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Por qué no juego a la lotería

Del número de septiembre de 1993 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Para Mi, No jugar a la lotería es realmente una cuestión de actitud hacia el dinero.

Ganar el premio mayor, por lo general, significa que el ganador no tendrá que trabajar por el resto de su vida. Se supone que tendrá suficiente dinero para hacer frente a cualquier necesidad. Por lo menos, en el estado en el cual resido, esto es lo que astutamente se dice para promover la lotería. Automáticamente se iguala el dinero con todo lo que es bueno.

Mas cuando mis amigos me preguntan por qué no juego a la lotería, encuentro difícil dar una respuesta simple y concisa. En lugar de predicar contra lo malo que es el juego, trato de responder desde la base de mi propia comprensión de Dios y de lo que Su naturaleza significa para mí.

Las preciosas lecciones que aprendí en mi infancia apoyan mi punto de vista de hoy. Tal vez la más básica de todas sea que Dios es Espíritu infinito. Una de las más firmes, si bien más afectuosa y tierna, de las citas bíblicas es para mí aquella en que Cristo Jesús dice: "Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren".Juan 4:24. Mis padres esperaban que en nuestra familia se viviera de acuerdo con el espíritu de estas palabras.

Invariablemente todos adoramos algo. Jesús expresó con claridad que si adoramos a Dios, los motivos espirituales prevalecen en nuestro pensamiento. De manera que mediante la palabra y el ejemplo de mis padres aprendí que el vestuario, el alimento, el dinero, los automóviles, las casas, etc., tienen su lugar, pero que mi amor hacia Dios como Espíritu infinito y mi amor por las cosas del Espíritu templan mi actitud hacia estas cosas terrenales.

Puede que esto parezca un tanto anticuado, pero realmente se basa en una verdad confiable y eterna acerca de nuestra verdadera identidad. La Biblia claramente dice que el hombre es hijo de Dios. Si el Padre del hombre es Espíritu divino, ¿no es lógico entonces concluir que el linaje de Dios hecho a Su imagen, tiene que ser espiritual? La idea de que Dios es Espíritu y que la creación es espiritual es diametralmente opuesta a lo fortuito y a la consiguiente desventura de un mundo biológico y material. La vida de Jesús —lo que hizo y enseñó— nos muestra cómo podemos superar todo lo que se opone a las cosas del Espíritu.

La lucha interminable por lograr lo que el dinero pareciera hacer, inevitablemente actúa en contra de nuestra naturaleza a la semejanza de Dios. Por supuesto, para beneficiarse realmente con la verdad del ser espiritual se requiere de una total integridad acerca de nuestros motivos y metas. Un pasaje de la Sra. Eddy en Ciencia y Salud a menudo me ha ayudado a luchar con mi pensamiento cuando se ha desviado hacia logros estrictamente materialistas: "Para determinar nuestro progreso, debemos saber dónde ponemos nuestros afectos y a quién reconocemos y obedecemos como Dios.. . Los objetivos que perseguimos y el espíritu que manifestamos, revelan nuestro punto de vista y muestran lo que estamos ganando".Ciencia y Salud, pág. 239.

Los valores espirituales más profundos se obtienen al adorar a Dios con más pureza; éste es el verdadero camino para "ganar" siempre, como nos enseña la Ciencia Cristiana, a pesar de la que digan los promotores de la lotería. Una experiencia que tuvimos en nuestra familia sirve para ilustrar lo que quiero decir.

Hace varios años, cuando nos mudamos a otra parte del país, obtuvimos una gran suma de dinero por la venta de nuestra casa. Según pensé entonces, ese dinero me permitiría vivir durante un año sin trabajar mientras buscábamos una nueva casa. Pero este estilo de vida fácil pronto comenzó a ocasionarme problemas.

El ocio no resultó ser lo que yo pensaba. Mi necesidad era realmente obtener un sentido de dirección y propósito. Además, sentíamos temor acerca de la seguridad de nuestros fondos. También se presentaron algunas controversias en la familia acerca de cuánto dinero debíamos invertir en una nueva casa.

Cuando vi lo que estaba pasando, me volví nuevamente a la base espiritual que nos había dado una vida familiar feliz en núestro antiguo hogar. Nuevamente comprendí que Dios es la fuente de nuestra felicidad y provisión. Y es a Dios, el Espíritu divino, a quien adoramos.

Me había propuesto tomar unas "vacaciones" dejando de lado propósitos tan sólidos como lo eran el trabajar y participar activamente en la iglesia. Pero pronto cambié esta actitud egoísta. Compré un terreno y construí una casa que respondió a las necesidades de nuestra familia. Mi esposa y yo encontramos trabajo que ha resultado en un progreso individual tan rápido que ninguno de nosotros desearía nunca que tal ímpetu para trabajar desapareciera repentinamente. Y nuevamente comenzamos a participar con gozo en las actividades de nuestra iglesia local y en la escuela de la comunidad.

El dinero en sí mismo no es ni bueno ni malo; es sólo un medio. No obstante, con qué facilidad las actitudes y los valores se doblegan ante su peso. Como dice la Biblia: "Porque raíz de todos los males es el amor al dinero".1 Tim. 6:10. Aprendí que el amor al dinero impone su peso contra el amor hacia las cosas del Espíritu.

Cuando contemplo a mi familia y pienso en el constante progreso moral y espiritual que cada uno de nosotros ha hecho en estos últimos años, y cómo el amor de Dios realmente ha llenado nuestra vida familiar, me doy cuenta de que esto es una fortuna al alcance de todos, una fortuna que no se gana con ninguna lotería.

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