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“Que os améis unos a otros”: sencillez y profundidad de nuestro llamado

Del número de diciembre de 1994 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Martin Luther King (h), al escribir sobre el movimiento revolucionario de los derechos civiles que él conducía, dijo que era un acto que se basaba por completo en el amor, en el amor puro, o ágape del Nuevo Testamento. El Dr. King afirmó: “Desde sus comienzos, el movimiento estuvo regido por una filosofía básica. Después, este principio fue enunciado en diversos casos, como resistencia no violenta, falta de cooperación y resistencia pasiva. Pero, en los primeros días de la protesta, ninguna de estas expresiones fueron mencionadas; la frase que se escuchó más a menudo fue: ‘amor cristiano’ ”.A Testament of Hope, ed. James M. Washington (New York: Harper Collins Publishers, 1991), pág. 16.

El Dr. King continuó con la definición de lo que significaba para él el poder esencial de ese amor que Cristo Jesús encomendó a sus seguidores a que expresaran hacia cada hombre y cada mujer, y en especial, hacia sus opresores o enemigos. “Agape”, dijo King, significa entendimiento, buena voluntad redentora para todos los hombres. Es un amor rebosante, que es puramente espontáneo.. . No es movido por cualidad o función alguna de su objeto. Es el amor de Dios que opera en el corazón humano. El Dr. King también afirmó: “Agape, no es un amor débil y pasivo. Es el amor en acción. Agape es el amor que busca preservar y crear comunidad.. . perdonar, no siete veces sino setenta veces siete para restaurar la comunidad”.Ibid., págs. 19, 20.

En un mundo donde el espíritu de “comunidad” muchas veces parece ser quebrado o al borde del quebranto, este amor es tremendamente necesario. Ya sea en los centros de las ciudades o en vecindarios suburbanos, en guerras desgarrantes como la de Bosnia o del Oriente Medio, en las familias, en los lugares de trabajo o aun en las iglesias, la “comunidad” debe descubrir el amor espiritual para encontrar renovación y progreso. Resulta claro, sin embargo, que este amor no es algo que la gente puede simplemente fabricar. El amor puro hacia nuestros semejantes, hombres y mujeres, que es perfectamente capaz hasta de “bendecir a los que os maldicen”, tiene que desarrollarse primeramente en nuestro amor a Dios y en nuestra comprensión, a través de la gracia, del amor infalible e imparcial que siente Dios por cada uno de nosotros.

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