La Gente Instintivamente protesta contra la injusticia y la opresión. Nuestras protestas pueden ser muy privadas: una carta a un legislador o una exclamación de indignación durante las noticias de la tarde. Pueden ser públicas y despertar gran apoyo, tales como las manifestaciones en masa o las marchas. Cualquiera que sea la forma que tomen, tenemos la esperanza de que nuestras protestas puedan en alguna forma contribuir a que se produzca un cambio para bien.
Tal vez, por lo general, no pensemos en protestar sobre nuestra salud, pero esta forma de protesta es muy útil cuando está basada en la comprensión espiritual de la omnipotencia de Dios, y de la realidad del amoroso cuidado que El tiene por cada uno de nosotros. Dios lo abarca todo; es el Amor todopoderoso. El poder protector e inspirador de Su amor está siempre al alcance de nosotros. Las notables curaciones que hizo Cristo Jesús demuestran este hecho y muestran que la enfermedad nunca ha sido la voluntad de Dios.
Cuando el Maestro se enfrentaba a una enfermedad o lesión, él restablecía el cuerpo a las condiciones normales de salud y armonía, y dijo: “No puedo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre”. Juan 5:30. El Maestro nos enseñó que tenemos el derecho de protestar contra la enfermedad, el dolor y el pesar que va con éstos porque no están de acuerdo con la “voluntad del Padre”.
Sin embargo, para que nuestras protestas tengan eficacia, necesitamos comprender quiénes y qué somos realmente: los amados hijos de Dios, nada más ni nada menos. El hombre creado por Dios no es corporal ni mortal, sino espiritual e inmortal. Dios, quien es Espíritu, no podría hacer ni haría material a Su linaje. El no podría crear algo tan diferente de Sí mismo. La estructura física que vemos en cada uno, no es la del hombre de Dios, sino una falsificación del hombre verdadero; es la manifestación externa de falsas creencias injustas y opresivas acerca del hombre de Dios.
Del mismo modo que hace varios siglos el matemático griego Pitágoras refutó arraigadas creencias al declarar que nuestro planeta era redondo, y no plano, así hoy la Ciencia Cristiana refuta arraigadas creencias, declarando que el hombre es espiritual y no material. El término hombre que se usa en este sentido es el término genérico con el que se designa todo lo que refleja y expresa a Dios en toda su totalidad. Cuando el hombre es comprendido de este modo, las protestas por la salud y la armonía son eficaces, y hay curación. La creencia de que Dios causa, permite o autoriza los males que afectan a la humanidad, es reemplazada por la comprensión de que Dios es el Amor infinito, que mantiene a Su linaje en perfecta armonía y bienestar.
Al razonar sobre este tema, la Sra. Eddy, escribió: “Puesto que Dios es Amor, y es infinito, ¿por qué han los mortales de imaginar una ley, presentar una pregunta, formular una doctrina o especular sobre la existencia de algo que es un antípoda del Amor infinito y de su manifestación? El mandato sagrado: ‘No tendrás dioses ajenos delante de mí’, silencia toda pregunta sobre este tema, y por siempre prohibe el pensamiento acerca de cualquier otra realidad, ya que es imposible tener algo que sea desemejante al infinito”.Mensaje a La Iglesia Madre para el año 1902, págs. 5–6.
Una amiga aprendió justamente cuán eficaz puede ser una protesta espiritual cuando está de acuerdo con las verdades del ser. Un día de verano de mucho calor y pegajoso hace unos años, ella y su esposo abordaron un avión para viajar fuera del país con el fin de filmar películas para una de sus conferencias sobre sus viajes. El aire acondicionado en el avión era muy intenso y le molestaba, así que ella “presentó su protesta” a la aeromoza del avión. Sin embargo, la empleada le dijo que no podía reducir la fuerza del aire acondicionado. Entonces mi amiga se encontró sufriendo de un fuerte resfriado.
Cuando ella y su esposo viajaron fuera del país otra vez bajo circunstancias similares, mi amiga hizo su protesta en la dirección correcta. Recordó una página de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por la Sra. Eddy que habla de la notable habilidad de Florence Nightingale y de otros igual a ella de experimentar “fatigas y exposiciones” que otras personas no pudieron soportar. Entonces Ciencia y Salud dice: “La explicación está en el apoyo que recibieron de la ley divina, que superó a la humana”.Ciencia y Salud, pág. 385. Mi amiga supo que la ley divina establecía y mantenía perfecto el bienestar del hombre, por ser la semejanza espiritual de Dios.
En vez de simplemente protestar a la aeromoza, mi amiga oró. Ella estuvo firmemente convencida de esta verdad en Ciencia y Salud: “El trabajo pesado continuo, las privaciones, las exposiciones a la intemperie y toda clase de condiciones desfavorables, si libres de pecado, pueden soportarse sin sufrimiento. Sea cual fuere vuestro deber, lo podéis hacer sin perjudicaros”.Ibid., pág. 385. Como resultado de sus oraciones, ella disfrutó de perfecta salud durante todo el viaje. El siguiente invierno también descubrió que, al presentar su protesta en la dirección correcta, podía sentarse en las corrientes de aire de las primeras filas en los teatros mientras su esposo presentaba sus conferencias, sin sufrir los malos efectos que ella había experimentado durante muchos años.
¿Cómo es que la protesta espiritual trae curación? Nos pone en conformidad con el Cristo, con la verdad acerca de Dios y, por lo tanto, acerca de Su semejanza, el hombre. Cristo Jesús protestaba constantemente a favor de la verdad acerca de la perfección del hombre como hijo de Dios. El esperaba que nos uniéramos en pensamiento y propósito con él y su divino Padre, Dios. Cuando hacemos esto, se produce la curación.
En una de sus últimas oraciones con sus discípulos, en la noche antes de su crucifixión, Jesús dijo: “Mas no ruego solamente por estos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste”. Juan 17:20, 21.
Aquí Jesús está orando para que comprendamos la íntima relación que tenemos con Dios, por ser Sus hijos. Nuestra identidad espiritual es, y siempre ha sido, una con Dios y Su Cristo. En realidad no tenemos otra identidad. A medida que pensamos acerca de nosotros mismos y de los demás en estos términos, empezaremos a comprender los hechos fundamentales del ser, y el falso cuadro de un mortal físico se hará menos y menos real para nosotros.
El afirmar nuestra perfección como hijo de Dios es una protesta en la dirección correcta, y es una protesta que da resultado.
De los pueblos es momento
de optar por todo el bien;
en la lucha contra lo irreal
la Verdad amiga es.
El Mesías les revela
la victoria del Amor;
el camino es armonioso,
ya no hay oscuridad.
El progreso de los hombres
credos vanos expulsó,
manteniendo el pensamiento
en la celestial Verdad;
y buscaron la justicia
del supremo Creador.
Sus designios son perfectos;
el futuro es de Dios....
Del Himno N.° 258 del
Himnario de la Ciencia Cristiana.