La Perspectiva De enseñar en una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana es maravillosa. Sin embargo, en la práctica, enfrentar la clase a veces puede ser intimidante. Cuando a veces vemos a los niños cayéndose de las sillas, dándose puntapiés por debajo de las mesas o bostezando porque se acostaron tarde la noche anterior, ¡podemos sentirnos tentados a creer que enseñar en la Escuela Dominical no es para nosotros! Aun así, nuestro corazón anhela compartir las verdades espirituales acerca de Dios y el hombre con estos niños y ayudarlos a ver la manera de aplicar estas verdades a sus experiencias diarias. Y sabemos cuánto las precisan los niños y jóvenes para enfrentar el materialismo de esta época. ¿Cómo, entonces, llenamos el vacío entre querer enseñar y sentirnos incapaces de hacerlo?
Nuestra guía, la Sra. Eddy, nos da la respuesta en esta declaración de Ciencia y Salud: "El deseo es oración; y nada se puede perder por confiar nuestros deseos a Dios, para que puedan ser modelados y elevados antes que tomen forma en palabras y en acciones".Ciencia y Salud, pág. 1. Cuando deseamos hacer algo bueno, como enseñar en la Escuela Dominical, podemos confiar ese deseo a Dios. Cuando Lo escuchamos y cedemos a Su voluntad de esto manera, somos guiados a saber cómo ayudar a los alumnos.
En primer lugar, es útil que reconozcamos constantemente que todos somos en realidad hijos de Dios, el valioso linaje del Espíritu. La creación de Dios no consiste en hombres, mujeres y niños humanos o mortales, sino en ideas espirituales e inmortales. El sentido material y limitado del hombre no es de ninguna manera el hombre verdadero, sino un concepto distorsionado o invertido acerca del linaje de Dios. Pretendería presentar al hombre como nacido en la materia, de ascendencia material, con una personalidad finita y un cerebro de capacidad limitada.
Las apariencias dicen que todos somos mortales, que pasamos por etapas de desarrollo y aprendizaje en las que hasta la educación espiritual está a merced de la edad, las inclinaciones, la herencia, las circunstancias y demás. Pero este punto de vista material sobre el hombre no proviene de Dios, el bien, el único creador por excelencia; de modo que no es la realidad de la vida y no tiene fuente, sustancia ni ley verdaderas que lo apoyen.
La vida y la comprensión del hombre están gobernadas entera y armoniosamente por Dios. Este es un hecho eterno acerca de la verdadera individualidad del hombre como la semejanza completa de su creador. El ser del hombre es espiritual. Cada uno de nosotros, entonces, tiene la capacidad innata para entender las cosas del Espíritu.
Comprender a Dios no es algo más que debemos hacer, sino que es el desarrollo de lo que, en verdad, ya sabemos que es la semejanza de la infinita inteligencia divina, y Dios gobierna este desarrollo. Entonces, ¿cuál es la función que cumple el maestro de la Escuela Dominical? Como maestros tenemos el privilegio y la oportunidad de ser testigos de la espiritualidad de cada alumno de la clase. Es preciso que veamos la verdadera naturaleza de cada alumno como el representante directo de Dios y Su expresión. Esto implica mirar más allá de la evidencia exterior de inmadurez, resistencia, desasosiego y demás, para discernir la imagen y semejanza de Dios. El maestro puede regocijarse sabiendo que los hijos de Dios —incluso él mismo— son perfectos, sensibles, maduros y de ánimo espiritual; podemos reconocer que, como leemos en Isaías: "Todos tus hijos serán enseñados por Jehová; y se multiplicará la paz de tus hijos".Isa. 54:13.
Normalmente me preparo para enseñar en la Escuela Dominical planificando concienzudamente de antemano para que no haya momentos de silencio embarazoso ni oportunidades para distraerse. En ocasiones no he podido prepararme de esta manera, pero esas clases a menudo han resultado ser las más sanadoras e inspiradoras porque realmente me he tenido que apoyar en Dios para que me mostrara lo que debía enseñar. Hace poco enseñé una clase que a mi entender reunió lo mejor de ambos enfoques.
Me enteré con una semana de antelación que tenía que enseñar a una clase de muchachos grandes. El lunes empecé a orar por la clase, y en vez de empezar a planificar lo que iba a enseñar, abrí mi pensamiento para que Dios desarrollara en mí las ideas que debía compartir. Percibí claramente que debíamos hablar sobre el relato en que Cristo Jesús perdona a la mujer sorprendida en adulterio, que estaba en la Lección-Sermón de esa semana. En lugar de seguir el procedimiento habitual de preparar un plan para la clase alrededor de este relato, me sentí impulsada simplemente a pensar sobre la historia toda la semana y a escuchar la dirección de Dios.
