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No estamos nunca separados del Amor

Del número de diciembre de 1994 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El Domingo Antes de Navidad fui a la iglesia sintiéndome muy apesadumbrada. La hija de una amiga había fallecido hacía muy pocos días y mi hijo había ido a su casa que está en otro estado para consolarla. Me sentía triste porque esta amiga iba a estar sin su hija y también yo iba a estar sin uno de mis hijos en Navidad.

A medida que oraba para superar esta tristeza, me di cuenta de que Dios es Espíritu infinito y, por lo tanto, El está siempre con nosotros. El es Amor divino, nuestro verdadero Padre-Madre, nunca está ausente y nunca es menos que amoroso.

Estas verdades bíblicas básicas me recordaron que nadie puede, en realidad, estar separado del amor infinito de Dios. Nunca hay una separación verdadera del bien, aun cuando puede que tengamos que orar seriamente para demostrar esto por nuestra propia cuenta. El Espíritu y Sus ideas no pueden ser fragmentados; el hombre es inseparable de su Hacedor. El no puede estar fuera de la bondad y el amoroso y benéfico cuidado de Dios. La Sra. Eddy explica este concepto en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud. Ella escribe: “El hombre espiritual es la imagen o idea de Dios, una idea que no puede perderse ni separarse de su Principio divino”.Ciencia y Salud, pág. 303.

Mientras escuchaba la Lección-Sermón que se leía en la iglesia ese domingo, un versículo en particular de un relato acerca de la Natividad me llamó la atención. El Evangelio según Lucas dice que cuando nuestro Mostrador del camino, Cristo Jesús, nació en Belén, “había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño”. Lucas 2:8.

La idea de un pastor vigilando a su rebaño permaneció conmigo cuando salí de la iglesia y me fui a mi casa. Recordé que la Biblia registra muchas experiencias que ilustran el cariñoso cuidado de Dios siempre presente. Muchas veces se Lo describe como un pastor, como en el Salmo 23, que comienza diciendo: “Jehová es mi pastor; nada me faltará”. Más adelante leemos en el salmo: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento”.

Esta imagen de un pastor y su rebaño me ayudó a percibir que, en realidad, no hay sino un solo y verdadero Pastor, que es Dios, el Amor divino y eterno. Hay un solo rebaño verdadero, Sus hijos, o ideas espirituales. Dios está vigilando por siempre Su creación espiritual, proveyendo, guardando y gobernando a Sus hijos e hijas. El amor de Dios nunca puede ser destruido ni oscurecido por sentimientos de separación.

El Amor divino, siendo infinito, no solo estaba conmigo sino estaba también presente con mi hijo y esta querida amiga, a pesar de la gran distancia, y con la hija que había desaparecido de nuestra vista. Es solo el concepto equivocado de que la vida y la inteligencia están fuera de Dios, el Espíritu — y que existen en la materia — lo que nos hace sentir separados de Dios y Su cuidado. A medida que esta falsa creencia se supera progresivamente a través de la purificación del pensamiento y de una humilde receptividad a la influencia transformadora del Cristo sanador y salvador, perdemos gradualmente cualquier sensación de separación del amor y la bondad de Dios.

Reconocí que esta creencia errónea en la mortalidad fue lo que me tentó a sentirme sola, triste por mí y por los demás y separada del bien. Al considerar el hecho espiritual de la totalidad de Dios y la eternidad del amor y presencia perdurables del gran Pastor, comencé a sentir un sentimiento maravilloso de libertad respecto a todas las personas conectadas con esta situación. Sentí gozo y paz, y comencé a entender, como nunca antes lo había hecho, el verdadero significado de la Navidad.

La Navidad nos habla de la venida del Cristo — la idea espiritual de Dios — que revela a la consciencia humana la naturaleza espiritual de la existencia, iluminándonos y sanándonos de toda desarmonía. Este despertar espiritual no está limitado a una temporada o a cierto período de tiempo. La influencia del Cristo es perpetua. Y su poder y presencia están en todas partes. Esto significa que todos pueden sentir la presencia reconfortante del Amor divino, que sana la soledad y la aflicción.

El Apóstol Pablo ciertamente se dio cuenta del significado de estos hechos. De su propia experiencia entendió y probó muchas veces que la enfermedad, el miedo, la soledad, la desesperación y la persecución no tienen poder para separarnos del cuidado del amor de Dios. Escribió a algunos de los primeros cristianos: “Estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”. Rom. 8:38, 39.

Esta percepción espiritual está basada en la ley divina, y le ha traído bienestar y curación a muchas generaciones. Lo hizo por mí entonces, y lo hará por usted también.

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