Hace Muchos Años yo sufría de ataques de pulmonía que se repetían con frecuencia y también de varios tipos de alergia que me producían fuertes dolores abdominales. En aquel entonces nuestros dos hijos eran muy pequeños.
Asistía con regularidad a la iglesia a la que pertenecía la familia de mi esposo, y colaboré en ella durante muchos años en diferentes actividades, tales como maestra de la Escuela Dominical, integrante del coro y miembro de la asociación misionera de mujeres. También participaba con regularidad en el trabajo comunal voluntario para ayudar a gente de escasos recursos. Al enfermar ya no me fue posible continuar participando en estas actividades.
El resultado de los exámenes médicos determinó que debía comer mucho menos. Sólo podía ingerir papillas. La pulmonía se repetía con frecuencia y me obligaba a permanecer en cama la mayor parte del tiempo. Los antibióticos me produjeron una inflamación general y urticaria. La depresión me abatió. Cuando los tratamientos para la alergia y la pulmonía resultaron ineficaces, me dijeron que no podían hacer nada más por mí.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!