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Liberémonos de las enredaderas que enmarañan

Del número de septiembre de 1993 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Un Hombre Tenia un manzano en su jardín. Una enredadera se había adherido al árbol de tal manera que sus ramas se habían doblado hacia abajo y producía solamente unas pocas y pequeñas manzanas. La vida del árbol también estaba amenazada. Un día el hombre trabajó hasta que limpió el árbol de todo vestigio de la enredadera. Las ramas entonces se levantaron y florecieron, y aquel año el árbol dio una inmensa cantidad de hermosas manzanas.

Este manzano puede ser una parábola para nuestra vida. ¡Cuán a menudo enmarañamos nuestra vida con el sentido personal que nos esclaviza! Abrigamos en el pensamiento imágenes de ofensas pasadas y culpamos a otros por habernos ofendido. Celos, orgullo, resentimiento, ira, amor propio, conmiseración propia, justificación propia, son algunos de los muchos pecados que nos mantienen maniatados al punto de que los "frutos" que producimos son muy pequeños.

Cristo Jesús dijo: "En esto es glorificado mi padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos".Juan 15:8. Y el Apóstol Pablo nos dice: "El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe".Gál. 5:22. Estos son los frutos que debemos cultivar en nuestra vida y expresarlos para la gloria de Dios.

Jesús comparó al Cristo que él manifestó con la vid verdadera del Espíritu, que nos capacita para dar mucho fruto.Véase Juan 15:1–8. Esta vid verdadera es el antípoda mismo de las enredaderas enmarañadoras del sentido personal. Jesús dijo que seríamos fructíferos si nos manteníamos en sus enseñanzas y seguíamos su ejemplo en nuestra vida. Tenemos que desprendernos de sentimientos heridos y de la autoindulgencia que nos esclavizan, y despertar al hecho de que al final no es la otra persona o lo que nos haya hecho lo que nos ha herido, sino que ha sido nuestra reacción a la experiencia. En Ciencia y Salud la Sra. Eddy nos dice: "La abnegación, por la cual renunciamos a todo por la Verdad, o Cristo, en nuestra guerra contra el error, es una regla en la Ciencia Cristiana".Ciencia y Salud, pág. 568.

Las ofensas y sentimientos heridos que abrigamos no merecen la vida que les damos. Debemos desprendernos de ellos, y amar. Dios es Amor, y sólo si expresamos este amor universal que nunca cambia, podemos realmente amar a Dios y a nuestro prójimo. A menos que con amor destruyamos los asfixiantes errores del sentido personal, los frutos que produzcamos serán muy pequeños, como en el caso del manzano antes mencionado. Para ser amor verdadero, nuestro amor tiene que fluir hacia todos sin trabas. A este respecto es útil comprender que todo el bien que hacemos o expresamos no es personal, sino que es Dios que se expresa a Sí mismo a través de nosotros. El reflejo no puede expresarse a sí mismo sin el original. Dios hizo al hombre a Su imagen y semejanza para expresarlo a El. Mediante la autodisciplina, la obediencia a Dios y la oración tenemos que disponernos a arrancar las enredaderas del sentido personal que han enmarañado nuestra vida, y mientras no hagamos esto, los frutos que rindamos serán pocos, ¡o si no, por cierto, muy amargos!

La Ciencia Cristiana nos instruye que dejemos de creer que somos mortales creados del polvo, y nos ayuda a despertar y a elevarnos a la comprensión de nuestra verdadera condición como ideas espirituales de Dios. Puede que tengamos que hacer un considerable esfuerzo para desprendernos de las creencias que esclavizan. El mal raramente cede sin batalla, y la justificación propia es uno de los aspectos más sutiles de la mente carnal. Defiende el error mismo que hay que corregir. En la historia del manzano, la vida del árbol estuvo amenazada. De la misma manera, los errores que justificamos y abrigamos cada día, minan nuestra salud, nuestra felicidad y nuestra longevidad.

Antes de conocer la Ciencia Cristiana trabajé durante diecisiete años como enfermera médica, y había estado enferma durante muchos años. Los médicos trataron de ayudarme, pero no pudieron diagnosticar el caso y me desahuciaron. Después de comenzar a leer Ciencia y Salud, pude darme cuenta de por qué los médicos no pudieron diagnosticar la enfermedad. Ellos buscaban una causa física y una curación física, cuando, en realidad, la Ciencia Cristiana muestra que toda discordancia es de origen mental. La curación no era física, sino espiritual. Vi que las enredaderas del materialismo se habían entrelazado en cada aspecto de mi vida: resentimiento, ira, orgullo herido, desilusión, desaliento, un matrimonio fracasado y muchos otros conceptos mortales me mantenían en cautiverio.

Mas, debido a que la ciencia médica me había desahuciado, sabía que ya no podía buscar ayuda allí. No obstante, todos los años de teorías y entrenamiento médicos no cedieron fácilmente. Necesitaba resistir y repudiar estas creencias enmarañadoras a fin de lograr mi liberación. Después que comencé a estudiar la Ciencia Cristiana nunca volví a recurrir a la medicina. Pero la creencia en antídotos médicos se presentaba cada vez donde, según la manera de pensar convencional, se cree que la medicina es necesaria. Cuando esto ocurría me resultaba difícil no recomendar remedios médicos.

Pero el momento decisivo ocurrió durante una experiencia que tuvimos con nuestra nieta que, estando con nosotros, se enfermó de pulmonía. Vivíamos en el campo y no teníamos teléfono. Mi esposo salió para llamar a un médico y me preguntó a quién yo que llamara. Le dije que él eligiera, pero agregué que yo preferiría tener la ayuda de un practicista de la Ciencia Cristiana. Yo no conocía a ningún Científico Cristiano en esa época porque recientemente había comenzado a leer Ciencia y Salud. Mi esposo fue al pueblo y se detuvo en la casa de mi hermana para usar el teléfono. Mi hermana conocía a una practicista de la Ciencia Cristiana y la llamo. Cuando mi esposo regresó a casa media hora más tarde, la niña estaba completamente sana. A partir de ese momento, siempre que se presentaba una situación en que parecía necesitarse la ayuda médica, me fue más fácil desprenderme de las enredaderas que enmarañaron mi vida manteniéndome en cautiverio durante años.

Han transcurrido cuarenta y cinco años desde que comencé a leer Ciencia y Salud, y hace cuarenta años que soy miembro de La lglesia Madre, y puedo decir con alegría que he encontrado que el camino de Dios para ayudar y sanar es absolutamente confiable. Ahora no queda en mí ni siquiera un vestigio de las viejas "enredaderas" de teorías médicas, y el "fruto" es grande y abundante. La primera línea en Ciencia y Salud me abrió la puerta hacia la libertad: "Para los que se apoyan en el infinito sostenedor, el día de hoy está lleno de bendiciones".Ibid., pág. vii. El apoyarse en Dios, el infinito sostenedor, nos da el dominio y el poder que necesitamos para arrancar las creencias o conceptos falsos que pretenden enmarañar nuestra vida, y reclamar nuestra libertad otorgada por Dios.

Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado;
pero una cosa hago:
olvidando ciertamente lo que queda atrás,
y extendiéndome a lo que está delante,
prosigo a la meta,
al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.

Filipenses 3:13, 14

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