíritu es la fuente primitiva y última de su ser; Dios es su Padre, y la Vida es la ley de su existencia".Ibid., pág. 63. En verdad —esa misma verdad que mi padre aprendería a vivir y a amar— mi padre era y continuaba siendo el hijo de Dios, una idea de Dios. Y una idea de Dios jamás puede ser destruida, sino que sigue viviendo, desarrollando continuamente la bondad de Dios.
Mi padre era y es la expresión de Dios. Todo el bien que brindó a nuestra familia (y era mucho) fue el reflejo del amor de Dios que tenía en su corazón y lo compartió con nosotros. No hay cabida para el pesar en ese recuerdo, sólo gratitud. Me sentí tan agradecido por todos los momentos de amor que nuestra familia compartió. Y mi gratitud disipó las lágrimas.
Estas palabras de un amado poema escrito por la Sra. Eddy contribuyeron en gran parte a la desaparición de mi pesar:
Al triste llama: "Ven a mi pecho,
tu llanto seca el Amor;
tu tristeza borrará,
y feliz te llevará
a la gloria del día sin fin".Poems, pág. 75.
¿Y ahora quién va a satisfacer nuestras necesidades?
Esta fue una pregunta difícil que mi familia debió encarar. Hicimos frente a algunos serios desafíos económicos. Pero oramos, sabiendo que Dios nos ayudaría a responder a nuestras necesidades diarias. El verdadero origen del bien en toda familia es siempre Dios, y esa provisión de bien es interminable. Estas tranquilizadoras palabras de los Salmos fueron de gran ayuda: "¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos!"Salmo 139:17.
Al reconocer la omnipresencia de Dios y al amarlo con fidelidad, nuestro corazón se llenó de gozo, fortaleza y valor. El reconocimiento de Dios como nuestro Padre, nuestra Vida, Mente y Principio, abrió nuestro pensamiento a la infinitud del bien que es Dios. Sentimos que Su amor nos rodeaba y eso nos capacitó para expresar mejor ese amor desinteresado hacia los demás.
El propósito del hombre es expresar todas las hermosas cualidades que Dios nos otorga. Estas cualidades incluyen amor, paz, armonía, abnegación, bondad, orden, gracia, actividad, integridad y muchas más. Tales cualidades son naturales en nosotros, porque son naturales para Dios; y nosotros somos Sus hijos, el efecto de Su bondad. Cuando estas cualidades forman parte de nuestra vida, elevan nuestro pensamiento entristecido y podemos lograr mucho bien.
En nuestra familia la provisión que necesitábamos fue suplida cuando reconocimos que Dios es la fuente de nuestra inteligencia. Mi padre había hecho algunas inversiones muy buenas antes de fallecer y nos dimos cuenta de dos cosas. La inteligencia que mi padre expresó para tomar esas decisiones provino de Dios. Necesitábamos saber eso, y el estar conscientes de ello nos dio valor y convicción. También nos confirmó el hecho de que la inteligencia que necesitábamos aún estaba con nosotros y guiaría nuestros pasos a medida que escucháramos con calma.
Fue para nosotros un deber expresar las cualidades de Dios, Su bondad, inteligencia, ternura y gozo. Al vivir esas cualidades al más alto nivel de nuestro entendimiento, nos sentimos fortalecidos teniendo a Cristo como fundamento. Perseverando en esa línea de pensamiento, encontramos oportunidades de empleo que nos ayudaron a expresar aún más los atributos de Dios. Al demostrar el amor de Dios, todas nuestras necesidades fueron satisfechas, incluso la educación universitaria para mi hermana y para mí.
¿Soy huérfano?
Recuerdo la primer vez que alguien me dijo que yo no tenía padre. Sentí un frío interior y tuve temor. Desde ese momento en adelante resolví aprender más sobre la paternidad de Dios. Jesús nos enseñó que Dios es el Padre de todos. En palabras que conmueven el corazón más tierno dijo: "Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre".Mateo 6:9. Esas son las primeras palabras del Padre Nuestro, la oración que Jesús nos dio. Aprendí a amar toda esa oración y a hacerla mi compañera.
Cuando leía de la Biblia o de Ciencia y Salud acerca de Dios, reconocía que estaba leyendo sobre mi Padre, mi Dios. Sabía que yo estaba incluido en la continua revelación del amor de Dios hacia el hombre. Por lo tanto, no era huérfano ni de Padre ni de Madre, sino que heredaba el amor, la inteligencia y la fortaleza que necesitaba de un Padre divino siempre presente.
Dios es el creador de cada uno de nosotros, es nuestro Padre-Madre. Todo el bien de nuestra vida proviene de El, y debemos reconocer este hecho con humildad. La ley de Dios del bien divino incluye a todos Sus hijos. Ahora es el momento de comenzar a reconocer a Dios como nuestro único Padre, nuestra única Madre. Puede que no tengamos un padre o una madre humanos con nosotros; pero todos tenemos un único Padre-Madre.
¿Cómo sabemos cuándo hemos realmente sanado del pesar?
En mi caso fue eliminado por el Amor. Pude sentir el amor que Dios siente por mi, y yo fui creciendo en mi amor hacia El. Este amor inundó nuestro hogar y le devolvió la felicidad de que había gozado antes que mi padre falleciera. Además sentí más amor y respeto por mi padre, a quien ya amaba mucho. Pude comprender que todo el bien que me expresó provenía de nuestro mutuo Padre-Madre Dios. También, el mismo Amor divino que ahora me guía está también guiándolo a él. Ya no se me llenan los ojos de lágrimas al recordar a mi padre, sino que ahora son recuerdos felices del Amor divino, que nos abrazan a los dos.
Para superar el pesar debemos seguir el mandato de Jesús de seguir siendo discípulos. Esta es una manera amorosa de contemplar a cada generación. Nuestro Maestro dijo: "Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor".Juan 15:9. Esta es la manera de superar el pesar.
A maos unos a otros entrañablemente, de corazón puro,
siendo renacidos, no de simiente corruptible,
sino de incorruptible, por la palabra de Dios
que vive y permanece para siempre.
1 Pedro 1:22, 23
