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Hace Muchos Años yo sufría...

Del número de septiembre de 1993 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace Muchos Años yo sufría de ataques de pulmonía que se repetían con frecuencia y también de varios tipos de alergia que me producían fuertes dolores abdominales. En aquel entonces nuestros dos hijos eran muy pequeños.

Asistía con regularidad a la iglesia a la que pertenecía la familia de mi esposo, y colaboré en ella durante muchos años en diferentes actividades, tales como maestra de la Escuela Dominical, integrante del coro y miembro de la asociación misionera de mujeres. También participaba con regularidad en el trabajo comunal voluntario para ayudar a gente de escasos recursos. Al enfermar ya no me fue posible continuar participando en estas actividades.

El resultado de los exámenes médicos determinó que debía comer mucho menos. Sólo podía ingerir papillas. La pulmonía se repetía con frecuencia y me obligaba a permanecer en cama la mayor parte del tiempo. Los antibióticos me produjeron una inflamación general y urticaria. La depresión me abatió. Cuando los tratamientos para la alergia y la pulmonía resultaron ineficaces, me dijeron que no podían hacer nada más por mí.

Un día una amiga de la iglesia me visitó y me dijo que había sentido el impulso de traerme un librito que le parecía muy útil. Me dijo: "Trata sobre el amor que Dios tiene por todos nosotros, de cómo nunca falla si nos esforzamos lo suficiente para conocerlo mejor a El; y puede ser la clave para tener mejor salud y felicidad". El libro era Ciencia y Salud escrito por la Sra. Eddy.

Yo había oído mencionar el nombre de la Ciencia Cristiana sólo un par de veces en toda mi vida, y no sabía nada de sus enseñanzas. Por lo tanto, me dediqué a leer con avidez cada instante en que podía, por ejemplo, cuando los niños dormían, cuando yo no podía dormir, y temprano por la mañana antes de que mi familia se despertara. Cada vez que la depresión, el temor o el dolor se agudizaban me refugiaba en la lectura de este querido libro. El mismo me daba mucha esperanza, una gran fortaleza, y me hizo percibir que el amor que Dios tiene por todos nosotros es real y muy útil.

Había partes del libro que aún no entendía, pero lo que ya había logrado entender, al cabo de estos meses, me impulsó a dejar de lado todas las medicinas que los médicos me habían prescrito, y a confiar solamente en el cuidado de Dios. Este fue un paso muy importante para mí, y nos llevó a mi esposo y a mí a orar juntos en busca de dirección. Fue también una decisión que podía tener graves consecuencias, ya que la última vez que había ido al hospital afectada de pulmonía, los médicos me habían advertido que un ataque más probablemente me costaría la vida debido a las numerosas lesiones que tenía en los pulmones.

Días después, me desperté una noche con todos los síntomas ya conocidos de pulmonía. No me sentía lo suficientemente bien como para levantarme a leer el libro. Entonces me vino el pensamiento que debía quedarme acostada y tranquila, reflexionando sobre las palabras y frases que me vinieran al pensamiento. Recordé con gratitud que yo era la hija de Dios espiritual y perfecta sólo bajo el gobierno de Su ley, la ley genuina del bien para el hombre. Me sentí reconfortada. También recordé que en toda la creación, no existe lugar alguno donde Dios no esté presente y Su poder se manifieste en toda Su plenitud. Esto me hizo comprender que la Mente, que es Dios, sencillamente no podía saber nada de pulmones enfermos. El es Amor y sólo conoce la perfección del hombre.

Finalmente pude llamar a una practicista de la Ciencia Cristiana para que me apoyara con este entendimiento espiritual que había yo obtenido. A la mañana siguiente, cuando desperté, ¡todos los síntomas de pulmonía habían desaparecido! Las alergias sanaron en el instante en que comprendí por medio de mi estudio que Dios no podía ser nuestro Padre-Madre Amor, y al mismo tiempo crear en Su universo algo que pudiera dañar a Sus hijos.

La sencillez del Cristo, la Verdad, me trajo inspiración. En los Salmos leemos: "Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro; escudo y adarga es su verdad". Y también: "Tu oyes la oración; a ti vendrá toda carne".

Mi familia ha tenido muchas curaciones con el correr de los años. Mi esposo sanó de cálculos en los riñones. Mi hijo menor sanó de una conmoción cerebral grave en apenas dos horas y media. Nuestro hijo mayor superó un bloqueo mental cuando estaba preparando la tesis de su maestría. Y yo tuve una curación instantánea de una aparente fractura del tobillo. La lista podría continuar.

Estoy muy agradecida por ser estudiante de esta verdad que realmente libera a la humanidad de todos los problemas, cualquiera sea la naturaleza de éstos. Durante treinta y cinco años la Ciencia Cristiana ha sido para mí una manera de vivir y no podría tener ninguna otra.


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