No ha sido éste un tiempo de partir
ni de apenarse,
ambos sabemos que el Amor
nos exigió avanzar más allá
de los caminos de antaño
hace tiempo establecidos.
Ambos sabemos que la Vida
tan gratamente vivida,
la Mente que guía nuestro afecto,
nunca deja de expresarse.
Hay una parte de ti que apenas conozco yo,
una parte de mí que apenas has visto tú,
tan densa es la pantalla del sentido mortal,
que el nosotros, reflejo fiel de Dios, a menudo
parece perdido en el espejismo de lo material,
pero aún así bien conocido por nuestro Padre;
Su eterna semejanza permanece
invariable e intacta.
Disipada la niebla del pensamiento mortal
hasta la realidad revelar,
vislumbramos este hecho,
percibido en actos que mostraron
generosidad y paciencia,
en el afecto familiar,
los niños en nuestro hogar,
la aventura de vivir,
la alegría de la risa,
y la unidad en la oración
cuando la firme confianza prevaleció
y venció todo dolor.
Entonces el ser que refleja el Alma
apareció libre, revelado.
Y así permanece hoy también.
Desplazada la evidencia sensible,
nuevos reconocimientos
entretejen los años
con lazos que bendicen
mas nunca atan,
a diferencia de las variaciones
del sentido mortal que vienen y van.
Ya mejor comprendida,
la vida en Dios encontré, en el bien,
con una percepción más clara ahora.
Lo que podía ensombrecernos una vez
disipado ha sido por la luz;
el amor nunca deja de ser.
Sin un anochecer
nos conduce a la plenitud del día sin fin.