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Encontremos la identidad del hombre en el Cristo

Del número de septiembre de 1993 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Alguna vez te has preguntado: ¿Quién soy yo?.. . ¿Por qué existo?.. . ¿Soy algo más que este cuerpo material que llevo a cuestas? ¿Nací para vivir una vida más o menos material antes de envejecer y morir? ¿Es en realidad la vida tan temporal y desechable?

¿Acaso no sabemos en nuestro corazón que somos mucho más que la oscuridad terminante que nos pinta el mundo? Obtenemos vislumbres de algo mucho más hermoso, libre y duradero. Por ejemplo, lo que experimentamos en una amistad verdaderamente buena y duradera apunta a algo que va más allá de la futilidad de la materialidad. Lo que hace a la amistad lo que es, no tiene nada que ver con un cuerpo o personalidad material. El corazón de la amistad no se puede identificar físicamente, y, sin embargo, es muy real.

¿Qué fue lo que les permitió a Cervantes o a Calderón hablarnos a través de los siglos? ¿Acaso no sabemos intuitivamente que la inspiración moral y espiritual de la grandeza de la literatura, el arte y el teatro no se puede haber originado en una masa de materia denominada cerebro? Todo lo que llega a nosotros—la visión, belleza y profundidad del corazón—nunca se va a poder observar a través de un microscopio moderno. En el caso de una novela iluminadora, sólo podríamos encontrar las moléculas que forman el papel, la tinta y el encuadernado, y perderíamos totalmente las cualidades e ideas que son mucho más duraderas y significativas.

Si deseamos algo más que una noción tenue de lo que es realmente la vida (y de cierto no sólo lo queremos sino que lo necesitamos) no hay mejor lugar que la Biblia, y en especial la vida y enseñanza de Cristo Jesús. La vida de Jesús da respuesta a las preguntas de nuestra vida. Nosotros podemos recurrir a los Evangelios con nuestras preguntas y desafíos acerca de la salud, la provisión, las relaciones, la identidad y el propósito de su vida, y encontrar allí las respuestas. Las enseñanzas de Jesús nos permiten comenzar a vivir aquí y ahora la vida que proviene de Dios y que está totalmente libre de las leyes autodestructivas y sin sentido de la materialidad. Y, aun así, Jesús de ninguna manera fue indiferente al sufrimiento humano. Este es un hombre que lloró ante la tumba de su amado amigo, Lázaro. Este es un hombre que tocó la carne de los leprosos. Y éste es un hombre que fue golpeado, burlado y crucificado por enemigos. Pero éste también es el hombre que sacó a Lázaro vivo de esa tumba, que sanó a los leprosos que tocó, y que resucitó de la tumba después de haber sido crucificado y enterrado.Véase Juan 11:1–45; Mateo 8:1–3; Juan, caps. 19 y 20.

Jesús enseñaba, demostraba y vivía una nueva comprensión de Dios, del hombre y de la vida misma. ¿De dónde venía esta nueva comprensión? Provenía del Cristo, que era la verdadera identidad espiritual de Jesús, su verdadera unión con Dios. Podemos estar tentados a pensar que cuando Jesús dejó este mundo —cuando ascendió— el Cristo también se fue. Pero la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) nos enseña que el Cristo inmortal está siempre presente. Viene a cada uno de nosotros como el mensaje de la Verdad dentro de la consciencia humana. Esta presencia espiritual y constante, el Cristo, nos muestra que el hombre es la semejanza de Dios y está bajo Su gobierno. Pone al descubierto nuestra verdadera identidad espiritual. En realidad, es nuestra verdadera identidad.

Lo que el Cristo revela, y que Jesús demostró, es el hecho de que la impresión general de la vida —la manera que se ve y se siente a través de los sentidos físicos— no es la realidad de las cosas. Jesús desafiaba constantemente las impresiones y suposiciones del mundo y superaba las leyes y limitaciones materiales. Por ejemplo, una vez sus discípulos le preguntaron a Jesús acerca de un hombre que había sido ciego de nacimiento: "¿Quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?"Juan 9:2. Jesús rechazó ambas suposiciones y sanó al hombre de ceguera.

¿Qué sentiría usted si fuera el hombre ciego de nacimiento? Entonces llega Jesús y lo libera completamente del problema. Ante usted se abre un mundo totalmente nuevo. Aquí está ocurriendo algo mucho más importante que el mejoramiento de una condición física. Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, nos explica lo que es en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: "Jesús veía en la Ciencia al hombre perfecto, que aparecía a él donde el hombre mortal y pecador aparece a los mortales. En ese hombre perfecto el Salvador veía la semejanza misma de Dios, y esa manera correcta de ver al hombre sanaba a los enfermos. Así Jesús enseñó que el reino de Dios está intacto, que es universal y que el hombre es puro y santo".Ciencia y Salud, págs. 476–477.