Estaba todavía escuchando cuando llegué a la clase el domingo por la mañana. Me sentí tentada a sentirme nerviosa y no preparada porque no tenía un plan para dar la lección al que pudiera recurrir. Pero silencié ese temor con la comprensión de que Dios está siempre desarrollando la verdad a Sus hijos de la manera correcta.
Cuando el superintendente dijo: "Ahora pueden comenzar las clases", me encontré de pronto abandonando hasta el relato que había tenido en mente y mencionando un hecho reciente que había sido ampliamente publicitado durante los últimos días. Incluía acusaciones de hostigamiento sexual contra una figura pública. Les pregunté a los estudiantes cómo pensaban que podíamos orar sobre esta situación y el resultado fue un animado intercambio de ideas sanadoras.
En seguida empecé a ver cómo la historia de la mujer adúltera se aplicaba maravillosamente a esa situación. Comenzamos a recurrir a esta historia para ver cómo Jesús había encarado las acusaciones, el pecado, la condenación, las vidas devastadas y cosas por el estilo. Vimos el impacto sanador que tuvo el pensamiento del Cristo, y cuando terminó la clase, ya no estábamos tratando de determinar quién tenía razón o quién no la tenía en estas audiencias; estábamos tratando de ver más claramente la integridad espiritual de cada una de las personas involucradas, incluso la de quienes conducían las audiencias. Reconocimos que una comprensión de la naturaleza espiritual del hombre no implica de ningún modo pasar por alto los problemas morales; más bien, nos capacita para invocar la ley de Dios con el fin de corregirlos y sanarlos al revelar la impecabilidad del verdadero ser del hombre.
Salí de la clase maravillada. No había planeado la clase sino que la había visto desarrollarse. Aprendí tanto como los estudiantes, y me maravillé por la forma en que todos habíamos sido "enseñados por Jehová".
Moisés aprendió esta lección cuando fue guiado por Dios a sacar a los hijos de Israel de Egipto. Al principio estuvo lleno de temor porque pensaba que nadie le iba a creer que Dios lo había enviado a hacer esto y que nadie lo seguiría. Pero a medida que siguió adelante, obediente al mandato de Dios, se dio cuenta de que tenía toda la ayuda que necesitaba. Dios puso las palabras en boca de Moisés y lo guió a cada paso del camino. Aunque al principio Moisés se había sentido inadecuado para realizar la tarea que se le había encomendado, comprendió que a medida que confiaba y se apoyaba en Dios, hasta llegó a tener un sentido de confianza y autoridad como representante de Dios. Cuando el pueblo tuvo temor y se rebeló, él no se sintió perturbado por esto; sabía que Dios estaba al timón y que toda la ley de Dios lo respaldaba.
Nosotros, también, necesitamos sentir la confianza inspirada por Dios al enfrentar la oportunidad de enseñar en la Escuela Dominical. Dios nos enseñará a todos, y estamos apoyados por Su ley. Podemos estar atentos para que Dios desarrolle en nosotros exactamente lo que debemos decir, cómo comunicarlo y cómo apoyar la clase por medio de la oración durante toda la semana.
Además, el estar espiritualmente alerta nos permite aceptar cuando se nos pide a último momento que hagamos una suplencia. El tiempo no es un obstáculo para Dios, la Mente única, cuya dirección es precisa, infalible y oportuna.
La edad tampoco es un obstáculo para la Mente divina, y podemos aprender a responder sin temor cuando se nos pide que enseñemos a niños y jóvenes de cualquier edad. Tan eterna como la Verdad, así es la eternidad del ser verdadero de cada uno. No hay inmadurez, desasosiego, resistencia al bien, pecaminosidad ni falta de espiritualidad en la creación de Dios.
Podemos orar según este poema de la Sra. Eddy:
Padre, do Tus hijos están
quiero vivir.
Es mi oración hacer el bien,
por Ti, Señor;
de amor ofrenda pura es,
do guía Dios.Himnario de la Ciencia Cristiana, N.° 253.
Cuando nos preguntamos: "¿Qué les voy a decir a los alumnos?", podemos regocijarnos al saber que la Palabra de Dios, que se desarrolla continuamente con nueva inspiración que proviene de nuestra oración y estudio de la Biblia y de Ciencia y Salud, nos mostrará lo que debemos enseñar. Y Dios nos enseñará a todos. La experiencia de enseñar en la Escuela Dominical está tan llena de bendiciones que podemos emprenderla con un corazón lleno de gozo.
