Hace Poco VI un programa muy conmovedor en la televisión alemana cuyo título era "Padre, ¿por qué guardas silencio?" Se trataba de la historia de los "bebés de guerra" noruegos que aún hoy están buscando a sus padres. Estos padres fueron soldados invasores en Noruega durante la Segunda Guerra Mundial, que luego abandonaron a sus parejas y a los hijos que más tarde resultaron de estas relaciones.
Hay niños huérfanos como éstos no sólo en Noruega sino en todos los países donde hubo soldados, ya sea durante una guerra o como fuerzas de ocupación. De acuerdo con el informe, en Noruega las madres de esos niños fueron severamente condenadas por el público porque habían traído al mundo a los hijos de los "enemigos". Y ésa es la razón por la cual muchas veces estas madres pusieron a sus hijos en orfanatos o los dieron en adopción. En consecuencia, muchos de estos pequeños no tuvieron ni padre ni madre que los amaran y cuidasen. Muchos de ellos hasta el día de hoy siguen buscando a sus padres.
Pero aun si los encontraran, ¿sería suficiente para verdaderamente satisfacer el anhelo de amar y ser amado? Si ésta fuera la única manera de encontrar amor, realmente se verían en una triste situación.
Por supuesto, muchos de nosotros hemos sentido este anhelo de ser amados. Y algunos nos hemos dado cuenta de que confiar en un sentido humano de amor no es suficiente. hemos dado cuenta de que nuestra vida necesita estar orientada en otra dirección, en una dirección espiritual, para sentir verdadera satisfacción.
Esto sucede cuando comprendemos que no es tanto una persona en particular lo que estamos buscando sino más bien las cualidades que correctamente asociamos con la paternidad y la maternidad. Cristo Jesús nos enseñó que por toda la eternidad nuestro verdadero Padre es y ha sido Dios, el Espíritu. Lucas relata que cuando Jesús tenía doce años fue a Jerusalén con sus padres. Pero cuando sus padres partieron de regreso se quedó allí. Después lo buscaron y lo hallaron en el templo. El no entendió por qué lo estaban buscando y dijo: "¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?"Lucas 2:49.
Este sentido espiritual de paternidad y de nuestra relación con Dios también puede ser nuestro. En realidad, ¿acaso no anhelamos tener un mayor sentido de seguridad, de ser cuidados y tiernamente amados? ¿No asociamos el concepto de "padre" con cualidades como fortaleza, seguridad, firmeza, responsabilidad, provisión y afecto? Estas cualidades están expresadas en la naturaleza espiritual del hombre creado a la semejanza de Dios. De esto resulta que la expresión de esas cualidades no está limitada a la persona que es nuestro padre humano. Todos podemos expresar estas cualidades, y en realidad son nuestra herencia divina. Para muchos de nosotros nuestros padres personifican estas cualidades que tienen su origen en nuestro divino Padre-Madre, y el hombre como el hijo espiritual de Dios constantemente refleja la naturaleza divina.
Pero necesitamos aprender a ver que cada uno de nosotros llega a percibir esta comprensión espiritual de un modo diferente. Cuando yo era niña ansiaba tener una madre que expresara esas cualidades espirituales. Yo tenía madre, pero durante muchos años se sintió enferma y débil y estuvo a menudo internada en un sanatorio lejos de casa. Envidiaba a mis amigas y compañeros de clase que tenían madre, aun cuando los castigaba o era muy estricta con ellos.
Pero entonces la Ciencia Cristiana llegó a nuestro hogar y una de las primeras verdades maravillosas que aprendí fue que, en realidad, Dios era mi Madre, y que esta Madre divina siempre estaba conmigo, dándome la seguridad, afecto y amor que tanto había anhelado.
Esta Madre divina —que es también nuestro Padre— lo abarca todo y está siempre presente y jamás podemos alejarnos de la presencia de Dios. Este Amor divino llena todo el espacio, nos rodea y nos ama tiernamente. En el Amor estamos a salvo en toda circunstancia, y nos protege, aprecia y cuida.
A medida que fui tomando consciencia de que pertenecía a mi Madre divina, fue más simple y natural para mí incluir a los demás en este despertar, inclusive a mi madre humana. Y cuanto más comprendía ella esta unidad con nuestra Madre divina, más expresaba estas cualidades divinas.
Este Padre-Madre Dios que tenemos es del todo armonioso. En Dios no hay carencia, desarmonía, enfermedad, necesidades, deseos justos que estén insatisfechos, ni ningún huérfano o abandonado. Y mediante el Cristo, la verdadera idea de Dios, todos Sus hijos —aun aquellos que todavía creen que están en la oscuridad y soledad— pueden aprender a conocer a este Padre que es todo amor.
En la Biblia, Ezequiel nos presenta un cuadro vívido, compasivo, de la paternidad de Dios. Leemos lo siguiente: "Porque así ha dicho Jehová el Señor: he aquí yo, yo mismo iré a buscar mis ovejas, y las reconoceré. Como reconoce su rebaño el pastor el día que está en medio de sus ovejas esparcidas, así reconoceré mis ovejas, y las libraré de todos los lugares en que fueron esparcidas el día del nublado y de la oscuridad.. . Yo buscaré la perdida, y haré volver al redil la descarriada, vendaré la perniquebrada, y fortaleceré la débil".Ezeq. 34:11, 12, 16.
Cuando aprendamos que todos somos hijos de este único Padre-Madre divino, los conflictos, las disensiones y las guerras cesarán y sentiremos y experimentaremos la hermandad del hombre. Al hablar de la unicidad de Dios, nuestro Padre, la Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: "Con un mismo Padre, o sea Dios, todos en la familia humana serían hermanos; y con una Mente única, y siendo ésa Dios, o el bien, la hermandad del hombre consistiría de Amor y Verdad y tendría unidad de Principio y poder espiritual, que constituyen la Ciencia divina".Ciencia y Salud, págs. 469—470.
Cristo Jesús reconoció y afirmó que Dios es el único Padre del hombre. Si nosotros también reconocemos este hecho y comprendemos que, en realidad, durante todo este tiempo no hemos estado buscando un parentesco humano, sino a nuestro Padre-Madre Dios, nuestra búsqueda y anhelo cesarán.
Encontraremos el amor que estamos buscando y conoceremos la vida en el Espíritu que es nuestro verdadero hogar.
Por el camino de la sabiduría te he encaminado,
y por veredas derechas te he hecho andar.
Cuando anduvieres, no se estrecharán tus pasos,
y si corrieres, no tropezarás.
Proverbios 4:11, 12
