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La verdad acerca de la atracción

Del número de diciembre de 1994 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Estaba Viajando En avión de regreso a mi casa, volviendo de la reunión con que se había celebrado el décimo año de mi graduación de la escuela secundaria. Durante el vuelo, me dediqué a hacer el autoexamen más exhaustivo a que jamás me había sometido. Durante los tres últimos años me había afiliado a una iglesia filial y después a La Iglesia Madre, La Primera Iglesia de Cristo, Científico, en Boston, Massachusetts.

Sin embargo, cuando regresaba en el avión me sentía profundamente molesta debido al comportamiento que yo había tenido ese fin de semana, totalmente en desacuerdo con los Diez Mandamientos y con las normas de la Ciencia Cristiana. Esas normas parecían haber desaparecido por completo durante el fin de semana. La vergüenza y la culpa que sentía parecían superiores a mis fuerzas. Pero mi estudio de la Ciencia me había enseñado que esos sentimientos negativos se pueden superar y que se puede lograr la verdadera curación de las falsas atracciones y tentaciones. ¿Pero por donde debía empezar?

Yo había estado estudiando acerca de la verdadera naturaleza de Dios y de Su creación, una naturaleza que es totalmente espiritual y que no tiene conexión alguna con lo que perciben los sentidos materiales. Todas las supuestas leyes materiales que nosotros aceptamos como realidades concretas, desde las leyes de gravitación hasta las teorías que suponen que los humanos están a merced de cuerpos físicos que actúan independientemente, demuestran que su base es un sentido equivocado acerca de la creación.

Si uno acepta como realidad el concepto material de la creación, que incluye pecado, enfermedad, muerte e injusticia, por fuerza tiene que obedecer las “leyes” que acompañan a esa realidad. Y si son las leyes materiales las que gobiernan al universo, desde la ameba unicelular hasta la inmensidad del espacio, ¿qué esperanza le queda a la humanidad de poder librarse de las atracciones y tendencias físicas que aparentemente gobiernan una parte tan considerable de nuestra existencia?

Felizmente, podemos recurrir al primer capítulo del Génesis en la Biblia, para encontrar un camino fuera de la rutina de las creencias materiales que esclavizan a la humanidad. En esta crónica de la creación, no hay atracciones materiales que controlen los planetas o al hombre. Todo es creado por la Palabra de Dios, el Espíritu divino. De hecho, ¡al hombre se le da dominio sobre esta creación espiritual! El está gobernado solamente por su Padre celestial, Dios.

En Ciencia y Salud, la Sra. Eddy nos da una perspectiva acerca de Dios, la Mente, que dice que es el creador y gobernador de la verdadera ley. Ella dice: “La adhesión, la cohesión y la atracción son propiedades de la Mente. Pertenecen al Principio divino y sostienen el equilibrio de esa fuerza del pensamiento que lanzó a la tierra en su órbita y dijo a la ola orgullosa: ‘Hasta aquí, y no más’ ”.Ciencia y Salud, pág. 124. Esta percepción espiritual presenta a Dios como todopoderoso y toda atracción. Por lo tanto, Su linaje, el hombre creado a Su imagen, está gobernado y puede ser atraído solamente por leyes y verdades espirituales. Las hipótesis y leyes materiales no están incluidas en la verdadera creación.

Al elevar nuestro pensamiento hacia este enfoque espiritual, podemos sentirnos libres de las limitaciones de una realidad basada en la materia. Podemos salir de la rutina de las creencias humanas que constantemente nos repiten que estamos controlados por fuerzas, impulsos e influencias de naturaleza física. Estas fuerzas pueden tomar forma a través de conductas humanas que contradicen los Diez Mandamientos, pero que son consideradas como una consecuencia natural de nuestra naturaleza biológica: competencia agresiva, odio, embriaguez, promiscuidad sexual y hasta el asesinato.

El ejemplo de Cristo Jesús, nuestro Mostrador del camino, puede servirnos de gran ayuda cuando tratamos de vencer tentaciones pecaminosas y comprender nuestro origen espiritual. En una ocasión, se le presentaron sugestiones diabólicas ofreciéndole todos los placeres de la tierra a cambio de que se postrara y adorase al diablo, o, “lo opuesto de la Verdad”.Ibid., pág. 584. Esta frase es parte de la descripción que la Sra. Eddy hace de diablo en Ciencia y Salud. Pero el entendimiento que tenía Jesús acerca de su unidad con Dios, el Espíritu, lo ayudó. Su respuesta: “Vete de mí, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás”, Lucas 4:8. facilitó el camino para su futuro ministerio de curación, jamás igualado.

Jesús rechazó de plano la posibilidad de una creación material, con sus falsos placeres e incesantes sufrimientos de pecado, enfermedad y muerte. Pero su dominio sobre la materia no fue el resultado de la obstinación humana. El no caminó sobre las olas y resucitó a Lázaro de la muerte por medio de un poder mental mortal, sino a través del poder y el dominio divinos que son el resultado natural de la comprensión de que la creación es espiritual y no incluye elemento material alguno.

Esto era algo de lo que yo debía percibir mientras luchaba con mi propio sentido de vida envuelto por la materia y sujeto a falsas atracciones y tentaciones. Me di cuenta de que gran parte de mi adhesión a los Diez Mandamientos y a las normas de la Ciencia Cristiana se habían basado en la voluntad humana. Realmente, yo no había entendido que mi libertad respecto a las leyes materiales era inherente a mi ser, como una idea que existe en el reino del Espíritu.

La lucha para liberarnos del pecado — si se basa únicamente en la voluntad humana — termina en fracaso. Tenemos que apoyarnos en el poder del Espíritu. Y ésta fue mi decisión. Oré humildemente para liberarme de las tentaciones pecaminosas sobre la base de la espiritualidad y pureza que eran inherentes a mi ser. Pronto ya no me sentí atraída ni tentada por comportamientos a los que antes parecía casi imposible resistir, y a partir de ese momento ya no me sentí tentada.

El consejo que Pablo les da a los Filipenses, en la traducción del Nuevo Testamento de J. B. Phillips, significó mucho para mí. El dice: “Ahora mi lugar es en él [el Cristo], y no dependo de ninguna justicia de la ley lograda por mi propia cuenta; Dios me ha dado esa genuina justicia que proviene de la fe en Cristo.. . Yo me concentro en esto: olvido todo lo que queda atrás y, con las manos abiertas, me extiendo a lo que está delante, y prosigo directamente hacia la meta, y mi premio es el honor de mi supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”. Véase Fil. 3:9, 13, 14.

Si uno se siente atrapado por tentaciones pecaminosas o por la culpa y la vergüenza, hay un camino que conduce claramente a la curación. Es posible desterrar los pensamientos y conductas destructivos. Al volverse a Dios, no a un sentido de obstinación humana, el camino que conduce a la libertad irá apareciendo paso a paso. Esto tal vez implique hacer un profundo autoexamen, lágrimas y arrepentimiento, pero si uno no se rinde, si uno continúa recurriendo a Dios, reconociendo la pureza espiritual de Su creación y luchando por vivir de acuerdo con la verdadera naturaleza de uno, la curación espiritual será un hecho.

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