Lo que Jesús veía como la identidad real de las personas las liberaba del sufrimiento físico. Pero más que esto, atravesaba la maraña de impresiones mortales equivocadas, demostrando lo que la vida realmente es, y lo que somos en realidad. Jesús mostró al mundo cómo vivir lo que es real. Una vez dijo: "Yo soy el camino, y la verdad y la vida".Juan 14:6. En su vida y enseñanza encontramos un camino espiritual que nos lleva a nuestra verdadera identidad en Dios y que responde al "porqué" mismo de nuestro ser.

Estamos aquí para seguir este camino, y cuando comenzamos a hacerlo, se comienza a abrir un nuevo mundo para nosotros. Este nuevo mundo es lo que la Sra. Eddy descubrió en 1866; y la Ciencia Cristiana consiste en viajar en lo que ella en Retrospección e Introspección llamó el "nuevo mundo de luz y Vida".Ret., pág. 27. Es en este nuevo mundo —lo que Jesús llamó el reino de Dios— que nosotros descubrimos lo que realmente somos.

¿Quiénes somos? La única manera de contestar plenamente la pregunta es seguir a Cristo Jesús en el camino. No se trata de un viaje físico, sino de un viaje del corazón, un viaje que tiene lugar en la consciencia de cada uno.

Las enseñanzas de Jesús en todo el Sermón del Monte nos muestran cómo comenzar este viaje. En el sermón él dice: "Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios".Mateo 5:8. El tener un corazón limpio obviamente no es cuestión de comportamiento o de decir la cosa "correcta" en una situación social, es bien claro que tiene lugar en nuestro interior. Nuestro corazón es purificado o espiritualizado a medida que nos apartamos de las limitaciones, los resentimientos, el temor y todo tipo de pecado, creencias y preocupaciones materiales, y buscamos la comprensión de la realidad que sólo Dios nos puede dar. A medida que aprendemos a hacer esto, comenzamos a ver que la perfección de Dios no está rodeada de paredes e inaccesible, sino que está libre y totalmente expresada en el hombre como su idea, y que usted y yo de hecho somos este hombre, esta idea puramente espiritual. Encontramos que pertenecemos a Dios que es Amor infinito, y que realmente somos la expresión de Su bondad y realidad. Somos las manifestaciones conscientes, espiritualmente perfectas e inmortales de la naturaleza divina.

Ser la expresión de Dios está, por supuesto, muy lejos de ser un mortal en un mundo material. Y es por eso que hablamos en términos de un viaje, un camino o un sendero. El viaje nos lleva fuera de una consciencia falsa de nosotros mismos como seres materiales lejos de Dios, a una percepción clara de nuestra unión espiritual con Dios por ser Sus propios hijos. A medida que viajamos encontramos que no estamos solos sino que el Cristo está con nosotros, iluminando el camino.

Recuerdo una experiencia que profundizó mi comprensión del hecho actual de nuestra identidad espiritual en Cristo. Cuando mi esposo falleció, mis hijos y yo tuvimos que enfrentar muchos pleitos debido a la mala administración de su negocio, que quedó en las manos de un socio que había desarrollado actividades fraudulentas durante muchos años.

Continué adelante con el Cristo, sabiendo que ésta era la única forma en que esa situación tan grave se transformaría en una experiencia de progreso espiritual. Paso a paso el camino se iluminó y superamos el temor. Mediante una creciente comprensión de la verdadera identidad espiritual del hombre, me di cuenta de que podía amar a mi supuesto enemigo, es decir, lo podía ver como el hijo de Dios, en lugar de verlo como un mortal falso e indigno de confianza. Necesitaba obedecer el mandato de Jesús en el Sermón del Monte de amar a nuestros enemigos.

Comencé a estudiar y a reflexionar sobre referencias en la Biblia y en los escritos de la Sra. Eddy sobre jueces, leyes y justicia divina. El estudio abrió mi pensamiento a un reconocimiento más amplio de la inocencia espiritual del hombre en Cristo. En un momento sentí un mensaje del ángel de Dios que decía: "Ya está hecho. Todo ha sido establecido para toda la eternidad de la infinitud de Dios. No existe ninguna causa real para tener temor o dudar. Dios y Su creación, que incluye todas las identidades, son espirituales y perfectos ahora".

Muy pronto después de esto, todos los pleitos se resolvieron rápidamente. Por supuesto que yo estaba muy agradecida por ello. Pero lo que significó aún más para mí fue la práctica evidencia de la identidad del hombre en Cristo.

Aunque los sentidos físicos persistan en mostrarnos imperfección e impureza, el Cristo, la Verdad, está siempre donde quiera que esté el hombre. El Cristo purifica, sana, protege, fortalece. Es el Cristo el que nos da amor e ilumina nuestro camino. El camino del Cristo lleva al ahora y la verdad del ser auténtico y espiritual. ¿Estamos preparados para recibir al Cristo y seguir el camino?

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